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Paleta lírica de García Peña
VIRGINIA ALBERDI
BENÍTEZ
Ernesto
García Peña ha logrado imponer una marca en la visualidad cubana
de este tiempo. Se ven sus trazos, sus atmósferas, sus líneas, sus
escenas y se sabe que son de García Peña y de ningún otro. Aunque
lleven incorporadas herencias importantes y sutiles de nuestro
quehacer pictórico, la originalidad consiste en que el artista se
reconoce y el espectador también en el espacio imantado de su
realización. Todos dicen: ¡Es un García Peña!
Por estos días los
cuadros de García Peña se pueden apreciar en diversas instancias.
Durante este verano itineran sus obras sobre papel en el circuito de
galerías de la provincia matancera, ahora mismo en la galería Uver
Solís, de Jovellanos. En lo que resta de año irán a otras
provincias del país. Entretanto, acaba de preparar un envío de
telas hacia Canadá, donde expondrá en una importante galería.
Estas últimas obras
representan una variación en el canon del pintor. Sin dejar de
acuñar su estilo de transparencias líricamente efectivas y
resonancias románticas, la tonalidad cromática se intensifica y
por momentos se hace más grave, a manera de compensación
dramática.
Lo más importante de
este punto de giro radica en la acentuación del carácter
metafórico de las composiciones de un pintor que ha sabido siempre
manejarse en términos de una poesía de los sentimientos.
En ese territorio,
García Peña ha conquistado una expresión personal que completa la
gama de calidades que comenzó a apreciarse en la promoción de
artistas que surgieron a la vida cultural de la nación en los años
setenta, donde comparte un sitio de vanguardia junto con Nelson
Domínguez, Roberto Fabelo, Flora Fong, Eduardo Roca (Choco),
Gilberto Frómeta y Ever Fonseca, entre otros.
Un sitio que ha ido
prolongando en el tiempo, no solo con oficio, sino con la pasión
que suele acompañar toda entrega auténtica.
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