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Aniversario 50 de las FAR

Arenga en el pantano

El expedicionario del Granma Arsenio García, narra sus vivencias sobre la vida de los jóvenes revolucionarios en México y la histórica travesía

Orfilio Peláez
pelaez@granma.cip.cu

Apenas había cumplido veinte años, cuando a principios de 1956 Arsenio García viajó a México para llevar cierta cantidad de dinero recaudado por el Movimiento 26 de Julio, que debía entregar personalmente a Fidel.

"Llegué a casa de María Antonia en la calle Emparan 49 C y allí tuve mi primer encuentro con el Jefe de la Revolución. Recuerdo que conversamos un largo rato, pues él tenía mucho interés en saber cómo estaba la situación en Cuba."

Arsenio García fue combatiente de la Columna 1, fundador del IV Frente Simón Bolívar y alcanzó el grado de Comandante del Ejército Rebelde.

En ese momento, cuenta Arsenio, sufro una gran desilusión al conocer que buena parte del dinero sería empleado en pagar deudas acumuladas por la compra de alimentos.

"Yo esperaba encontrar en el Distrito Federal un ambiente de intensos preparativos bélicos para iniciar pronto la lucha armada contra la tiranía de Batista, y lo que entonces observé fue un reducido grupo de compañeros viviendo en condiciones económicas estrechas y con mucho sacrificio."

CONVIVENCIA DE HERMANOS

Al núcleo inicial de los futuros expedicionarios se le incorporó progresivamente más hombres y fue necesario alquilar un determinado número de casas y apartamentos, en los cuales vivían como promedio entre 6 y 8 combatientes.

En cada una de estas viviendas, rememora Arsenio, había un compañero que era el responsable del local y todos estábamos en la obligación de cumplir al pie de la letra un reglamento interno, redactado por el propio Fidel.

"Dicho documento establecía estrictas normas de disciplina. No podíamos salir solos, ni llegar fuera del horario establecido o relacionarnos con desconocidos; nadie debía saber de nuestras actividades, ni la dirección de la casa. Había que mantener el más absoluto silencio, lavar nuestra ropa, limpiar, cocinar".

Con respecto a las labores domésticas, estas se rotaban entre los jóvenes asignados a cada casa, es decir un día le tocaba a uno elaborar los alimentos, a otro hacer la limpieza, etc.

De aquella convivencia, Arsenio guarda una anécdota imborrable: a finales de agosto de 1956, él estaba viviendo en un apartamento de la calle Coahuila, cuando un día trasladaron para allí al Che, quien acababa de salir de la cárcel, junto con Calixto García, (fueron los últimos compañeros liberados por las autoridades mexicanas).

"El Che estaba casado con la peruana Hilda Gadea y como vivieron juntos hasta que fue detenido, al parecer no estaba muy práctico con la cocina. Un día le dijimos: hoy te toca hacer el almuerzo. Nos fuimos a entrenar y cuando regresamos, le había echado tanto limón y sal a la comida, que nadie pudo comerse aquello."

Recuerdo que le propuse: Mira, de ahora en adelante cuando te corresponda cocinar, tú friegas la losa por mí y yo cocino por ti. Él aceptó enseguida.

LA HORA CERO

Ver al yate Granma en las márgenes del río Tuxpan la noche del 24 de noviembre de 1956, fue un instante inolvidable para Arsenio García.

"Sentí una profunda emoción porque al llegar allí y mirar a Fidel y a tantos compañeros, comprendí que la partida hacia Cuba era inmediata y se acercaba la hora de comenzar nuestra tarea principal de combatir con las armas contra la dictadura."

Cuenta que navegaron por el río en silencio absoluto, con los motores muy bajos, hasta que salieron al mar y empezaron a sufrir los embates de fortísimas olas en el Golfo de México.

"Hacinados en aquella pequeña embarcación y vapuleados por las marejadas, cantamos el Himno Nacional y después intentamos hacer lo mismo con la marcha del 26 de Julio, pero la mayoría de nosotros no sabíamos la letra, y debido al mareo, apenas se pudieron entonar las primeras estrofas."

Arsenio refiere que durante la travesía vivieron momentos muy difíciles, como fueron los dos primeros días en que estuvieron sacando agua del barco cubo a cubo, debido a un problema en el baño, y la caída al mar del compañero Roberto Roque, segundo al mando de la tripulación.

Pero desde su punto de vista personal, lo peor ocurrió en el desembarco. Internarse en aquel inmenso pantano caminando sobre los manglares, hambrientos y con el fango casi al pecho, ayudando a unos diez compañeros que venían en muy malas condiciones físicas, fue una verdadera odisea.

"En medio de la compleja situación y cuando muchos nos encontrábamos al límite de nuestras fuerzas, Fidel hace una arenga y dice que ya estamos en suelo cubano listos para iniciar los combates, que saldríamos del pantano, que nos esforzáramos, que íbamos a vencer en la guerra y liberar a la Patria."

Aquellas palabras pronunciadas en circunstancias tan adversas, ratificaban una vez más la confianza del Comandante en Jefe en el triunfo de la gesta revolucionaria.

 

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