Los hijos de JM/WAVE

Un manejo de la CIA para agrupar a una fauna de terroristas contra la Revolución cubana

JEAN-GUY ALLARD

Robert Ferro, el cubanoamericano arrestado en California con la más grande cantidad de armas jamás capturada en la historia de Estados Unidos, según las propias autoridades federales, es un ejemplar más de la red de delincuentes que ha desplegado en el territorio estadounidense y hasta fuera de Estados Unidos la llamada industria del anticastrismo.

Theodore Shackley, jefe de la estación JM/WAVE en Miami.

Cuando en la segunda mitad de la década del sesenta se desmantela en Miami el enorme consorcio del terror que había instalado ahí la Agencia Central de Inteligencia (CIA), bajo el nombre de código JM/WAVE, también fue liberada de sus tareas una enorme cantidad de personajes, preparados para la guerra sucia y a quienes, incluso, se les vendió a precio de socios todo un arsenal de medios para librarla.

De 1960 a 1967, esa infernal maquinaria empleó a 250 oficiales y a más de 2 000 agentes cubanos con un presupuesto de cientos de millones de dólares, en un inútil y fracasado intento por destruir a la Revolución cubana.

A partir de 1962, bajo la dirección de Theodore Shackley, "El Fantasma Rubio", se desarrolla contra Cuba un sinnúmero de operaciones de sabotajes, atentados y conspiraciones. Con este propósito, se crearon decenas de empresas fantasmas: turoperadores, inmobiliarias, agencias de detectives, y se entrenaron en el uso de técnicas de terrorismo a cientos de individuos.

En esa operación participaron también experimentados mercenarios tales como Luis Posada Carriles, Félix Ismael Rodríguez Mendigutía, quien ordenó el asesinato del Che; Guillermo e Ignacio Novo Sampoll, vinculados al asesinato del canciller chileno Orlando Letelier; José Basulto, capo de Hermanos al Rescate, y el líder "contra" Rafael Chi Chi Quintero, a quien la CIA usara luego, durante décadas, en sus actividades.

A partir de ese desmantelamiento, numerosos personajes de origen cubano, licenciados por JM/WAVE, reaparecieron, por cierto, en numerosas acciones no tan autónomas contra Cuba. Sin embargo, esos mismos individuos usaron constantemente al llamado anticastrismo como pretexto para toda una serie de actividades sumamente ilegales tales como el tráfico de drogas —que alcanzó su más alta connotación con el escándalo Coca-contra (el mal llamado Irangate)—, el tráfico de armas, ilustrado ahora por Ferro, y el contrabando humano.

Santiago Álvarez y el Santrina, la combinación que permitió la entrada de Posada Carriles a territorio de Estados Unidos.

Las mismas lanchas que se usaban para realizar sabotajes en la costa cubana, los mismos pilotos que lanzaron bombas en territorio cubano, las mismas técnicas de clandestinaje y de destrucción que se usaron contra la Isla, reaparecieron entonces en el contexto de una extensa red criminal cuyos miembros se manifestaron luego, no solo en su base de Miami, sino también desde New Jersey hasta California, desde Miami hasta Buenos Aires.

El periodista norteamericano Gary Webb desenmascaró, como nadie lo hizo antes, en 1996, en una serie titulada Dark Alliance, publicada en el San Jose Mercury News, las maquinaciones de la CIA en el mundo de la droga, y reveló a los norteamericanos cómo barrios negros del país fueron inundados de crack, en medio de un tráfico destinado a abastecer de dinero y armas a la "contra" nicaragüense.

Webb denunció al narcoterrorista Luis Posada Carriles y a sus cómplices cubanoamericanos involucrados en este criminal negocio, dirigido desde la propia oficina del ex jefe de la CIA y entonces vicepresidente de los Estados Unidos, George Bush padre.

El 10 de diciembre del 2004, Webb fue encontrado en su domicilio con dos balas en la cabeza. Un suicidio, dijeron las autoridades policiacas.

El actual jefe de la CIA, un ex agente de la Agencia, participó en las operaciones de la estación de Miami en 1972, realizando operaciones terroristas contra Cuba, lo que confesó públicamente.

Basulto y Ramón Saúl Sánchez, dos veteranos terroristas vinculados a la CIA.

El propio Goss, de 66 años de edad, se hizo multimillonario al vincularse a "negocios" generados por sus actividades con JM/WAVE. Fue luego representante en el Congreso por Sanibel Island, en la Florida, a partir de 1988, y presidió el Comité de Inteligencia de la Cámara Baja desde 1997 hasta su nombramiento, por Bush hijo, el 10 de agosto del 2004.

A partir de 1970, Ted Shackley, el jefe miamense de Goss, dirigió, desde la sede de la CIA en Saigón, las operaciones de tráfico de heroína manejadas desde Laos por personajes tan poco recomendables como el coronel Oliver North, Richard Secord y... Félix Rodríguez Mendigutía.

La droga traficada por la CIA se vendía tanto entre los G.I. (General Infantry), adictos al potente estupefaciente, como en los propios Estados Unidos a través de los Santos Traficante, padre e hijo, aquellos socios del ex padrino mafioso de La Habana, Meyer Lansky.

Las propias autoridades judiciales admitieron hace unos días conocer la operación encubierta que introdujo a Posada Carriles en territorio estadounidense, unos meses después de su salida traficada de Panamá. (Se supone que se trata de una simple coincidencia: el embajador de Estados Unidos en Panamá cuando son indultados los terroristas era un tal Simón Ferro).

También la Fiscalía de Florida del Sur reconoció su amplia trayectoria de cabecilla terrorista.

Bosch, Posada, Rodríguez Mendigutía y ahora Robert Ferro son nombres que por sí solos constituyen razones que explican y justifican la presencia en Estados Unidos de patriotas cubanos que protegieron a los propios norteamericanos de un terrorismo furibundo, que ha recibido hasta ahora protección desde las más altas esferas del poder.

Mientras, Miami sigue dominada por una fauna extremista que la CIA parió, armó, entrenó, utilizó y protegió desde el triunfo mismo de la Revolución cubana y luego con su base miamense JM/WAVE, esos Cinco cubanos siguen presos en cinco cárceles distintas del inmenso territorio de Estados Unidos.

Y esto por haber intentado contrarrestar las actividades criminales de los que sí se benefician, bajo el pretexto del anticastrismo, de una criminal tolerancia.

 

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