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Declaración del
MINREX
Rotunda victoria frente al Imperio e irrebatible prueba del prestigio internacional de Cuba
Cuba fue elegida en el
día de hoy para integrar el Consejo de Derechos Humanos, órgano
recientemente establecido para sustituir a la desprestigiada
Comisión de Derechos Humanos. La candidatura cubana recibió el
apoyo de 135 de los 191 países miembros de la ONU. Estados Unidos
fracasó en su objetivo de impedir que Cuba ocupara un escaño en el
más importante Órgano especializado en materia de derechos humanos
del sistema de las Naciones Unidas.
Quedó corroborado una
vez más el creciente apoyo internacional a Cuba, tanto en su
denuncia y resistencia frente a las pretensiones de dominación
imperial de la superpotencia, como en la lucha que cada día libra
junto a los países de África, Asia, América Latina y el Caribe, y
todos aquellos que han hecho suya la reivindicación de paz,
justicia, desarrollo, equidad y solidaridad. Fueron esos países, en
su inmensa mayoría del Sur, y que aprecian la activa labor de
nuestro país en defensa de las causas que comparten nuestros
pueblos, los que hicieron posible la presencia de Cuba en el Consejo
de Derechos Humanos como miembro fundador.
La cifra de apoyos
recibidos por la candidatura cubana, superó incluso los dos tercios
de los Estados miembros de las Naciones Unidas, o sea, que aun en el
caso de que Estados Unidos hubiera logrado imponer, cuando se creó
el Consejo de Derechos Humanos el pasado mes de marzo, su pretendida
aspiración de exigir el apoyo de la mayoría de dos tercios de los
Estados miembros en la Asamblea General de las Naciones Unidas para
la elección de los candidatos a ocupar un escaño en el Consejo de
Derechos Humanos, Cuba habría resultado igualmente elegida.
Tras la contundente
respuesta de unidad y firmeza brindada por el pueblo cubano el
pasado 1º de mayo ante la anunciada decisión de la Administración
Bush de recrudecer aún más su política de hostilidad, bloqueo y
agresiones contra Cuba, el resultado de las elecciones al Consejo de
Derechos Humanos viene a confirmar el rechazo de la comunidad
internacional a la pretensión del imperio de negar al pueblo cubano
el disfrute de su legítimo derecho a la independencia y la
autodeterminación.
La elección de Cuba al
nuevo Órgano de derechos humanos de las Naciones Unidas corrobora,
además, el descrédito generalizado del ejercicio anticubano que
promovió Estados Unidos en la Comisión de Derechos Humanos en las
últimas dos décadas.
Dicho resultado
demuestra, igualmente, que el Gobierno de Washington no puede
excluir o condenar a Cuba en foro internacional alguno cuando
existen las condiciones para que los países ejerzan secreta y
libremente su voto, sometidos únicamente al dictado de sus
conciencias y expresando su voluntad soberana.
La derrota del imperio
ha sido por partida doble. A la elección de Cuba, se suma el hecho
de que el gobierno de George W. Bush no podrá ocupar asiento en las
filas reservadas para los 47 miembros del Consejo de Derechos
Humanos.
Ante el temor de recibir
un voto de castigo de la comunidad internacional como respuesta a su
conducta violatoria de los más elementales derechos humanos, y de
desprecio al multilateralismo y al Derecho Internacional que lo
sustenta, Estados Unidos ni siquiera pudo presentar su candidatura a
integrar el Consejo.
Debe recordarse que en
las elecciones el voto es secreto y, aunque también en estos casos
el gobierno norteamericano recurre a sus acostumbradas presiones y
chantajes para el logro de sus objetivos, el nivel de efectividad de
las mismas suele ser mucho menor.
Resulta oportuno
recordar que Estados Unidos fue excluido durante el año 2002 de la
membresía de la Comisión de Derechos Humanos —que será
enterrada el próximo mes de junio para dar paso a la primera
sesión del Consejo de Derechos Humanos— en respuesta a su
manipulación política de las labores del Órgano, cuyo ejemplo
más connotado ha sido la imposición de su espurio ejercicio
anticubano. Para garantizar que el imperio pudiera acceder a un
escaño en la Comisión al año siguiente y evitarle una nueva
humillación en un escrutinio competitivo, los siempre fieles
servidores del presidente Bush, y los señores Aznar y Berlusconi,
retiraron las candidaturas a integrar la Comisión de sus
respectivos países, permitiendo el endoso de la aspiración yanqui.
