Actualmente, debido a una Europa cada vez más neoliberal y menos
solidaria con sus antiguas colonias, los 78 países integrantes del ACP
se ven en una situación cada vez más comprometida desde los puntos de
vista político, económico, social e incluso ambiental, por lo que
tratan de unir opiniones para fortalecer sus posiciones comunes en los
debates.
En 1975, 46 de los estados de las tres zonas geográficas
mencionadas firmaron en Lomé, capital de la africana Togo, un convenio
con la Unión Europea que daba algunas ventajas comerciales y ayuda a
los antiguos territorios coloniales.
En 1998 los caribeños propusieron e insistieron en que Cuba
solicitara su ingreso en el Grupo ACP y la invitaron a que participara
como observadora en las reuniones con la Unión Europea para la firma
de un nuevo tratado que luego devino Convenio de Cotonú. Cuba comenzó
a participar, pero en abril del 2000 se vio obligada a rechazar los
intentos europeos por presionarla y condicionar su ingreso al Pacto de
Cotonú, aunque luego en diciembre de ese año ingresara como miembro
pleno al Grupo.
Ese año, Robert Goulongana, secretario general del ACP, declaró
durante una visita a La Habana que la Isla podía aportar mucho a los
países del Sur, pues se trataba de una nación "sumamente importante
porque forma parte del Caribe, porque es una nación que comparte una
visión de solidaridad entre los países del Sur y por eso desempeña un
papel decisivo" y de ahí el interés de todos en que ella participara
en el Grupo.
En la V Cumbre de Jartum, finalizada hace unos días, el Gobierno
cubano volvió a estar presente, aportar y suscribir los planteamientos
de los miembros, que repudiaron la imposición de leyes
extraterritoriales contrarias a la ley internacional de libertad de
mercado, navegación y comercio, como la Helms-Burton aplicada a Cuba
por Estados Unidos, cuya derogación se exigió.
La lucha contra el terrorismo no quedó en un enunciado abstracto,
sino se concretó en la necesidad de que aquellos que cometan actos
atroces no queden sin castigo y sean sancionados los que apoyen,
faciliten el financiamiento o den abrigo a terroristas, un sayo que le
cae muy a la medida a Washington.
Los documentos de la Cumbre de Jartum también insisten en la lucha
por erradicar la pobreza, en la cual los países industrializados no
han cumplido sus compromisos y obligaciones, sin olvidar que se trata
de un problema agudizado por la crisis de una deuda externa que debe
ser abolida por parte de los acreedores ricos.
Como muchos de sus estados miembros pueden ser las primeras
víctimas del calentamiento del clima por tratarse de territorios
insulares amenazados por el aumento del nivel del mar, el encuentro se
mostró preocupado por un modelo energético basado en la quema de
hidrocarburos y llamó al uso de fuentes renovables y a que las
naciones desarrolladas proporcionen colaboración en esa área para
asegurar un desarrollo sostenible.
Por la Declaración de Jartum se ve claramente que el Grupo ACP ha
mantenido su línea de conformar una posición común con alto grado de
independencia para hacer frente a los retos del mundo neoliberal y
unipolar, como si quisieran reafirmar la dramática conclusión del
presidente de Madagascar, Didier Ratsiraka, en la II Cumbre (Santo
Domingo), cuando afirmó: "Si nos dejamos quitar la dignidad, entonces
no nos quedará nada a los pobres".