Los antillanos acusan un déficit propio del momento del
desarrollo en que se encuentran: no logran la efectividad y
concentración necesarias para darles feliz término a sets en los
cuales disfrutan de apretadas ventajas. Por ejemplo, en el cuarto
parcial del choque contra Brasil ganaban 22-19, y una secuencia de
errores echó por tierra la posibilidad de extender el desafío al
tie break.
Aun con otros aspectos por pulir —como la recepción y agrupar
mejor a sus hombres en el bloqueo— Cuba tiene sobre la cancha a un
sexteto joven cercano a los dos metros de altura promedio que, no
solo porque sus integrantes sean altos pintan como voleibolistas con
futuro, sino porque auxiliares a la manera de Raydel Corrales y
Michael Sánchez, el central Robertlandi Simón y el pasador Yoandry
Díaz, unidos al atacador cruzado Yasser Portuondo y al bloqueador
Odelvis Dominico, son capaces de imprimirle mayor velocidad al
desempeño de la escuadra.
El segundo choque —en la madrugada de hoy vs. Alemania— les
ofrecería a los nuestros la oportunidad de salir al terreno
repuestos y convencidos de que las derrotas de esta etapa marcan al
elenco para toda la lid. Han de reparar en lo sucedido a sus
compañeras del plantel femenino, que hasta el último momento
estuvieron pendientes de resultados ajenos para saber si entraban o
no en el selecto grupo de las cuatro finalistas.
Tiempo para una convincente recuperación se abre ante los
cubanos, porque Australia no ha de ponerlos en muchos aprietos, pero
Grecia sí ha escrito en años recientes una historia respetable, lo
mismo que Francia, hoy entre los primeros del planeta. Los caribeños
han de saber lo saludable que les resultará concluir esta etapa con
un solo revés.