"Francisco Vicente Aguilera : un precursor 
de la independencia"

RAÚL RODRÍGUEZ LA O

Francisco Vicente Aguilera nació en Bayamo el 23 de junio de 1821. Fue su padre el coronel Antonio María Aguilera y su mamá Juana Tamayo Infante. Era una de las más distinguidas y acaudaladas familias de la zona oriental que contaba con la admiración y reconocimiento de los pobladores y vecindarios de Bayamo, Manzanillo, Las Tunas y Holguín. Tuvieron dos hijos: Antonio María y Francisco Vicente. El primero era el mayor y residía en La Habana donde murió siendo muy joven.

De modo que Francisco Vicente Aguilera quedó como el único hijo en quien depositaron todo su amor y las riquezas y propiedades que tenían para que nunca le faltara nada. Siendo niño sus padres lo enviaron a Santiago de Cuba a recibir la primera instrucción y parte de la secundaria. Luego, en 1836, se trasladó hacia La Habana para completar sus estudios superiores e iniciar la carrera de abogacía. Ingresó en el famoso colegio de Carraguao y allí tuvo entre sus profesores a José Silverio Jorrín.

En 1843, motivado por sus ideas de libertad e inquietudes políticas juveniles, hizo un viaje de paseo a los Estados Unidos de Norteamérica costeado por sus padres. De regreso a La Habana continuó sus estudios hasta graduarse de bachiller en leyes en el año de 1846. Por esa época al morir su progenitor retornó a Bayamo para acompañar a su mamá y ocuparse de los negocios y propiedades de la familia.

En el año de 1848 contrajo matrimonio en Santiago de Cuba con la señorita Ana Kindelán y Griñán. Con ella tuvo diez hijos. Para él la familia constituía uno de sus principales encantos. Por eso disfrutaba bastante llevando a sus hijas a las fiestas y actividades sociales.

Poseedor de una gran fortuna, propietario de ingenios, fincas, abundante ganado y grandes haciendas, pero dotado de noble corazón y excelentes sentimientos patrióticos. Era honesto, generoso, cordial, sencillo, excesivamente modesto y muy reflexivo. Leal y de extraordinarios principios éticos y morales. Tenía grandes amigos. Menospreciaba los honores y todo tipo de pompas. Trataba como iguales y con respeto y consideración a las personas más humildes, por lo cual era muy querido. Siempre rechazó los numerosos cargos públicos y empleos que le ofrecían los gobernantes y autoridades coloniales de la Isla. Incluso, el de "regidor perpetuo del Ilustre Ayuntamiento de Bayamo".

Por todas las razones y cualidades suyas ya expuestas anteriormente, era muy lógico que fuera precisamente este abogado bayamés, Francisco Vicente Aguilera, quien se convirtiera en uno de los principales precursores de la independencia cubana en el siglo XIX. De ese modo cuando en abril de 1867 terminó la Junta de Información y con ella se perdieron definitivamente todas las esperanzas de la clase terrateniente cubana de obtener reformas del Gobierno español, fue precisamente a él a quien correspondió el gran honor de fundar la primera Junta Revolucionaria de Oriente, el 14 de agosto de 1867, convirtiéndose en el iniciador principal de la conspiración por la independencia de Cuba en la zona oriental de la Isla.

Posteriormente fue elegido jefe máximo del movimiento revolucionario por los conspiradores orientales reunidos en la finca San Miguel de Rompe, el 4 de agosto de 1868. Sin embargo, luego en otra reunión celebrada en el ingenio Rosario, el 6 de octubre de ese mismo año, el liderazgo del alzamiento en armas le fue asignado al también bayamés Carlos Manuel de Céspedes. En dicho encuentro, a pesar de que Aguilera consideraba necesario esperar más tiempo para el levantamiento armado, se acordó realizar este el día 14 del referido mes.

Pero, lamentablemente, acontecimientos inesperados que podían hacer peligrar al movimiento revolucionario, obligaron a Carlos Manuel de Céspedes a adelantar el alzamiento e iniciar nuestra primera guerra por la independencia en su ingenio Demajagua, en Manzanillo, Oriente, el 10 de octubre de 1868.

