SANTA CLARA.— El niño Dayán Viciedo entra en su tercer año en la
pelota nacional cubana con el abierto propósito de permutar la cuna
juvenil por la camera del equipo Cuba.
"Aspiro este año a sobrepasar los 14 jonrones, elevar mi promedio
ofensivo (337 en la Serie anterior) y optimizar la defensa, y de esa
forma ayudar a mi equipo naranja a ganar el campeonato y buscarme un
puesto en la selección nacional", reveló a Granma el
corpulento atleta villaclareño.
A Viciedo, de 17 años de edad y el número 10 en la espalda, le
enorgullece que lo comparen con Omar Linares. "Es mi ídolo, pero lo
que él hizo ya está hecho y lo mío está aún por hacer".
Prefiere la tercera almohadilla, aunque, "siempre es bueno jugar
otras posiciones, y me siento bien en los jardines, principalmente
en el derecho, donde más me he desempeñado".
Fue lanzador en su etapa escolar y juvenil, con envíos sobre las
90 millas, pero "solamente volvería al montículo si no diera nada
como bateador. Lo de pitcher aún no lo tengo en la cabeza".
Viciedo fue invitado al entrenamiento del equipo Cuba para el
Clásico Mundial de Béisbol y exhibió un alto rendimiento en la
preparación, con promedio de bateo por encima de los 400 de average.
"Un gran estímulo que me invitaran. No me defraudó el no hacer el
equipo, porque yo aún era de la categoría juvenil. Fue un orgullo
para mí estar entre esos estelares peloteros, lo mío era ir allí y
hacerlo bien y pienso que lo logré."
A pesar de ser un furibundo bailador de reguetón, tiende a
engordar fácilmente. "Realicé este año un riguroso entrenamiento y
ya ando cerca de los 95 kilogramos, que es mi peso correcto".
Dayan Viciedo, quien en esta Serie Nacional supera los 360 de
average, aún conserva en sus dedos las marcas de la pita del último
trompo que bailó, y evoca con nostalgia su "puntería" en los juegos
de bola callejeros en su natal Remedios.
Mantiene aún las facciones de niño tímido y la mirada cándida del
infante escurridizo. Mas, los pitchers aseguran que madero en mano,
es otra cosa: Adquiere poses de adulto, y se le transforma el rostro
en el de un hombre para respetar.