Relaciones de vecindad

LOURDES PÉREZ NAVARRO
lourdes.p@granma.cip.cu

Desde el Reparto Taíno, Manzanillo, en la provincia de Granma, escribe Luis Escalona Hechevarría interesado en saber cómo puede mediar en un conflicto que desde hace un tiempo se viene produciendo entre habitantes de su localidad.

He presenciado en varias ocasiones violentas discusiones entre vecinos —explica en su carta—, debido a que tienen árboles cuyos frutos de algunas ramas cruzan la cerca, y el de al lado coge algunos. ¿Existe algún cuerpo legal que establezca algo al respecto?, pregunta.

Vivir unos próximos a otros, en sociedad, origina relaciones de vecindad que de acuerdo a lo estipulado en el Código Civil, generan derechos y obligaciones para los propietarios de los inmuebles colindantes. Ellos, advierte, deben de abstenerse de realizar actos que perturben, más allá del límite generalmente admitido, el disfrute de los locales vecinos.

En relación con el tema que expone el lector, la mencionada ley dispone que el titular de un inmueble puede reclamar que se corten las raíces, ramas y frutos de los árboles que se extienden sobre su propiedad o cortarlos por sí cuando, después de transcurrido un plazo de siete días de la notificación a su dueño, este no lo hiciere.

Si así ocurriese, el dueño del inmueble puede hacer suyos los frutos, ramas o raíces que corte por sí. Y advierte el Código: "También puede hacer suyos los frutos del árbol ajeno que caigan en su inmueble".

Cómo resolver los conflictos vecinales

La modernidad, el desarrollo urbanístico y tecnológico han incrementado y diversificado las fricciones entre vecinos. Cuando no existían las ciudades, los conflictos se limitaban a aspectos como la intromisión de humos y olores en los predios próximos, por la necesidad de establecer los límites que determinaran la demarcación de las fincas, por la búsqueda de paso a la vía pública o por el derecho de verter las aguas pluviales de los feudos situados encima de otros o adyacentes.

Hoy, lo mismo encontramos a un vecino que pone la música a niveles superiores a los tolerados por el oído humano, en franca violación de las normas de convivencia, que el colindante abre una ventana o una puerta en la pared que divide dos viviendas perturbando la necesaria privacidad, o construye un muro restando ventilación e iluminación al de al lado; que vemos cómo el derramamiento de agua provoca filtraciones que dañan los inmuebles aledaños e incluso la salud de las personas.

No falta el ruido de la sierra del vecino que se dedica a hacer trabajos de carpintería, del claveteo del zapatero, de la alarma del vehículo que se dispara a cualquier hora, o el humo del horno del que vende pizzas. ¿Quién no ha sido, al menos una vez, el causante o la víctima de situaciones similares?

Algunas encuentran solución en procesos contenciosos tramitados por la vía administrativa o judicial; otras no pueden ser resueltas jurídicamente por la legislación vigente.

En opinión de la licenciada María Julia Rodríguez Saif, profesora asistente de Derecho Civil y de Familia de la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Cuba, expuesta en su ponencia Las relaciones de vecindad en su trascendencia social en Cuba, esto "puede deberse al envejecimiento de las normas que regulan esta materia o a que técnicamente no han sido bien elaboradas, provocando entonces un grado de insatisfacción en aquellas personas que no ven la solución de sus conflictos en el instrumento creado a tales efectos".

La inevitable convivencia vecinal, agrega, no solo con sujetos que están en nuestra misma situación, sino también con las industrias, fábricas y en definitiva con el progreso tecnológico de nuestro tiempo, hace necesario un cierto grado de tolerancia impuesto por la vida en sociedad.

Las relaciones de vecindad, traducidas al lenguaje jurídico —afirma la especialista—, son siempre relaciones de mala vecindad, es decir, de tensión y de conflictos, pues cuando los vecinos acuden al Derecho es porque no se llevan bien.

Antes de acudir a los vericuetos de la Ley para resolver fricciones entre vecinos, ¿no valdría la pena agotar todas las razones y gestiones con buena voluntad? ¿Acaso es tan difícil acatar las normas de convivencia social? Sin duda, un buen punto para reflexionar.

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Especiales |

SubirSubir