Los voceros de la
Administración Bush esgrimieron ahora como pretexto para sustentar
su decisión de no aspirar a un escaño en el nuevo Órgano, su
voluntad de mantener una conducta coherente con el voto de rechazo
registrado por Estados Unidos en marzo pasado, al momento que fuera
decidida la creación del Consejo de Derechos Humanos. De ese modo,
intentaron ocultar su pavor ante la posibilidad, a todas luces real,
de un nuevo fracaso en la gestión de una candidatura de la
superpotencia a integrar el principal Órgano de derechos humanos de
la ONU, en una coyuntura especialmente compleja, signada por la
creciente impopularidad del principal inquilino de la Casa Blanca.
Al momento de anunciar
su decisión de no aspirar "en esta ocasión" a integrar el Consejo,
Estados Unidos indicó claramente que trabajaría contra el ingreso
al Órgano de varios países que ocupan la primera línea de
resistencia frente al proyecto de dominación hegemónica y global
del imperialismo. Cuba, por supuesto, quedó desde el primer
instante identificada entre las prioridades de países cuyas
candidaturas serían saboteadas y tendrían que ser derrotadas. En
Washington, Nueva York, Ginebra y en numerosas capitales de todas
las regiones del mundo, los representantes de la Administración
Bush ejercieron diversas formas de presión contra la legítima
aspiración de Cuba.
En sus acciones contra
la candidatura cubana, Estados Unidos contó nuevamente con la
subordinación y el apoyo cómplice de muchos en la Unión Europea y
la inmensa mayoría del resto de los países que comparten el
reparto de los privilegios que se derivan del injusto orden
internacional vigente. Aterrorizados por las consecuencias que
podría acarrearles la osadía de haber impedido una fórmula que
garantizara la elección sin riesgos del tutor de sus mezquinos
intereses y adalid de su excluyente ideología, la inmensa mayoría
de los países de la Unión Europea que cerraron filas intentando
bloquear el ingreso al Consejo de los países identificados en la
lista "negra" preparada por el Departamento de Estado
estadounidense, en la cual Cuba ocupaba una honrosa posición de
vanguardia.
No faltaron incluso los
aliados cercanos y peones del imperio que dentro de la Unión
Europea trabajaron con vehemencia por lograr que sus miembros
asumieran públicamente como suya, la lista "negra" de candidatos
elaborada en Washington.
En esta humillante
conducta de sumisión descolló nuevamente la República Checa,
cuyas autoridades no desaprovechan oportunidad alguna para añadir
un raro colorido a su condición de marionetas asalariadas de los
círculos imperialistas de poder en Estados Unidos yde la propia
mafia terrorista anticubana de Miami.
No faltaron tampoco en
esta ocasión, algunos pocos gobiernos lacayos en América Latina —los
pueblos de nuestra región han logrado en su lucha que su número
sea cada día menor— que respondieron solícitos a la exigencia de
los funcionarios del Departamento de Estado de negar el apoyo a la
candidatura de Cuba.
El pueblo cubano ha
conseguido un importante éxito. Este, sin embargo, no debe ser
interpretado como una garantía a la neutralización futura de la
actividad anticubana de Estados Unidos en el Consejo. El imperio
seguirá contando en las filas del nuevo Órgano con lacayos
dispuestos a cumplir la misión anticubana que le sea dictada desde
Washington.
La oposición en
solitario de Estados Unidos —con el único acompañamiento de
aquellos que también votan en contra de la resolución que exige el
fin de su unilateral bloqueo a Cuba, a saber, Israel, Palau e Islas
Marshall— a las modalidades decididas para la creación del
Órgano que sustituirá a la Comisión de Derechos Humanos, no
estuvo motivada en una eventual disminución de su capacidad para
seguir imponiendo resoluciones injustas y políticamente motivadas
contra países del Sur. Su voto en contra sólo encuentra
explicación en la demencial arrogancia imperial que caracteriza la
conducta internacional de la actual administración republicana.
Debe recordarse que
Estados Unidos había votado en contra de la resolución que dio
origen al Consejo, porque no pudo asegurarse una presencia
permanente en su membresía y porque, a pesar de todos los esfuerzos
tras bambalinas de sus aliados para atender positivamente sus
intereses, fracasó en imponer sus pretendidos requisitos para vedar
automáticamente el ingreso al Órgano de países que como Cuba,
levantan su voz de denuncia y resisten los intentos de someter
política e ideológicamente a los pueblos del Tercer Mundo.
