Joel Díaz en el fiel del barrio de Cayo Hueso

Construcción y comunidad: vínculo indisoluble

MARTA ROJAS

El arquitecto Joel Díaz Gutiérrez se encuentra entre los ganadores del Premio Nacional de Cultura Comunitaria 2006. Se le identifica para la obtención del máximo galardón en ese campo como fundador del Taller de Transformación Integral del barrio de Cayo Hueso, en Ciudad de La Habana. Justo que así sea, pues Joel ha recorrido un largo y útil camino en su profesión y como hombre comprometido con su pueblo en más de un evento histórico.

Foto: RAÚL LÓPEZArquitecto Joel Díaz, Premio Nacional de Cultura Comunitaria.

Este holguinero de nacimiento, llegó en la adolescencia a Camagüey y allí cursó el bachillerato. Siendo adolescente, junto a Jesús Suárez Gayol y otros jóvenes más protestó contra el golpe del 10 de marzo. En la Universidad, ya en la Escuela de Arquitectura, tiene contactos con José Antonio Echeverría. Al triunfo de la Revolución aún no ha concluido la carrera pero prueba conocimientos en el plan del Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda, conocido como el Plan de Pastorita, en La Habana del Este, hoy Monumento Nacional por la calidad del proyecto urbano. Luego estará vinculado a la labor social de Raquel Pérez de Miret para laborar intensamente en la comunidad de Los Naranjos. Alterna, sin embargo su entrega profesional, con el activismo en el Comité Cubano de Solidaridad con Viet nam del Sur, del cual fue fundador tras haber sido convocado por Melba Hernández. Guarda con emoción el recuerdo del día que le asignaron el proyecto del monumento a Ho Chi Minh en el Parque de la Paz, en la avenida 26, Nuevo Vedado.

El Taller de Transformación Integral tiene su sede central en Espada y Oquendo, antigua ferretería de Wong, establecimiento muy conocido en La Habana donde luego se establecería la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana. Su objeto ha sido promover el desarrollo urbano y sociocultural del entorno y los vecinos del barrio con la activa participación de estos.

Cayo Hueso cuenta con 36 000 habitantes en un área relativamente pequeña en el espacio comprendido de Infanta y Malecón a Malecón y Belascoaín, de Malecón y Belascoaín a Zanja, y de Zanja a Infanta.

HISTORIA VIVA

Una de las motivaciones principales de la gestión transformadora reside en su carácter social, partiendo del interés y el sentido de pertenencia al barrio.

Una de las áreas más hermosas, la Casa del Niño y la Niña.

Sus calles rezuman historia patria. Allí estuvo el Cementerio de Espada, lugar vinculado a los Estudiantes de Medicina fusilados impíamente el 27 de noviembre de 1871. También las canteras de San Lázaro donde Martí adolescente vivió el rigor criminal del colonialismo español. Mella hizo de la Sociedad de Torcedores, en San Miguel y Oquendo, hoy Monumento Nacional, un lugar de acción revolucionaria educacional. Esta Sociedad fue creada por los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso, muchos de los cuales regresan a Cuba en el 1900 y van a vivir a casas y edificios de este barrio modesto y céntrico a la vez. De ahí el origen del nombre.

El barrio —explica Joel— fue fundado por un comerciante español que adoptó la ciudadanía cubana, de apellido Trillo; era un hombre que buscaba sobre todo hacer dinero y fomentó este enclave relativamente cerca de las tabaquerías de principio de siglo donde trabajarían los emigrados que regresaban a Cuba. Donde está el parque, al que dio su nombre, había un mercado. El individuo llegó a ser representante a la Cámara y senador, pero él veía el barrio como su propiedad. No obstante, la gente hizo de este una comunidad muy sólida e independiente de ese propietario casateniente. Los tabaqueros fueron los primeros que le dieron identidad nacional.

