"Lejos de denegar esa aserción, la extrema derecha entiende este
hecho perfectamente", añade el líder comunitario, quien dirige ese
proyecto del Center for Pan-African Development, en entrevista con
Granma.
Rameau señala el caso de Orlando Bosch, quien, al igual que Posada,
"entiende la Guerra contra el Terror de la administración de Bush".
Recuerda cómo, en abril del 2006, este terrorista otorgó una
entrevista a WJAN, el canal 41 de Miami —una estación de televisión
que retransmite a CNN en español—, en la cual lo dijo todo acerca de
la destrucción del avión de Cubana salvo confesarlo.
"Mientras se negaba a decir ‘sí, yo lo hice’, cuando se le preguntó
acerca de la gente que fue asesinada a bordo, contestó: ‘En una
guerra, chico, como la que llevamos nosotros que queremos la libertad,
usted tiene que derribar aviones, usted tiene que hundir barcos, usted
tiene que estar preparado para atacar lo que esté a su alcance’. Así
que la pregunta es: ¿cuál es la suerte de este hombre que va a la
televisión —nada menos que de un afiliado de la CNN— para hablar de su
papel en la voladura de una avión? Hoy, sigue viviendo en Miami, sin
ser molestado por la policía de la Guerra contra el Terror."
Rameau recuerda también cómo José Antonio Llama, ex directivo de la
Fundación Nacional Cubano-Americana, confesó el 22 de junio del 2006,
en la primera plana del Miami Herald, que él y sus colegas "de esa
organización, reconocida como sin objetivo lucrativo y exenta de
impuestos", compró fusiles, explosivos, barcos y helicópteros "para
destruir edificios y matar gente en Cuba".
"Aunque no puede sorprender la decisión política del gobierno de
Estados Unidos —primero bajo Clinton en los noventa, cuando el complot
estaba en plena ejecución, y ahora bajo Bush— de dejar libres en las
calles de Miami a Llama y a sus amigos, el Herald, que es parte de la
‘prensa libre’ de EE.UU., ha escrito esa historia sin nunca usar la
palabra ‘terrorismo’ para describir el acto de hacer explotar
edificios y matar a civiles."
Para demostrar esa política de doble rasero, Rameau cita el hecho
de que el mismo día de la publicación del artículo del Herald, el FBI
y el Departamento de la Seguridad de la Patria ocuparon un pequeño
edificio en uno de los barrios más pobres del sur de EE.UU., el
reparto Liberty City, de Miami. Siete hombres fueron arrestados bajo
cargos vinculados al terrorismo. "Ninguno tenía armas o dinero ni
entrenamiento", comenta el responsable de CopWatch. "Sin embargo,
todos eran negros".
"Es difícil imaginar lo que ocurriría con un hombre negro que fuese
a una estación de televisión para contar cómo destruyó aviones o
edificios. Así que, mientras siete hombres pobres son ‘satanizados’
por el gobierno de Estados Unidos y los medios de comunicación por no
hacer nada, dos hombres blancos se encuentran libres después de
confesar actos de terrorismo."
En la llamada guerra contra la droga, explica el líder comunitario,
la mayoría de los arrestos es de jóvenes negros. "Esa gente pocas
veces recibe asesoría y sus vidas son destruidas a su salida de la
cárcel", dijo.
"Sin embargo, cuando jóvenes blancos ricos toman drogas, pueden
todavía llegar a ser presidentes de Estados Unidos. Esta realidad
lleva a hacerse preguntas obvias sobre si hay realmente una ‘guerra
contra la droga’ o si esta ‘guerra’ no se usa como pretexto para
alcanzar objetivos predeterminados¼ "
"Hay que hacerse ahora la misma pregunta sobre la Guerra contra el
Terror", concluyó Rameau.