Como fuera expuesto en
la Declaración del MINREX del 28 de febrero pasado, el proyecto de
resolución que sería adoptado a la postre para establecer el
mandato, la composición, las funciones y los métodos de trabajo
del Consejo de Derechos Humanos, acomodó adecuadamente muchos de
los intereses estratégicos de Estados Unidos y sus aliados
industrializados. El Consejo fue creado, sacrificando importantes
reivindicaciones de los países del Sur, que habían sido defendidas
y contaban con un apoyo mayoritario durante todo el proceso de
negociaciones.
Fueron eliminadas del
texto adoptado, tanto la determinación de brindar una atención
prioritaria en el nuevo Órgano a la realización del derecho al
desarrollo para todos los pueblos del mundo, como el reclamo de
establecer criterios claros y no discriminatorios que permitieran
poner fin a la selectividad y a los dobles raseros en la
presentación de resoluciones sobre países. Elevando la magnitud y
el espectro de eventuales sanciones contra países del Sur en el
funcionamiento del Consejo, y también con el objetivo de saciar los
reclamos del imperio, se incluyó una llamada cláusula de
suspensión, que permite privar en cualquier momento de sus derechos
a países elegidos como miembros del Consejo de Derechos Humanos.
Como se recordará, el voto de Cuba a favor del proyecto de
resolución que permitió la creación de dicho Órgano, estuvo
acompañado de una declaración expresando serias reservas con
relación a todos estos elementos.
La crisis de
credibilidad de la Comisión de Derechos Humanos, que determinó su
sustitución por el Consejo, fue una consecuencia directa de la
determinación política de Estados Unidos y sus principales aliados
de manipular las labores de la Comisión en función de sus
intereses de dominación. Si esa vocación y conducta imperialistas
persistieran en el futuro, como todo hace indicar que ocurrirá, el
Consejo de Derechos Humanos será un poco más de lo mismo.
Tan pronto fue creado el
Consejo, Cuba oficializó su candidatura aintegrar su membresía.
Nuestro pueblo no teme a los desafíos y sabe luchar incluso en
escenarios complejos y que puedan resultar adversos. A pesar de los
riesgos derivados de las modalidades decididas para la creación del
Consejo, Cuba siempre estuvo convencida de la necesidad de integrar
el nuevo Órgano y trabajar desde su escaño para enrumbar las
labores del Consejo hacia una cooperación internacional genuina en
materia de derechos humanos. Cuba estará presente en cuanto
escenario internacional permanezca abierto a la participación no
discriminatoria de todos aquellos interesados en la cooperación y
el diálogo, sobre la base del más estricto respeto a la igualdad
soberana de todos los Estados.
Cuba expresa su sincero
agradecimiento a todos los gobiernos que brindaron apoyo decidido a
su aspiración de integrar el Consejo de Derechos Humanos. A todos
ellos y a todos los pueblos y personas que luchan en este mundo por
el triunfo de la justicia y la reivindicación de la verdad, Cuba
les asegura que no cejará un solo instante en su empeño por hacer
del Consejo de Derechos Humanos el Órgano que reclama la gran
mayoría de la humanidad para alcanzar finalmente las respuestas que
requieren sus necesidades y reivindicaciones, tantas veces
preteridas y traicionadas.
Si Estados Unidos y
otras potencias industrializadas lograran secuestrar las labores del
Consejo y convertirlo en un nuevo tribunal inquisidor para sancionar
a los pueblos del Sur y demonizar cuanta causa justa sea enarbolada
en nuestro planeta, no deberá existir duda alguna en que Cuba
ocupará nuevamente el estrado para la denuncia y luchará
firmemente contra los que por carecer de principios y razón,
recurren a la fuerza, la confrontación y la mentira.
Cuba honrará esta
expresión de confianza de todos aquellos que comparten la
convicción en el triunfo de los que luchan por la libertad y la
justicia. Cuba cumplirá dignamente el mandato que le ha sido
conferido por todos aquellos que apoyaron su candidatura al Consejo
e hicieron posible esta rotunda victoria de su heroico pueblo.
Habana, 9 de mayo de
2006. |