La pared, Drama Mex y La perrera

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

A una nada desdeñable envoltura visual recurre Alejandro Gil para situar el conflicto existencial que describe en La Pared, filme cubano que compite en el apartado de Ópera Prima. Una depurada estética de la soledad y el abatimiento, que pareciera beber en reconocibles fuentes europeas de años idos y que se anota su mayor éxito en la casi total coherencia de las actuaciones, siempre dentro de ese tono de oscuras revelaciones que se impone el director.

Drama Mex, de Gerardo Naranjo.

La historia se refiere a los abatimientos de un hombre que, negado a exteriorizar sus problemas con la vida, se aísla en un singular ¿hospital?, que gradualmente va desmoronándose. Llegarán viejos amigos y relaciones ante el atormentado hombre y junto a un cuerpo de especialistas tratarán de dilucidar las raíces del conflicto: el enfermo solo se asoma al exterior a través de una imaginaria ventana que dibuja sobre la pared con una tiza y la información que recibe le llega por la pantalla de un televisor, triste testigo el aparato de que afuera pululan las matanzas, el genocidio y la mucha gente mala, como para exponerse él a sacar las narices, es decir, a enfrentar la vida.

Como invocación filosófica —es obvia la intención de universalidad del filme por encima de cualquier referencia geográfica—, hay resortes que funcionan y otros no, porque son incapaces de expresar algo nuevo en relación con viejos desconsuelos de la existencia, madurados no pocos de ellos durante la temprana edad.

En dos palabras, lo que se quiere exponer no es tan complejo —como lo demuestra el final de la cinta, demasiado simple y luminoso— para tal despliegue de complejidades dramáticas. Y si a esto unimos que los recursos de la tiza en la pared y los televisores como ojos de ese convulso y despiadado "afuera", resultan un poco manidos (tanto en cine como en el teatro), entonces hay que convenir que La pared, a pesar de la excelente atmósfera de lo ignoto que logran redondear los realizadores y algunos buenos manejos de un director que debuta, está necesitada de una mayor trascendencia filosófica y hasta poética.

Drama Mex, compitiendo por México en largometrajes, transita el mismo camino de otras de ese país a las que muy bien les ha ido con la composición de guiones girando en círculos y haciendo coincidir, de alguna manera, a personajes que participan en tramas independientes. Gerardo Naranjo sitúa sus tres historias en un Acapulco de alas caídas, pero la que mejor le funciona es la de la muchachita que aspira, sin quererlo verdaderamente, a prostituirse. La de la joven linda e hija de papá debatiéndose entre el amor y la violencia de dos jóvenes está alargada hasta el cansancio y la del maduro hombre que pretende suicidarse, lo mismo. Irregularidades de un guión que, tras exponer lo básico de los conflictos, solo alcanza vuelo en la historia referida.

Y de Uruguay, Manuel Nieto participa en Ópera Prima con la muy estimable La perrera, acerca de un joven que no sabe lo que quiere y con un cierto apego hacia un modo miserable de asumir la existencia. El padre quiere salir de él y le proporciona un poco de dinero para que construya una casa. No alcanzan los recursos y los amigos del campo —una banda de mal vivientes sin mujeres y apegados a la bebida— lo ayudan a levantar una vivienda inimaginable. Resalta en el filme el tono de leve densidad con que transcurren los hechos —en apariencia un poco lentos—, pero capaz de ir armando un cuadro social y humano que contrasta valores solidarios en el campo y en la ciudad. Un tono narrativo que evita las estridencias y que, tal como se ha podido apreciar en otros buenos filmes uruguayos, pareciera abordar la sustancia artística desde una mirada abarcadora sobre los pequeños hechos.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Cultura | Deportes | Cuba en el mundo |
| Comentarios | Opinión Gráfica | Ciencia y Tecnología | Consulta Médica | Cartas| Especiales |

SubirSubir