Premio Habano 2006

Lin sigue dando guerra a los 87 años

Ronal Suárez Ramos

Pinar del Río.— Antonio María Paz Valladares perdió su nombre desde muchacho, cuando empezaron a llamarle Lin, sin que sepa a ciencia cierta el origen del apodo, ni tenga que ver con el chino que era dueño de Las Maravillas, una finca tabacalera a la cual pertenecía su vega hasta que la Reforma Agraria lo hizo propietario.

Foto: Daniel MitjansPrefiero que las grandes sean las hojas, no las matas, dice Lin.

Como sus padres y abuelos, nació y se crió entre las plantaciones de San Juan y Martínez; hoy tiene 87 años de edad, aunque no los aparenta. En su aval atesora la experiencia de un hombre que ha dedicado toda la vida al tabaco y a encaminar a sus tres hijos, de quienes dice estar ampliamente satisfecho, y con razón.

Erguido, con ideas claras y buen conversador, hace un alto en los trajines mañaneros para hablar de tabaco.

Lin recibió este año el Premio Habano por sus sostenidos resultados en la producción de capas para el torcido de exportación. De las 100 000 plantas que caben en su vega, obtiene en cada cosecha hasta 130 quintales, y por lo general más de la mitad son hojas aptas para vestir los famosos puros cubanos.

¿Cómo lo logra? "Del tabaco hay que ser esclavo; si no haces lo que exige hoy, mañana puede ser tarde, y tampoco es bueno adelantarse. A la hora de recolectar, por ejemplo, si coges una hoja tierna, seca oscuro, cuando está pasada de maduración, se vacía y pierde calidad.

"Tampoco recolecto después de regar agua, hasta tanto se le pasa la ‘metedura de nuevo’, pues influye en el secado; me gusta cosechar y llevar las hojas directamente para las tarimas de las ensartadoras. Cuando se trata de los centros, no dejo que le echen más de 50 pares a cada cuje."

El experimentado veguero afirma que lo primero es cuidar la tierra. No siembra otros cultivos entre cosechas en el área destinada al tabaco, y periódicamente le pasa la picadora a la hierba, para incorporarla al suelo como materia orgánica.

"A la hora de sembrar, encargo más de 120 000 posturas, y donde hacen falta tres hombres empleo cinco, con el fin de que vayan seleccionando la buena.

"Surco a 36 pulgadas de ancho y siembro a 13 entre plantas, de manera que tengan espacio para desarrollarse. Siempre exijo el uso de la ‘chiva’ (cordel con nudos que indican la distancia a sembrar) para esta tarea, con el fin de asegurar uniformidad."

De las atenciones culturales tiene el mismo criterio: todas en su momento. "El tabaco te va pidiendo lo que necesita, basta con que lo observes para saber cómo tratarlo, excepto la fumigación, esa la aplico preventivamente, pues después que la plaga afectó las hojas, ya no dan capas.".

La foto en la pared de un hombre con bata de médico que conversa con el Comandante en Jefe Fidel Castro, hace cambiar de conversación. "Se trata de Antonio, mi hijo mayor. Es quien realiza los implantes a los niños sordo-ciegos, y ha cumplido otras misiones importantes. Reside en La Habana.

"Le sigue Sergio, que es licenciado en Física, pero desde hace unos años vino para la vega, pues necesitaba preparar el relevo, y el tercero, Nelson, es especialista en Ortopedia; así que todos se formaron en dos de los programas principales de la Revolución", expresa.

Las Maravillas es un lugar apartado, tierra adentro, aunque los vecinos disponen de energía eléctrica y un camino transitable siempre que la lluvia no sea demasiada. Lin recuerda que sus muchachos estudiaron en varios lugares de Pinar del Río y de la capital.

"Los apoyé en todo, pero me siento recompensado. En otro país hubiera tenido que ser millonario para tener hoy tres profesionales como ellos", reconoce agradecido.

¿Hasta dónde piensa llegar en la producción de capas?

"Hasta donde la salud me acompañe; siempre con el principio de que no se trata de tener alto rendimiento un año, sino de mantener buenos resultados en cada campaña."

 

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