René
de la Cruz puede hacer de "bueno" y de "malo" y en ambos casos es
"bueno". En la escala dramática, puede alcanzar los más variados
registros, desde un Arlequín hasta un rancheador, papeles todos que
describen épocas, escenarios y cualidades suyas. Pero es innegable
que el papel de simple mortal —mientras más humilde mejor— es en el
que más se destaca este actor. Pareciera que ha sido su propósito
atrapar en sus papeles el espíritu del cubano.
"No hombre, no, compadre, nada de eso —nos dice apenas olfatea la
intención de rastrear en sus méritos—. Lo que pasa es que yo he sido
así: un cubano nato, del campo, pobre, miserable, descalzo,
huérfano, ese fui. Mi madre murió cuando yo tenía un año y mi padre
cuando tenía seis. Me crió una hermana, mi vida no ha sido fácil. En
eso no tengo que imitar a nadie. Ahora, llevar esa vivencia al arte,
es otra cosa".
Tal vez por todo eso, René de la Cruz Solares (Banao, Sancti
Spíritus, 2 de enero de 1931), podría considerar sintetizada su vida
y su actuación en el personaje de Julito el pescador, el papel más
amado por su pueblo y por él mismo y, sin dudas, el que más se
identifica con él. "Yo he hecho muchos personajes, pero de verdad,
de verdad, ese".
Artista de formación autodidacta (cursó solo en sus inicios en la
capital apenas unos meses de actuación con un profesor catalán), es
amplio y rico su trabajo artístico como actor y director, durante 60
de sus 75 años dedicados al oficio.
Su talento ha dejado profunda huella en el teatro, el cine y la
televisión, mediante numerosas piezas teatrales, películas y
seriales, comprendidos Día y noche, En silencio ha tenido
que ser y Julito el pescador.
Para llegar a este último papel, el actor tuvo primero que
identificarse con el "original", Juan Saíz, un pescador de carne y
hueso, policía y jefe de policías en su natal Santa Cruz del Norte,
donde René se pasó días enteros conviviendo con él y absorbiéndole
cuerpo y espíritu. Tuvo hasta que aprender a nadar.
Saíz, un guajiro noble, profundo, de manos duras, era uno de los
alrededor de 60 agentes de la Seguridad del Estado que fueron
puestos a disposición de los realizadores, entre ellos el director
Jesús Cabrera, para diseñar los personajes del serial y, desde un
principio, fue concebido René en el papel, pero con el nombre de
Julito el pescador.
"Y fue el personaje que más gustó —afirma ahora Cabrera—, por su
sinceridad, honradez, profundidad y también uno de los mayores
atractivos de En silencio¼ Mostró
cosas muy auténticas salidas de Juan Saíz, como aquella en que uno
de los contrarrevolucionarios le pregunta: "Ven acá, ¿esto es
seguro;" y Julito le contesta: "Aquí seguridad es lo que se sobra".
"René nos dio una clase magistral, por su riqueza, por lo que
aportó. Fue tal su profesionalidad e integralidad que trascendió al
personaje original. Nadie olvida la escena final de Julito el
pescador, el reencuentro con La Flaca, interpretada por
Consuelito Vidal, que fue filmada en toma uno, sin ensayo. Cuando
terminó, todos lloramos, incluidos ellos dos".
Laureado doblemente, en los últimos días con el Premio Nacional
de Teatro y antes con el Premio Nacional de la Televisión, René de
la Cruz es, sin embargo, parco, a la hora de hablar de su público.
"Me siento muy acogido por mi pueblo y lo que me queda es para
él. No tengo mucho que decirle. Solo gracias, gracias"¼