Una de las preocupaciones del voli cubano llevadas a las Ligas Nacionales es la búsqueda de jóvenes con características para desempeñarse como líberos.

No recuerdo, desde la creación de esa posición, que Cuba haya tenido jugadores efectivos y duraderos en tan importantes funciones de recibir y defender el campo. En el Mundial de Japón’06, Lisbet Arredondo y Jorge L. Sánchez, aún inexpertos, corroboraron la anterior afirmación.

Desde sus inicios, el voleibolista debe de formarse como líbero. Ha de ser veloz, seguro en sus desplazamientos, hábil técnicamente, y que con su entrega inspire confianza al equipo.

¿Qué ha sucedido? La improvisación ha cobrado caro, y cuando un joven no convence como atacador dentro de un grupo que lo supera en estatura y fuerza, lo conminan a convertirse en líbero. Resultado: una vida deportiva efímera e intrascendente.

Ojalá las exigencias hechas a los directores técnicos participantes en las Ligas Nacionales ofrezcan sus frutos en la selección de muchachos que puedan brillar y mantenerse en esa plaza.