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             Aquel brujo amor 
            Toni
            Piñera 
             En
            homenaje al aniversario 50 del fallecimiento del compositor español
            Manuel de Falla, el Ballet Español de Cuba estrenó, hacia 1996, Aquel
            brujo amor, una puesta en escena donde se combina con acierto el
            gesto, la danza y la emoción. A diez años de la primera vez, el
            BEC trajo a las tablas de la sala García Lorca del GTH, una pieza
            renovada, ya sea por los jóvenes intérpretes, como por algunos
            cambios en su concepción, que indudablemente la van enriqueciendo. 
             La
            enigmática música de Manuel de Falla marca los pasos y la
            atmósfera de esta obra en dos actos y cuatro escenas, que está
            inspirada en el ballet pantomímico El amor brujo. En poco
            más de una hora, Eduardo Veitía, ataviado como coreógrafo ha
            realizado una labor de investigación en los bailes, pues, no se
            trata solo de flamenco, sino que se amplía al ballet clásico, del
            que es deudor el director y bailarín, así como a otras danzas
            populares que dejan en él su huella. Son, claro está, cubanos que
            bailan lo español, ya que como ha expresado en reiteradas ocasiones
            Veitía "solo pretendo mostrar en la escena, a través de la danza y
            la música, la fusión de estas raíces que conforman nuestra
            cultura nacional". 
            Al ver las creaciones en
            esta nueva etapa de la compañía, uno comprende que hay aún por
            pulir, si de quehacer en conjunto se trata, y específicamente del
            lado de los varones, pero no cabe dudas que el BEC demuestra siempre
            deseos de seguir adelante y, sobre todo, de trabajar. Aquel brujo
            amor, sustenta un credo artístico, y vuelve a lograr su más
            alto instante cuando penetra en el mundo flamenco. La última
            escena, con los gitanos que se unen a la alegría de la pareja
            (Candela/ Liliana Fagoaga), excelente. Carmelo/ Víctor Alarcón,
            dejó buena impresión en su debut, aunque tiene por delante un
            camino que recorrer en lo dramático. 
            Eduardo Veitía realiza
            una excelente interpretación en el José, al que dibuja con
            variados matices, mientras que la juvenil Graciela Santana va
            haciendo suyo El Destino, personaje que acomoda cada vez más a su
            pie. La mitad del triunfo de este ballet se debe a la coreografía,
            en la que sobresalen elementos novedosos, como en la tercera escena
            (la danza de los espíritus) dentro del lecho de las llamas para
            hacer desaparecer el espectro de José). La danza del fuego —aunque
            diferente a todo lo visto antes— queda por debajo de lo que pudo
            ser. Se suman, del lado positivo, los diseños del decorado,
            elaborados por Salvador Fernández y la dualidad del vestuario,
            informal y teatral al mismo tiempo.
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