Pese a los esfuerzos y resultados de la campaña contra el mosquito,
nadie debe confiarse. Todavía tenemos problemas y el actual invierno,
de tibia humedad, beneficia la eclosión de los huevos de hembras que,
sin ninguna contemplación, se instalan en los hogares, emplean nuestra
sangre como su proteína y son capaces de enfermarnos.
Cifras más, cifras menos, según la fuente, lo cierto es que más del
70 % de los focos que se detectan tienen su "núcleo" en casas de
familia. La solución definitiva del problema, que es la que busca el
país, tiene que ver con el fomento de una perenne cultura sanitaria y
no con el desarrollo de eventuales campañas, altamente costosas en
personal y recursos materiales y financieros.
Viabilizar en casa la fumigación adulticida, cepillar los bebederos
de animales, cambiar el agua de vasos espirituales y floreros, revisar
residuales de equipos electrodomésticos¼
pueden ser garantías insuficientes si no apelamos a la persuasión
comunitaria para extenderlas más allá de la puerta propia, porque a
fin de cuentas sus daños no tienen demarcación.
Principales beneficiarios de dicho programa, no es coherente que en
el barrio nos convirtamos en obstáculo de alguna de sus prácticas.
Quienes eventualmente alegan suspicacias de seguridad doméstica,
enfermos en la vivienda y otras sinrazones con el ánimo de disuadir a
los técnicos de la lucha antivectorial de entrar a ellas, deben asumir
que no hay mayor amenaza a la seguridad familiar que alojar a un
enemigo apto para contaminarnos.
Todos los cubanos somos responsables de la eliminación del Aedes
aegypti. Las labores de higienización y control requieren alto rigor
tecnológico y disciplina informativa de modo tal que sellemos
sanitariamente, con las mayores credibilidad y efectividad posibles,
las áreas resueltas. Y donde falten trabajadores "habituales" no deben
faltar colaboradores permanentes.
La lucha contra el mosquito no es una simple batalla de
microscopios. Recuérdese que el dengue fue introducido en Cuba en
1981, como parte de la guerra bacteriológica que un imperio, incapaz
de vencernos de frente, ha desatado contra esta rebelde nación.
En ese año de luto y heroicidad, se infectaron más de 300 000
compatriotas y murieron 158, incluidos 101 niños. Sin embargo también
allí, unidos, vencimos a quienes nos acosan.
Un paso adelante, como es natural en él, Fidel llamó a esta
contienda de salud, en el año 2002, la "guerra de todo el pueblo".
Protagonistas de resultados sanitarios, educativos y culturales
envidiables y envidiados en el mundo entero, los cubanos tenemos todo
cuanto hace falta para ganar definitivamente el desafío¼
pero aún no lo hemos conseguido.
El que debe sentirse acosado ha de ser el mosquito; el pueblo
estará en guardia permanente. No libramos ahora un combate de miles,
sino una batalla de millones: ¡nosotros!