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Consejo de Derechos Humanos en Ginebra
El mundo pendiente de una respuesta
LINO ORAMAS
Como
un molesto lobanillo que de pronto se torna en una complicación de
vida o muerte, se le presenta al recientemente surgido Consejo de
Derechos Humanos (CDH) de la ONU el tema de la ilegal prisión que
mantiene Estados Unidos en la base naval de Guantánamo.
El nombre de esa porción del suelo cubano ilegalmente en manos de
EE.UU., pronunciado ahora en el CDH, se presenta en variadas facetas
vinculadas con los peligros del mundo de nuestros días y sus
protagonistas: los "buenos" y los "malos".
Las expectativas acaban de hallar una respuesta inicial cuando
cinco relatores del ente multinacional, en una intervención conjunta
en el Consejo, precisaron que el proyecto de ley sobre métodos de
interrogatorio que la Casa Blanca propuso al Congreso de EE.UU. viola
los estándares de la Convención de Ginebra en materia de derechos
humanos.
Los expertos Leandro Despouy (relator especial sobre la
independencia de la justicia), Paul Hunt (de salud física y mental),
Asma Jahangir (libertad religiosa), Manfred Nowak (tortura) y Leila
Zerrougui (detenciones arbitrarias) piden nuevamente el cierre de la
prisión de Guantánamo y cualquier otra cárcel secreta, y denunciaron:
"No solo el gobierno (estadounidense) no cumplió con ningún paso para
cerrar el centro de detención de Guantánamo, sino que recientemente
propuso un proyecto de ley al Congreso que es una violación de las
obligaciones de Estados Unidos en materia de derechos humanos y de los
requisitos del artículo 3 de la Convención de Ginebra".
Zerrougui subrayó que han visto "con gran preocupación" que
Washington no solo no ha adoptado medidas para cerrar esa prisión,
sino que "ha construido un nuevo edificio y empezará a funcionar a
finales de mes", según reporta la agencia EFE.
La inmediata reacción en boca del embajador estadounidense en
Ginebra, Warren Tichenor, fue definitoria: "Estados Unidos no tiene
ningún interés en ser el carcelero del mundo... Pero recién podremos
cerrar Guantánamo si seguimos protegiéndonos a nosotros y a nuestros
aliados de la amenaza que parte de los hombres detenidos allá".
El presidente Bush acaba de reconocer, tras lograr un acuerdo entre
la Casa Blanca y los congresistas republicanos, que la falta de esa
legislación privaría a Estados Unidos de una herramienta fundamental
en su enfrentamiento al terrorismo.
Y es que las acciones del 11-S dieron pie al memorando redactado
por un asesor jurídico del Presidente que es hoy Ministro de Justicia,
quien estimó legal detener a sospechosos de episodios terroristas,
retenerlos sin plazo fijo y torturarlos o hacerlos desaparecer por la
CIA en cualquier parte del mundo con permiso del inquilino de la Casa
Blanca, pues, como comandante en jefe, este puede usar los "métodos y
medios para confrontar al enemigo" que considere apropiados.
Un innegable aporte al prohijar el empleo de esta "herramienta"
favorita de Bush. Son públicas las llamadas técnicas de
"interrogatorio coactivo" que fueron materia de estudio de la Escuela
de las Américas —siniestra institución del ejército estadounidense
ubicada en Panamá entre 1946 y 1984— donde se halla la cuna de los
escándalos por torturas. Graduados allí regresaron a sus países para
perpetrar los peores crímenes en nombre de la "libertad" y la
"democracia".
Novedosa en esta historia también resulta la complicidad de otros
gobiernos. George W. Bush, al defender la existencia de prisiones
secretas controladas por la CIA, previno incluso —reportan las
agencias de prensa— que tiene intenciones de conservarlas; de ellas
una estaría en Polonia y otra en Rumania.
En un sentido más recto se expresó el consejero jurídico del
Departamento de Estado, John Bellinger: "Lo que el Presidente ha dicho
claramente es que la información derivada del interrogatorio a estos
individuos ha sido compartida para salvar vidas europeas... los
gobiernos europeos deberán decidir si prefieren o no beneficiarse con
esta información".
El ex presidente James Carter, por su parte, descalificó al primer
ministro británico, Anthony Blair, por su política de sumisión a los
lineamientos de Washington, indicó el rotativo The Daily Telegraph.
Blair ha sido reiteradamente criticado por no condenar, ni pedir el
cierre de la cárcel de Guantánamo y limitarse a calificar su
existencia de "anomalía".
Una de las parlamentarias al frente de las investigaciones
ordenadas en el Viejo Continente tras el revuelo causado por las
revelaciones del mandatario yanki, Sarah Ludford, indicó que las
palabras de Bush ponen en ridículo a los gobiernos que, hasta ahora,
habían rechazado la existencia de estas prisiones.
Entretanto, la Unión Europea anunció que continuará su diálogo con
los EE.UU. sobre la "salvaguarda" de los derechos humanos en la "lucha
contra el terrorismo" y admitió que las "cárceles secretas violan las
leyes internacionales".
Mientras el CDH tiene por estos días a Estados Unidos bajo su
pupila crítica, en el plenario de la Asamblea General de la ONU se
reiteran los llamados a frenar los abusos e ilegalidades que se
cometen en nombre del enfrentamiento al terrorismo.
Las imágenes de prisioneros con ojos y oídos tapados, la afrenta de
Guantánamo y el mantenimiento de cárceles clandestinas en Europa
integran el pedestal —entre otros elementos— del poder hegemónico que
se pretende.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, durante tres semanas,
recorre un quebradizo camino al final del cual muchos aguardan. |