Muchas veces —prosigue Joel— aquí se luchó para que se le diera al parque el nombre de un patriota. Finalmente se erigió la estatua de Quintín Bandera pero la costumbre de identificarlo como parque Trillo se ha mantenido. En torno a ese parque crecieron jóvenes revolucionarios como Raúl Aguiar, combatiente del Moncada, jefe de la célula de Cayo Hueso. No hay que olvidar que el joven abogado Fidel Castro, fue delegado del partido Ortodoxo por ese barrio, para participar en las elecciones frustradas por el artero golpe militar de Batista, el 10 de marzo de 1952. Por otra parte Raúl Castro vivió como estudiante en una casa de huéspedes situada en Neptuno entre Aramburo y Soledad. Melba Hernández era vecina de la calle Jovellar. También el barrio recoge una rica historia artística, nuestra gran Omara Portuondo ha dicho más de una vez que se siente orgullosa de haber nacido y vivido en Cayo Hueso, donde también puede decirse que nació el filin. Recientemente han descubierto que el gran poeta dominicano Pedro Mir, vivió durante su exilio en una casa de la calle San Rafael, y su hermano Luis en el callejón de Xiqués.

Los que trabajamos en la labor comunitaria tratamos de insuflarle a los vecinos ese orgullo, para que el sentimiento de pertenencia y cuidado de su entorno sea mayor, aunque no es solo eso lo que acredita méritos a Cayo Hueso en cuanto al proyecto comunitario. Aspiro, y permítanme decirlo en las páginas de Granma, que Armando Hart, al frente del Programa Martiano, quien también anduvo por estas calles, calorice esta comunidad cuyos vecinos más representativos fueron, nacido el siglo XX, los tabaqueros de Cayo Hueso admirados por el Apóstol.

RAZONES COLECTIVAS

Debo aclarar —nos dice el arquitecto y promotor— que la transformación aquí ostensible no es un éxito mío sino de la propia comunidad. Aunque no hemos logrado todo lo que esta aspira que sea su barrio. Las condiciones físicas son aún precarias, sobre todo en la vivienda, no obstante los esfuerzos realizados. Del mismo modo se lucha tenazmente por la higiene. Acabo de elevar al Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología, la síntesis de un estudio sobre la higiene, en relación con la lucha antivectorial. Se trata de algo que no es nuevo pero requiere aplicación periódica, ni más ni menos que la limpieza de las tuberías del drenaje pluvial. La higiene también es cultura comunitaria.

El parque Quintín Banderas, centro del barrio.

Con orgullo, Joel muestra algunas de las realizaciones gestionadas por el Taller.

Contamos con la Casa del Niño y la Niña, en Espada y Vapor. Un centro de recreación adonde vienen los pequeños a jugar y aprender. Este lugar, con mucho esfuerzo de todos, se mantiene a partir del trabajo voluntario de compañeras y compañeros. En este caso debo mencionar a Rosita Sardiña, un puntal básico. La UNICEF ha contribuido con donaciones de juguetes y acondicionamiento de un parque aledaño. Tenemos tres casas comunitarias que funcionan también con labor voluntaria de vecinos, destinadas a niños, adultos y de la tercera edad. En todas se trabaja por la disciplina social. Paralelamente se hace todo lo posible, con la colaboración del Consejo Popular para aliviar los problemas constructivos.

Por otra parte —añade— hay una amplia participación de jóvenes en el deporte, con el apoyo de instructores. De este barrio han salido peloteros para la Serie Nacional. Por mencionar uno, el jardinero de Industriales, Yasser Gómez, desde la escuela primaria, José Luis Boss trabajó con él y con muchos más, aunque nos faltan materiales indispensables para aumentar la participación.

Hemos promovido —explica— el cultivo de la danza, las artes plásticas, el aeromodelismo, el canto, las cantorías; prestamos atención al parque infantil Tesoro Escondido, la Casa Comunitaria de San José y Espada, y la Peña de Abuelos; alentamos un taller de muñequería, y otro de artesanía y maquillaje; velamos por el funcionamiento de la sala de video y de la Universidad del Adulto Mayor. Estos son hechos muy concretos que evaluamos con el mayor rigor. La casa Quiero a mi Barrio, en San Miguel y Oquendo, es como una brújula para medir la influencia que han tenido estas ideas y su repercusión cultural y social.

Joel se entusiasma con su trabajo, una labor paciente y de lucha constante, pues no siempre ha encontrado el apoyo indispensable para rebasar los problemas sociales más agudos asociados a la precariedad habitacional.

Pero no estoy solo, cada colaborador voluntario en uno de esos frentes dan todo de sí para que el proyecto venza, con el concurso del Consejo Popular.

 

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