La destrucción del dossier Posada está
acorde con la política de Bush

Afirma Max Rameau, vocero de CopWatch, en Miami

Jean Guy Allard

Que el FBI de Miami haya destruido el expediente de Luis Posada Carriles no constituye una sorpresa al estar "siempre más claro que la administración de Bush no está en contra de los terroristas o del terrorismo, sino contra el terrorismo que no es dirigido hacia sus propios blancos predeterminados", afirma Max Rameau, vocero de CopWatch, grupo miamense de defensa contra los abusos policíacos.

Para la administración de Bush, Posada Carriles y Orlando Bosch no son terroristas.

"Lejos de denegar esa aserción, la extrema derecha entiende este hecho perfectamente", añade el líder comunitario, quien dirige ese proyecto del Center for Pan-African Development, en entrevista con Granma.

Rameau señala el caso de Orlando Bosch, quien, al igual que Posada, "entiende la Guerra contra el Terror de la administración de Bush". Recuerda cómo, en abril del 2006, este terrorista otorgó una entrevista a WJAN, el canal 41 de Miami —una estación de televisión que retransmite a CNN en español—, en la cual lo dijo todo acerca de la destrucción del avión de Cubana salvo confesarlo.

"Mientras se negaba a decir ‘sí, yo lo hice’, cuando se le preguntó acerca de la gente que fue asesinada a bordo, contestó: ‘En una guerra, chico, como la que llevamos nosotros que queremos la libertad, usted tiene que derribar aviones, usted tiene que hundir barcos, usted tiene que estar preparado para atacar lo que esté a su alcance’. Así que la pregunta es: ¿cuál es la suerte de este hombre que va a la televisión —nada menos que de un afiliado de la CNN— para hablar de su papel en la voladura de una avión? Hoy, sigue viviendo en Miami, sin ser molestado por la policía de la Guerra contra el Terror."

Rameau recuerda también cómo José Antonio Llama, ex directivo de la Fundación Nacional Cubano-Americana, confesó el 22 de junio del 2006, en la primera plana del Miami Herald, que él y sus colegas "de esa organización, reconocida como sin objetivo lucrativo y exenta de impuestos", compró fusiles, explosivos, barcos y helicópteros "para destruir edificios y matar gente en Cuba".

"Aunque no puede sorprender la decisión política del gobierno de Estados Unidos —primero bajo Clinton en los noventa, cuando el complot estaba en plena ejecución, y ahora bajo Bush— de dejar libres en las calles de Miami a Llama y a sus amigos, el Herald, que es parte de la ‘prensa libre’ de EE.UU., ha escrito esa historia sin nunca usar la palabra ‘terrorismo’ para describir el acto de hacer explotar edificios y matar a civiles."

Para demostrar esa política de doble rasero, Rameau cita el hecho de que el mismo día de la publicación del artículo del Herald, el FBI y el Departamento de la Seguridad de la Patria ocuparon un pequeño edificio en uno de los barrios más pobres del sur de EE.UU., el reparto Liberty City, de Miami. Siete hombres fueron arrestados bajo cargos vinculados al terrorismo. "Ninguno tenía armas o dinero ni entrenamiento", comenta el responsable de CopWatch. "Sin embargo, todos eran negros".

"Es difícil imaginar lo que ocurriría con un hombre negro que fuese a una estación de televisión para contar cómo destruyó aviones o edificios. Así que, mientras siete hombres pobres son ‘satanizados’ por el gobierno de Estados Unidos y los medios de comunicación por no hacer nada, dos hombres blancos se encuentran libres después de confesar actos de terrorismo."

En la llamada guerra contra la droga, explica el líder comunitario, la mayoría de los arrestos es de jóvenes negros. "Esa gente pocas veces recibe asesoría y sus vidas son destruidas a su salida de la cárcel", dijo.

"Sin embargo, cuando jóvenes blancos ricos toman drogas, pueden todavía llegar a ser presidentes de Estados Unidos. Esta realidad lleva a hacerse preguntas obvias sobre si hay realmente una ‘guerra contra la droga’ o si esta ‘guerra’ no se usa como pretexto para alcanzar objetivos predeterminados¼ "

"Hay que hacerse ahora la misma pregunta sobre la Guerra contra el Terror", concluyó Rameau.

 

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