Diegues,Tata y Subiela

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Dos buenas para tener en cuenta a la hora de repartir premios: El amor más grande del mundo, del veterano Carlos Diegues, y la también brasileña Antonia, de Tata Amaral.

El amor más grande del mundo, del brasileño Carlos Diegues.

Diegues no renuncia a algunos de sus principios de los tiempos del Cinema Novo y esta vez, a diferencia de su última película, Dios es brasileño, logra encajar perfectamente magia con realismo para ofrecer una cinta de pura ficción, capaz de "enganchar" por lo que cuenta, al tiempo que, muy afincadita a la trama, desvela los eternos males sociales de su país.

José Wilker le da vida a un astrofísico con carrera en los Estados Unidos que regresa a Brasil para recibir un importante premio. Ha sido la suya una carrera de egoísmos y también de tibiezas —ese preservarse y salir a flote a toda costa— durante los tiempos de la dictadura militar. Pero ahora está condenado a muerte por un tumor cerebral e, hijo de padres adoptivos, quiere descubrir su verdadera procedencia social y, principalmente, quién fue su madre.

Dicho así quizá parezca un culebrón (y algún que otro tinte del género podrá detectarse) pero el filme está narrado con excelente pulso y revela gradualmente sus secretos mientras articula convenientemente los cuatro tiempos narrativos por los que transita.

En su empeño por redescubrirse, el científico desciende a un infierno de basureros, riachuelos contaminados, drogas y violencia. ¿Será ese el origen de su nacimiento?

No hace falta decir que El amor más grande del mundo es el amor de la madre y que a todas ellas rinde homenaje Carlos Diegues en esta película tan lúcida en su transcurrir social, como poética en sus pretensiones artísticas.

Tata Amaral vuelve a demostrar que le queda mucho por decir de sus mundos femeninos. De nuevo el marginalismo y los prejuicios extendiendo su manto, en esta ocasión sobre cuatro mal vivientes muchachas de Sao Paulo que aspiran a convertirse en cantantes. Y no les falta talento, solo que las opresiones y la tragedia asechan.

Recurriendo a un aire de improvisación interpretativa, que muy bien le va por el perfecto acople de los participantes, la Amaral logra con Antonia una película de madurez estilística. Al igual que hiciera Fernando Meirelles en su Cidade de Deus, ella buscó a sus protagonistas en las entrañas del conflicto. Cuatro mujeres no profesionales de la actuación en una historia cuyo propósito principal es explorar almas condenadas a la derrota por el medio social, y que sin embargo no se rinden.

Excelente guión y un personaje muy bien pensado para equilibrar cargas emotivas: el empresario extrovertido y peleador, que no obstante las constantes dificultades, sigue soñando en grande.

Y tras un prometedor inicio, en que parece se meterá de lleno en el siempre atractivo tema del amor de un cincuentón luchando contra los imposibles del almanaque, ese viejo conocido, y siempre buscado director que es Eliseo Subiela, no logra superar los lindes de una tragicomedia de fáciles risas, pero sin magias de ningún tipo.

El que un hombre casado se enamore de una mujer veinte años menor es un tema bastante tratado y solo se debiera volver sobre él cuando se tiene algo nuevo que decir,¡que sin duda lo hay! Un algo del que el director —no obstante su obsesión por el tema— parece carecer, al menos por lo que plasma en este Lifting del corazón, una coproducción argentino-española.

Lo que vemos entonces es una serie de situaciones trilladas —entretenidas y hasta risueñas, según sea la complicidad del espectador para aceptar más de lo mismo— pero asfixiadas en sus reiterados planteos.

Claro que no faltan buenos momentos y un final que en algo salva, pero los mundos del Subiela de Hombre mirando al sudeste y El lado oscuro del corazón continúan sin encontrar rumbo.

 

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