El
suplemento que ve la luz ahora, con los capítulos 4 y 6 de Cien
horas con Fidel, aborda el nacimiento de la Revolución contra
viento y marea externas, lideradas por el imperialismo norteamericano,
desde su colosal victoria del Primero de Enero de 1959.
¿Qué determinó al joven abogado Fidel Castro a organizar la lucha
armada tras el artero golpe del 10 de marzo, perpetrado por Fulgencio
Batista en aquel "madrugonazo" de Columbia? ¿Quiénes eran y cómo
aglutinó a los que serían sus compañeros en el acto de rebeldía que
cambiaría los destinos de la Isla, y los encauzaría por la senda
soberana de los próceres de 1868, cuando —en 1953—la república
neocolonial tenía apenas cincuenta años? ¿Cuáles fueron los
antecedentes inmediatos? ¿Qué ideología primaba entre los reclutados?
¿Acaso podía soñarse con una victoria sin el concurso del pueblo?
Estas y otras interrogantes más quedan respondidas por el
protagonista principal, Fidel Castro, en forma directa y absolutamente
sincera, donde no omite ni hechos ni personas que entonces pensaban de
una manera y luego se separaron del carril revolucionario.
Por aquel entonces el pueblo había quedado aplastado por la
maquinaria ideológica y publicitaria yanki y no podía pensar como hoy;
el marxismo, el comunismo eran para ellos palabras, si no
desconocidas, sí rechazadas por una inmensa mayoría, o a excepción de
un grupo pequeño de cubanos que integraban un partido con esa
ideología, el cual no era capaz de movilizar a las masas.
Paralizada la opinión pública pero, más que incómoda, decepcionada
por el golpe militar, en vísperas de unas elecciones generales, había
condiciones para conducirla a la lucha contra el golpe, a favor de un
cambio, pero no podría afirmarse, como dice Fidel en una de sus
respuestas a Ignacio Ramonet, que la masa tuviera un nivel de
conciencia política, aunque sí, esta y los jóvenes de la vanguardia
llevaban en alto el sentimiento ético, patriótico y de vergüenza.
Todas las preguntas, por complejas o elementales que se le formulan
al líder de la Revolución, obtienen respuesta y argumentos válidos hoy
y mañana. La organización y movilización de los futuros combatientes
se realizó voluntariamente y autofinanciada, de la forma más modesta.
Fidel no tenía un centavo. Ningún ingreso exterior se solicitó ni se
recibió. Solo unos pocos compañeros contaban con salarios decorosos
para la época, y fueron entregados a la causa. En cuanto a los jóvenes
ortodoxos, que integraron la mayoría del contingente entrenado —1 200—
eran muy sanos pero no poseían educación política; tenían instinto de
clase, pero no conciencia de clase, explica el líder revolucionario,
quien hace énfasis en algo que es válido en todo momento, haber
logrado entre todos un alto grado de disciplina y unidad.
La idea de tomar el Moncada por sorpresa y hacerse de las armas de
la segunda fortaleza militar del país, muy bien estructurada,
minuciosamente planificada, como se verá en las respuestas contaba con
un factor que no ha variado nunca en el proceso revolucionario cubano.
Factor básico de victoria para Fidel: el pueblo.
Contestando a una pregunta expone: "... cuando atacamos el Moncada
ya teníamos la idea de marcharnos hacia las montañas con todas las
armas ocupadas en el cuartel, si no colapsaba el régimen. Estoy seguro
de que habría colapsado (...) El pueblo se habría levantado y no le
quepa la menor duda, porque el que se levantara contra Batista tendría
apoyo inmediato de nuestro pueblo".
Esta respuesta de definición de un pensamiento permanente, nos trae
ahora a la mente las palabras del principal encartado de la Causa 37 o
el juicio del Moncada, cuando del estrado de los magistrados le
pregunta el fiscal con qué contaba para llevar a cabo su plan, y él
responde:
"Solo contábamos con nuestro propio esfuerzo y con la ayuda de todo
el pueblo de Cuba, que la habríamos obtenido, si hubiéramos podido
comunicarnos con él a través de la radio". E insiste el
interrogador: "¿Entonces solamente contaba con el pueblo?: "Sí, con
el pueblo; yo creo en el pueblo. El pueblo hubiera respondido
firmemente si llegamos a ponernos en contacto con él (...) Con todo el
pueblo unido, habríamos derrocado al régimen de facto".
En 1953 era un joven abogado revolucionario, respondiendo a los
jueces. Hoy es un estadista mundial para quien Patria es humanidad,
como afirmó el autor intelectual del Moncada: José Martí.
La importancia extraordinaria de esta obra no es solo conocer los
importantes resquicios de hechos extraordinarios, nacionales e
internacionales, en la voz de su protagonista, sino estimularnos a
estudiar cada uno de esos hechos a la luz del presente y el futuro,
comenzando por su génesis insoslayable.