La separación de periodistas de sus empleos en El Nuevo Herald y
otros medios norteamericanos, acusados de cobrar salarios
gubernamentales por su colaboración con Radio y TV Martí para atacar a
Cuba, ha concentrado por estos días la atención de los círculos
políticos y mediáticos de la Florida.
Los directivos que decidieron las sanciones explican ahora sus
razones y los más prominentes personajes de la mafia cubano-americana
se muestran indignados.
Entre inculpaciones, reproches y justificaciones nadie se ha
detenido en el análisis de otras aristas políticas y morales, mucho
más trascendentes, de acuerdo con las funciones sociales de la prensa.
Vale entonces recordar la sobresaliente participación de Wilfredo
Cancio y Pedro Alfonso, dos de los columnistas del Herald, conocidos
por sus calumnias contra los cinco cubanos luchadores antiterroristas
desde el mismo 12 de septiembre de 1998, cuando fueron arrestados por
el FBI, y durante todo el proceso que concluyó con el amañado juicio.
Con sus mentiras y diatribas casi diarias los ahora defenestrados
profesionales contribuyeron a acuñar, mediante la reiteración, la
condición de espías de los Cinco y a presentarlos como sujetos muy
peligrosos para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Esta campaña desempeñó un papel decisivo en la creación de un
ambiente de hostilidad en el seno de la comunidad contra los acusados,
indispensable para manipular impunemente el proceso judicial.
Pero la contribución de estos periodistas de alquiler no se limitó
a eso. Ellos formaron parte destacada entre quienes presionaron
mediante amenazas al jurado y a las autoridades judiciales, con la
finalidad de lograr las condenas, aun cuando no aparecieran evidencias
demostrativas de culpabilidad.
Cancio y Alfonso, sumados a otros cancerberos de la mafia de origen
cubano, ocultaron que la misión de Gerardo Hernández, René González,
Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González consistía en la
búsqueda de información acerca de los planes fraguados por las
organizaciones terroristas, que con toda impunidad han actuado durante
años contra la Isla.
La labor de los Cinco forma parte de los esfuerzos de las
autoridades de Cuba para proteger a su pueblo de ataques que hasta la
fecha han costado la vida a más de tres mil cubanos y provocado
lesiones invalidantes a otros dos mil.
Se admite públicamente que los periodistas cobraban salarios
provenientes del presupuesto estatal para atacar a Cuba, con lo cual
violaron no solo normas impuestas por sus empleadores, sino también
elementales principios éticos establecidos desde hace años en el país.
La importancia que tiene destacar esta vieja y extendida práctica
es que ahora ha sido puesta en evidencia, denunciada y castigada por
los propios enemigos de la Isla, pues desde hace años y de manera
detallada y sistemática el gobierno y los medios cubanos han
denunciado tales prácticas mercenarias.
Si los encargados de hacer justicia en el caso de los Cinco quieren
ser consecuentes con la ética, lo que en términos jurídicos se llama
Nuevas Evidencias, aquí tienen una prueba, una más, de que todo el
proceso seguido durante ocho años a esos luchadores antiterroristas no
fue más que una colosal conspiración anticubana.
Este episodio pone en evidencia nuevamente la doble moral reinante
en esa prensa corrupta que se jacta de objetiva, libre e
independiente, mientras miente, calumnia y manipula alineada a los
peores intereses imperiales y de sus mafiosos aliados.
Con esta operación quirúrgica, presentada como un simple conflicto
de intereses, el Herald y los demás, como " inocentes y ofendidas
víctimas " de los Cancio, los Alfonso y compañía, seguirán dándose
golpes de pecho acerca de su supuesta independencia.
Todo indica que en este episodio quedan cosas que no han salido a
la superficie y, como en los icebergs, apenas muestran una pequeña
parte. Esperemos.