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El camino, Paradise y Nacido y
criado
ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu
Tres buenas películas desde
diferentes perspectivas artísticas. En competencia, las argentinas
El camino a San Diego, de Carlos Sorín, y Nacido y criado,
de Pablo Trapero. La otra, un filme que no poco revuelo ha causado
en los últimos meses, Paradise now, acerca del conflicto
palestino.
Carlos Sorín regresa igual de convincente al contar historias que
a simple vista no parecen nada, pero a las que él insufla los aires
de una magnífica humanidad, sin descuidar los bordados de lo que ya
se ha convertido en una estética muy suya. De nuevo el trabajo con
actores improvisados, pero verídicos, y un ojo agudo para captar con
naturalidad la convivencia de los humildes en las más lejanas
tierras de la civilización.
El camino de San Diego habla de un joven de la provincia de
Misiones que, no obstante vivir con su familia en los bordes de la
miseria, decide viajar a Buenos Aires para llevarle a un enfermo
Maradona una talla esculpida en una raíz encontrada en el monte y
que se le asemeja. Tierno y jovial, el joven conocerá los más
diversos personajes y no se detendrá hasta llegar a su objetivo.
Lo que de verídico Sorín logra extraerle al protagonista es tan
formidable que vale la historia. Un camino de aprendizaje hasta
Buenos Aires que convierte al filme en una revelación múltiple, no
solo en lo artístico, sino también en lo sociológico, a partir del
fenómeno de popularidad de Maradona.
Aplaudida y al mismo tiempo criticada por las connotaciones
políticas que lleva implícitas, Paradise now, trata un
tema tan delicado como el de los jóvenes suicidas palestinos en
Israel. La dirige un palestino con residencia en Holanda, Hany Abu-Assad,
que volvió a la tierra del conflicto decidido a enfocar el asunto no
como noticia espectacular de los telediarios, sino desde adentro.
Para ello se centra en la vida de dos jóvenes que luego de ser
seleccionadas marchan a la misión. Pero algo falla y entonces se
suceden las más diversas acciones y reflexiones.
Abu-Assad trata de jugar limpio en este filme de ficción con
ribetes propios del documental en su afán de resultar objetivo.
Pareciera como si el director supiera cada una de las preguntas que
pudiera formularse un "espectador occidental", y las responde, lejos
de cualquier tono didáctico. Las razones de la inmolación son
tratadas desde los más diversos puntos de vista y haciendo confluir
hechos y personajes variados, en no pocas ocasiones en franca
contradicción.
Conocedor de lo difícil que es hacer cine político de ficción sin
asumir posturas de simpatía, el realizador equilibra esos puntos de
vista y en lo artístico solo parece fallarle la irrupción del
personaje de una joven palestina, recién llegada del extranjero, y
que incorpora sus opiniones a la trama de una manera un tanto
discursiva y vehemente, algo que desafina con el sereno tono
narrativo mantenida a lo largo de la cinta. Las conclusiones que
cada espectador puede extraer de lo que termina viendo pueden ser
variadas, porque sin duda el realizador logra su objetivo: provocar
la reflexión y con ella, las opiniones.
Y el argentino Pablo Trapero se aparece con la que puede
considerarse su película de madurez artística, debido al cuidado que
se observa en las formas, no obstante la insoportable canción con
que inicia su historia y que habla de "sangre, sangre y más sangre".
Nacido y criado se refiera a un hombre con linda esposa y
encantadora hija, buen trabajo y excelente nivel de vida, que una
noche lo pierde todo en un accidente de tránsito y entonces decide
huir y refugiarse en las más frías y lejanas tierras.
La película cambia de registro al contar las vicisitudes de este
hombre acosado por la culpa y los nuevos amigos que lo rodean.
Trapero impregna a su filme de una encomiable densidad dramática,
pero lo que pareciera un guión redondo deja ver gradualmente algunos
tirones encaminados a justificar un final en que presente y pasado
vuelven a encadenarse¼ para felicidad de los espectadores.
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