Y entre todos los conspiradores que tan pronto se enteraron del pronunciamiento revolucionario independentista secundaron inmediatamente al Padre de la Patria, se encontraba el ilustre masón y fundador de la Logia Redención al servicio de la causa cubana, Francisco Vicente Aguilera, quien se alzó en armas en ese mismo mes de octubre en su hacienda Santa Ana del Cayojo, en Cabaniguán, Las Tunas.

Con una tropa compuesta por sus mayorales, empleados y esclavos, a los cuales había concedido la libertad, marchó rumbo hacia Bayamo con el objetivo de reforzar a los cubanos en el ataque a esa ciudad, el 18 de octubre. Ese mismo día, en Guamo, recibió un mensaje de Céspedes en el que se le confería el grado de General de División y la misión de ocupar el camino a Holguín. Ya tomada la heroica ciudad de Bayamo, el día 20, Céspedes le ordenó que contuviera al enemigo que pudiera acudir desde Manzanillo, lo cual cumplió poniendo a Modesto Díaz al frente de su tropa. Como tenía un alto sentido de la unidad que debía prevalecer en las filas revolucionarias, sirvió de mediador entre Céspedes y el Mayor General Donato Mármol cuando este se sublevó rechazando el liderazgo del primero, situación que quedó resuelta en el encuentro sostenido por los tres en Tacajó, el 29 de enero de 1869.

En abril de 1869 fue elegido en Guáimaro para ocupar el cargo de Secretario de la Guerra, al cual renunció a principios de 1870, aunque no se lo aceptaron. Debido al respeto y admiración de que gozaba entre sus compatriotas, en febrero de 1870, pasó a ocupar el cargo de Vicepresidente de la República en Armas. Incluso, en marzo de 1870, fue nombrado por Céspedes como Jefe del Ejército Libertador en Oriente, con el grado de Mayor General que ya poseía desde febrero de dicho año.

De la inmensa riqueza que poseía casi todo fue embargado por el régimen colonial español y lo poco que le quedó lo invirtió totalmente en la causa de la independencia cubana.

Por su lealtad a Cuba y a la revolución y ese enorme prestigio e historial patriótico y revolucionario alcanzado al servicio de la Isla, en el primer semestre de 1871, en medio de las divergencias y contradicciones internas entre el Ejecutivo y la Cámara de Representantes y el mando civil y militar, el Presidente Céspedes tomó la determinación de nombrar a Francisco Vicente Aguilera, en su condición de Vicepresidente, al frente de una importante misión junto a Ramón Céspedes, quien era Secretario del Exterior de la República en Armas, para ir a los Estados Unidos con el objetivo de resolver los graves problemas, pugnas y divisiones que allí también existían en la representación o Junta Revolucionaria entre los simpatizantes del hacendado Miguel Aldama y los partidarios del general Manuel Quesada, así como tratar de garantizar el suministro de armamentos, municiones, pertrechos y medicinas al Ejército Libertador junto al envío con esos fines de expediciones armadas a la Isla.

En cumplimiento de la misión encomendada por la máxima dirección de la revolución, Aguilera partió hacia los Estados Unidos vía Jamaica. En carta de Carlos Manuel de Céspedes, fechada el 22 de octubre de 1871, en el Bejuco, y en respuesta a otra de este, le dice:

"Tengo a la vista su deseada del 23 de agosto último en que anuncias tu llegada a esa ciudad sin ningún contratiempo, y por juzgarlo indispensable asumieron tú y Ramón los puestos que desempeñaban los ciudadanos Aldama y Mestre a virtud de sus renuncias.

"Me complace mucho que hayan sido ustedes recibidos desde Jamaica hasta esa con ferviente entusiasmo por todos los patriotas y que éstos, comprendiendo los verdaderos intereses de la patria, depongan toda animosidad y se consagren unidos a proporcionar a la revolución los elementos de guerra que necesita para echar de Cuba a los españoles en el término más breve posible economizando así nuevos horrores y sacrificios."

