¡Ojo: el mosquito no se ha ido!

Enrique Milanés León

Lejos del frío bienhechor a que aspiramos en todo enero, el inicio del 2007 parece marcado por la persistencia de dos acompañantes indeseables: el calor y el Aedes aegypti. Si bien el primero se torna un mal poco controlable, el segundo es un enemigo oportunista que no solo podemos, sino que debemos eliminar.

El mayor criadero está en el propio hogar.

Pese a los esfuerzos y resultados de la campaña contra el mosquito, nadie debe confiarse. Todavía tenemos problemas y el actual invierno, de tibia humedad, beneficia la eclosión de los huevos de hembras que, sin ninguna contemplación, se instalan en los hogares, emplean nuestra sangre como su proteína y son capaces de enfermarnos.

Cifras más, cifras menos, según la fuente, lo cierto es que más del 70 % de los focos que se detectan tienen su "núcleo" en casas de familia. La solución definitiva del problema, que es la que busca el país, tiene que ver con el fomento de una perenne cultura sanitaria y no con el desarrollo de eventuales campañas, altamente costosas en personal y recursos materiales y financieros.

Viabilizar en casa la fumigación adulticida, cepillar los bebederos de animales, cambiar el agua de vasos espirituales y floreros, revisar residuales de equipos electrodomésticos¼ pueden ser garantías insuficientes si no apelamos a la persuasión comunitaria para extenderlas más allá de la puerta propia, porque a fin de cuentas sus daños no tienen demarcación.

Principales beneficiarios de dicho programa, no es coherente que en el barrio nos convirtamos en obstáculo de alguna de sus prácticas. Quienes eventualmente alegan suspicacias de seguridad doméstica, enfermos en la vivienda y otras sinrazones con el ánimo de disuadir a los técnicos de la lucha antivectorial de entrar a ellas, deben asumir que no hay mayor amenaza a la seguridad familiar que alojar a un enemigo apto para contaminarnos.

Todos los cubanos somos responsables de la eliminación del Aedes aegypti. Las labores de higienización y control requieren alto rigor tecnológico y disciplina informativa de modo tal que sellemos sanitariamente, con las mayores credibilidad y efectividad posibles, las áreas resueltas. Y donde falten trabajadores "habituales" no deben faltar colaboradores permanentes.

La lucha contra el mosquito no es una simple batalla de microscopios. Recuérdese que el dengue fue introducido en Cuba en 1981, como parte de la guerra bacteriológica que un imperio, incapaz de vencernos de frente, ha desatado contra esta rebelde nación.

En ese año de luto y heroicidad, se infectaron más de 300 000 compatriotas y murieron 158, incluidos 101 niños. Sin embargo también allí, unidos, vencimos a quienes nos acosan.

Un paso adelante, como es natural en él, Fidel llamó a esta contienda de salud, en el año 2002, la "guerra de todo el pueblo". Protagonistas de resultados sanitarios, educativos y culturales envidiables y envidiados en el mundo entero, los cubanos tenemos todo cuanto hace falta para ganar definitivamente el desafío¼ pero aún no lo hemos conseguido.

El que debe sentirse acosado ha de ser el mosquito; el pueblo estará en guardia permanente. No libramos ahora un combate de miles, sino una batalla de millones: ¡nosotros!

 

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