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Simplemente emocionante y conmovedora resultó hoy la visita de los
presidentes de Cuba y Venezuela, Fidel Castro y Hugo Chávez, a la
Casa de Ernesto Che Guevara en la localidad cordobesa de Alta
Gracia.
Emocionante por ver llegar al modesto lugar, hoy
convertido en museo, a estas dos figuras de diferentes generaciones,
pero unidas en la lucha revolucionaria e incontestables hacedores de
historia, para sostener un encuentro con la historia.
Conmovedora porque dio la impresión de que nadie en
este municipio se quedó hoy en su casa, a juzgar por la
aglomeración de público en torno a la edificación y a ambos lados
de la calle que lleva hasta el recinto.
A la ovación con que fue recibida la caravana de
autos al llegar allí le siguió un estruendoso y prolongado coro de
¡Fidel, Fidel!, y vítores al presidente venezolano.
El primero, con su impecable uniforme verde olivo, y
el segundo, con su conocida camisa roja, se acercaron a la multitud
que le extendía los brazos para saludarlos, a lo cual accedieron
con evidente complacencia y buen humor.
En medio del júbilo, se acercaron a un enjambre de
reporteros que demandaban una declaración, algunas palabras o
simplemente la posibilidad de fotografiarlos, y todos quedaron
complacidos.
En el pequeño jardín frente a la modesta casita,
nombrada Villa Nydia, curiosearon en torno a una escultura de cuerpo
entero que representa a Ernestito sentado en el muro del portal,
mirando hacia la calle.
Amigos de aquellos tiempos (1932 a 1944) se dieron
cita en la casa y relataron a los reporteros que esa era la pose que
adoptaba Ernesto cuando tenía un ataque de asma y desde allí
observaba, con cierta tristeza, cómo ellos jugaban.
Después de recibir la bienvenida de las autoridades
municipales, ambos dignatarios recorrieron el interior de la casita,
cargadas de recuerdos y testimonios, fotos de la época, documentos
y diversos objetos.
Ariel Vidosa, Enrique Martín, Alfredo Moreschi y
Carlos "Calica" Ferrer- los mencionados amigos y vecinos-
se encargaron de darle vida a todo aquello a través de sus relatos,
que los dos presidentes recibían con atención al tiempo que
hacían sus propios comentarios.
Para Chávez fue rememorar textos leídos y
repasados, para Fidel Castro, era reconocer algunas cosas y recordar
otras tal vez relatadas por Ernesto durante el exilio común en
México, o convertido en el Che guerrillero de la Sierra Maestra.
El diálogo con "estos muchachos de 80"
como los caracterizó Chávez, fue un tránsito por los momentos y
sucesos que fueron formando el carácter de quien después sería el
Comandante Che Guevara y el Guerrillero Heroico caído en Bolivia.
Después hubo un intercambio muy cálido con el
personal que cuida del museo y la agradable sorpresa de encontrar
allí a una joven argentina, recién graduada de la Escuela
Latinoamericana de Medicina de La Habana, quien narró algunas de
sus experiencias en Cuba.
A punto de partir, mientras Fidel Castro compartía
impresiones con un numeroso grupo de reporteros, Chávez,
apartándose un poco, lo hacía con otros a quienes comentó que
salía de esta casa con las baterías recargadas.
"Yo soy un ser que vino de otro tiempo a
alimentarme más, me voy con las baterías del alma cargadas para 80
mil años más de lucha y de batalla", afirmó.
Dijo que recorrer el lugar donde Ernesto Guevara
pasó la infancia y parte de la juventud, y recibir de sus
entrañables compañeros de escuela, juegos y travesuras testimonios
vivos de aquellos tiempos, era como recolectar las semillas de la
historia.
"Estoy recogiendo las semillas de la historia,
aquí mismo, recargando las baterías revolucionarias",
expresó Chávez mientras se dirigía hacia el auto en que, junto a
Fidel Castro, partió hacia al aeropuerto en viaje de retorno a su
país.
Fue una tarde memorable, que, como exclamó un
vecino al exhortar a la multitud a vitorear a los dos mandatarios,
reinscribe a Alta Gracia en la historia.