Aunque al principio de su arribo a Jamaica y luego a los Estados Unidos donde hubo una actitud de comprensión y apoyo a la misión que lo condujo al exterior, es necesario señalar lamentablemente que a pesar de los grandes esfuerzos realizados por Francisco Vicente Aguilera para cumplir la misión encomendada a favor de la unidad de los emigrados revolucionarios y para garantizar el apoyo en suministros al Ejército Libertador y envíos de expediciones armadas, esto no pudo ser resuelto cabalmente. Incluso, Aguilera hizo un viaje de recorrido por Europa con fines de divulgación y recaudación de fondos para la revolución. Estuvo en París y de esa estancia tenemos, entre otros, el testimonio de Juan Gualberto Gómez, quien entonces residía en la capital francesa desde mayo de 1869, donde realizaba sus estudios por lo cual pudo servirle de guía e intérprete:

"Esa iniciación produjo un resultado: hacer definitiva mi devoción al ideal de independencia. Un incidente contribuyó a arraigar en mí esa devoción, allá por los años 1872 o 1873 llegó a París el inmortal político Francisco Vicente Aguilera, Vicepresidente de la República en Armas. Don José Ramón Betancourt y Don Gabriel Millet me indicaron servirle de traductor. El gran patriota, en las semanas que trabajé a sus órdenes, me impresionó de tal manera por su bondad y me abrió tales horizontes con su devoción a Cuba que me inculcó mi amor definitivo al ideal por el cual sacrificó su cuantiosa fortuna, la paz de su hogar, su reposo y cuanto tenía. Por eso cuando dicen que soy discípulo de Martí, se equivocan: mi maestro en amor a la independencia de Cuba fue Aguilera."

Dicen que recaudó en París cerca de 20 000 pesos y otros muchos miles recibió de los emigrados cubanos en los Estados Unidos en su campaña para recaudar fondos al servicio de la misión a él asignada. Lo vieron pobre, mal alimentado, con los zapatos rotos y vestido humildemente, pero no tomó indebidamente ni un centavo para aliviar sus penalidades y necesidades personales y de familia, pues predicaba con el ejemplo y la austeridad más absoluta.

Por eso con toda razón y justicia José Martí al comentar sus virtudes lo elogió de manera particular en algunos de sus escritos, como pueden corroborarse en los tomos 1, 4 y 5 de sus Obras completas. En Patria, correspondiente al 16 de abril de 1892, escribió:

"¡Anda de moda tener en menos a aquellos a cuya mesa comió como hermano el millonario heroico, el caballero intachable, el padre de la república, Francisco Vicente Aguilera! Pues para que esas modas mueran, cría y prepara el Liceo San Carlos. Crece lo que la patria fundó. Es símbolo el friso nuevo, de los de nuestra bandera."

No pudo enviar las expediciones que se propuso ni venir él como deseaba a Cuba, pues en todos los numerosos intentos fracasó. Pero nos legó un ejemplo de lealtad, amor y entrega total y desinteresada a la Patria. El digno millonario cubano murió muy pobre en los Estados Unidos, en febrero de 1877. Pero con una fortuna inmensa y superior en dignidad, honor y vergüenza tal y como puede confirmarse en la siguiente carta a Miguel Aldama, fechada en Nueva York, el 16 de agosto de 1876, al expresarle sus posiciones revolucionarias y ansias de volver a Cuba, en los siguientes términos:

"A la revolución de mi patria salí como simple particular: combatí en ella por espacio de tres años, y nada sería más glorioso para mí, que retornar a ella, después de cinco años, con el solo título de ciudadano, a seguir combatiendo por la libertad del pueblo donde me cupo la honra de haber nacido."

Sobre él, al intentar caracterizarlo, también diría el periodista y patriota Manuel Sanguily, lo siguiente:

"No sé que haya una vida superior a la suya, ni hombre alguno que haya depositado en los cimientos de su país y en su nación, mayor suma de energía moral, más sustancia propia, más privaciones de su familia adorada, ni más afanes ni tormentos del alma."

 

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