Colaboración médica cubana

Empeño sin treguas y una talla en madera

MARÍA JULIA MAYORAL Y JOSÉ M.CORREA (foto), enviados especiales

LES CAYES, HAITÍ.— En el número 35 de la calle Cartagena, en el centro de esta ciudad, viven cubanos. La sala del inmueble, pequeña y acogedora, exhibe una talla de madera dura, nada usual. El supuesto adorno, colocado encima del televisor, tiene labrada una única palabra en forma de arco: Heroísmo.

Observar la rápida recuperación de niños operados es una de las mayores satisfacciones de los cirujanos Aurelio Álvarez y Roberto Aguirre (de izquierda a derecha en la foto)

El objeto recuerda un día aciago, cuando todos en la Brigada Médica, no solo los residentes en esta vivienda, corrieron hacia el lugar del accidente; uno de los tantos que suceden aquí a causa del tránsito automotor, y que colocan en situaciones límites a los colaboradores de la Mayor de las Antillas, habitualmente atareados, tanto aquí, en el hospital departamental nombrado Inmaculada Concepción, como en otras instalaciones sanitarias distantes de Les Cayes, cabecera del Departamento Sur.

Nadie recuerda el nombre de los turistas; solo su interés por congratular al grupo de hombres y mujeres de batas blancas, empeñados en el salvamento de decenas de heridos en la vía pública. El testimonio de esas impresiones quedó expresado en un regalo: la talla en madera.

No era la primera vez ni sería la última en que acudían a prestar socorro en situaciones extremas. Desde 1998 hay presencia de colaboradores cubanos de la Salud en esta provincia de Haití. En estos momentos son 40, entre ellos 24 médicos y 13 técnicos de laboratorio.

Pero mucho más intensas que las labores de emergencia, resultan las del día a día. Durante el primer semestre de este año hicieron más de 134 700 consultas en instituciones sanitarias y en visitas a las viviendas de los enfermos; realizaron 3 460 cirugías, 936 partos, miles de radiografías, más de 45 000 análisis de laboratorio, y les cabe la satisfacción de haber salvado a 1 598 pacientes graves, explica el doctor Juan Antonio Pérez Méndez, jefe de la Brigada Médica en esta región.

LO COTIDIANO

A la entrada del hospital Inmaculada Concepción, dispuesto en varios pabellones de mampostería pintados de amarillo y verde, está una reducida sala de urgencias. Para el médico Ortelio Ceballos, proveniente de Ranchuelos, Villa Clara, el recinto equivale a "un frente de batalla"; allí constantemente reciben heridos, enfermos de malaria, de fiebre tifoidea, personas hipertensas con lesiones encefálico-vasculares..., "y hay que tratar de rescatarlas de la muerte en este sitio antes de pasarlas para una sala, pues el hospital carece de servicios de terapia intensiva e intermedia".

En cualquier pabellón el trabajo no deja espacios para el sosiego. La avileña María del Carmen González, con 32 años de experiencia en ginecología y obstetricia, vive, como otros colegas, la angustia de ver pacientes que, aún sin autorización facultativa, abandonan la instalación porque no les alcanza el presupuesto para prolongar la estancia hospitalaria. También, comenta la profesora, nos llegan mujeres parturientas en estado crítico, pues la falta de dinero las mantuvo alejadas de los servicios médicos hasta última hora.

En medio de ese panorama, si algo satisface es la pronta recuperación de los enfermos. Seline Robert, madre de tres menores, le ofrece esa alegría al equipo médico que la atendió en el salón de operaciones, los cirujanos Roberto Aguirre y Moraima Valdés, la anestesióloga Magda Reyes y la técnico Emilia Machado. Aquejada de bocio (se le extrajo un tumor de 6,4 kilogramos), la mujer casi no podía respirar y apenas comer. Cuarenta y ocho horas después de la intervención quirúrgica, Seline estaba sentada al pie de la cama, ingiriendo sin mayores contratiempos los primeros alimentos del día; así la encontraron los doctores durante el habitual pase de visita al comienzo de la jornada.

Tampoco Choquin Chery, de ocho años de edad, da señales de gravedad, aunque su delgadez y baja estatura dicen de la precariedad en que vive su familia. Operado por una peritonitis, tiene de compañero de sala a otro menor, quien también se recupera con rapidez gracias a la pericia quirúrgica de los galenos cubanos. Así, de sala en sala, la vida va ganando espacios.

Es una faena sin treguas la desarrollada en el hospital Inmaculada Concepción y en las comunas del Departamento Sur donde laboran los colaboradores de nuestro país. Entonces, no es de extrañar que curiosos turistas decidan regalar una talla en madera para representar lo que sus ojos vieron: Heroísmo.

 

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