Malanga volvió a nacer

HÉCTOR ARTURO

Maximiliano Velázquez Montesinos nació en las faldas de la loma de la Academia Naval del Mariel el 21 de agosto de 1935. Pero dice que fue otro día 21, el de noviembre de 1986, cuando vino al mundo por segunda vez, en un salón del Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ).

De pequeño pasó todas las miserias habidas y por haber junto a su familia humilde, y se vio obligado a bajar al puerto del Mariel, con apenas 15 añitos de edad, para colocarse como estibador en forma de "caballo" o "chancero", como llamaban a los casi niños que hacían las jornadas de los trabajadores fijos, a cambio de unos pocos centavos.

Ni él mismo sabe por qué le pusieron el apodo de Malanga desde que se inició en las labores portuarias, cargando y descargando enormes sacos de 220 libras de peso, maderas y otras mercancías.

Dice que en 1959 la Revolución lo salvó por primera ocasión, al asignársele una plaza fija de estibador o bracero. Pero de tanto y tanto trabajar sin descanso, el corazón empezó a crecerle dentro del pecho, hasta que ya no le cabía en su cavidad, lo cual, sin que él lo supiera, es incompatible con la vida.

Los médicos del Mariel lo remitieron hacia el CIMEQ y allí los especialistas, encabezados por el profesor Noel González, le explicaron que era imprescindible realizarle un trasplante de corazón. Y Malanga festeja ahora su segundo cumpleaños, el de los 20 de haber sido devuelto a la vida.

Recuerda que en ninguna consulta le han preguntado jamás por su salario mensual, ni por su militancia política, ni por sus creencias religiosas.

Asegura que en ningún otro país del mundo existe un trabajador portuario que haya sido sometido a este tipo de intervención quirúrgica, cuyo costo se calcula en aproximadamente 70 000 dólares, precio que cubre solo el acto operatorio y no el periodo de hospitalización pre y posoperatoria, que suele ser extenso, y eso no está al alcance de un simple jornalero.

Afirma que los medicamentos que deben tomar diariamente los pacientes trasplantados, son sumamente caros, "y a mí jamás me han faltado ni un solo día, a pesar de que el bloqueo yanki eleva los precios considerablemente.

"Además, cada seis meses, desde hace 20 años, debo ser sometido a estudios y pruebas, y no he tenido que pagar nunca un solo centavo, lo cual solo es posible en Cuba, en esta Cuba que ahora Bush quiere cambiar a su manera para regresarnos a aquel pasado que yo viví y sufrí".

Tras su operación, Malanga continuó en las labores portuarias y sindicales, con el orgullo de haber sido uno de los tantos miles de cubanos que participaron en la Operación Carlota, en la carga y descarga de armamentos, medios de combate y tropas internacionalistas hacia y desde Angola.

Desde 1992 ostenta el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, y aunque se acogió a la jubilación en el 2004, expresa que se mantiene "al pie del cañón como dirigente sindical de los jubilados, y presente cada día en el puerto del Mariel".

Dispuesto siempre para ayudar a los demás, sobre todo a los más jóvenes, Malanga no olvida a la doctora Elba Garzón, al doctor Antonio Cabrera Plá, a la enfermera general y de salón Martha Corpión, a la también enfermera Mireya Spengler y a la Máster en Ciencias Sicológicas Edelsis Hernández, por todo lo que han hecho por él y el resto de los 116 cubanos que han recibido trasplantes de corazón.

Desea hacer mención aparte del Profe, de Papá Noel, como llaman todos ellos al doctor Noel González, pionero de este tipo de intervención quirúrgica en Cuba.

Y me pide que escriba su agradecimiento eterno al Comandante en Jefe y a la Revolución Cubana, verdaderos artífices de que él viva feliz y contento, trabajando, luchando, amando, soñando y creando, tras haber nacido por segunda vez el 21 de noviembre de 1986.

 

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