La celebración en Cuba de los Festivales Internacionales de
Ballet deviene alianza perfecta entre el arte y el espíritu al
constituir esta disciplina artística una de las de mayor arraigo y
riqueza y que tiene como principal destino el goce del pueblo.
En medio de un mundo convulso, donde el flagelo de la guerra y el
fascismo hacen de las suyas, en la mayor isla caribeña se promueve
una cita de este tipo, no sólo la más antigua y perdurable, con 40
años de vida, sino capaz de aglutinar en los principales escenarios
a valiosas estrellas de la danza en el orbe.
Como dijera la prima ballerina absoluta Alicia Alonso, al
anunciar la festividad, que inició el 28 de octubre y concluyó el
seis de noviembre, es un privilegio histórico que este encuentro se
inscriba en la memoria de la cultura nacional, en tanto constituye
un necesario acercamiento de la humanidad a la fortuna espiritual
que aporta la danza, donde se funden música, movimiento y artes
plásticas con la ejecutoria del hombre.
La vigésima edición del Festival Internacional de Ballet, se
distinguió de manera particular por el estreno mundial de 10 obras y
otras siete en la Isla, a la vez que sus jornadas estuvieron
consagradas al aniversario 250 del natalicio del afamado músico
austriaco Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1991).
Atractivo especial de la cita fue igualmente la interpretación de
los grandes clásicos Giselle, El lago de los cisnes y Don Quijote,
célebres títulos del vasto repertorio del Ballet Nacional de Cuba (BNC)
y que mostró en sus roles protagónicos a figuras de la compañía que
dirige Alicia Alonso, singularizado en su armónico y versátil cuerpo
de baile.
Prominente actuación del artista argentino Julio Bocca junto a la
primera bailarina cubana Anette Delgado en El Lago de los Cisnes,
selló los éxitos conquistados por el destacado creador en su
desempeño en el gran ballet de la tradición y se despidió
precisamente con la propia obra con la cual debutara en Cuba en 1986
durante el X festival.
Como relevantes estrenos se cuentan El día de la creación, que le
valiera al español Gregorio Montero para recibir el Premio
Iberoamericano de Coreografía 2006, así como también las concebidas
por Alicia, Mozart divertimento, Cuadros en una exposición y Desnuda
luz de amor, esta última ideada para la prima ballerina italiana
Carla Fracci.
Solistas y compañías extranjeras de Alemania, Australia,
Dinamarca, Brasil, España, Francia, Italia, Rusia, Suecia y Ucrania
convergieron en la escena con integrantes del Ballet Nacional de
Cuba y el Ballet de Camaguey, quienes diseminaron su manera de hacer
por las dos provincias habaneras, Matanzas y Cienfuegos.
Exposiciones fotográficas y de caricaturas, muestras de cine y
video, presentaciones de libros, la inauguración del Salón Antón
Dolín en la sede de la compañía cubana y la cancelación de un sello
alegórico a las dos décadas del festival dieron vida al jolgorio
dancístico, que descorrió sus cortinas por vez primera en 1960 y
desde 1974 cobró carácter bianual.
La consecución y el alcance mundial del ballet, liderado en Cuba
por Alicia, Fernando y Alberto Alonso, fue tangible en el acto
inaugural, espectáculo que llevó a escena a estudiantes de
diferentes niveles de enseñanza y a figuras consagradas del Ballet
Nacional, ubicado entre las cinco grandes compañías del orbe.
Un desfile de estrellas por la legendaria sala García Lorca puso
punto final al XX Festival Internacional de Ballet y con la
presencia de su principal inspiradora Alicia Alonso quedó abierta la
convocatoria para el 2008 cuando los más diversos estilos y
tendencias de la danza vuelvan a hacer las delicias de los cubanos.