|
Para aproximar el surco a la tarima
(Final)
COLECTIVO DE
REDACCIÓNNACIONAL DE GRANMA
nacionales@granma.cip.cu
Desde el mes de febrero
hemos estado tratando varios asuntos de la producción y
comercialización agrícolas, cuyo ciclo inicial de reflexiones
concluimos hoy.
Debería evaluarse la conveniencia de someter todos los productos agropecuarios al sistema de precios topados y solo excluir de ese sistema los alimentos no básicos para la población.
No pocos criterios nos
han hecho llegar expertos en la materia, y hay que decir que todas
las opiniones coinciden en señalar que entre los nudos gordianos
para aproximar el surco a la tarima, además de los impagos a los
productores, están el funcionamiento de Acopio y la necesidad de
revisar quién se hace cargo de la comercialización.
Si se fuera a realizar
una encuesta y decidiéramos preguntar: ¿Qué usted le exigiría
en primer lugar al Ministerio de la Agricultura?, de seguro que
el entrevistado responderá: Que produzca muchos alimentos a menor
precio.
Si la segunda
interrogante de ese sondeo fuera: ¿Cuál es la función esencial
de las Direcciones de Comercio? Que comercien con eficiencia,
buen trato y protejan al consumidor, contestaría de inmediato.
Sembrar, cosechar,
acopiar, comercializar y administrar los Mercados Agropecuarios
Estatales (MAE) son una complejidad de tareas para el Ministerio de
la Agricultura que no le permite concentrarse en su misión
principal, lo cual es aumentar la producción de alimentos con menor
costo, tarea bastante difícil, además, cuando son mínimos los
recursos y abundan los problemas climáticos.
En todas estas semanas
de intercambio de opiniones, una de las preguntas ha sido por qué
la responsabilidad de administrar los centros de venta de productos
agropecuarios no es subordinada a entidades de las Direcciones de
Comercio del Poder Popular, que responden al Gobierno local y su
estructura está directamente vinculada a la población.
Aunque, aclaran, debiera
hacerse con métodos de trabajo diferentes a los que se aplican
actualmente en los llamados Mercados de Oferta y Demanda.
Se parte del fundamento
de que las administraciones de los mercados agropecuarios, donde
confluirían todos los productores o sus representantes, deberían
actuar con independencia, como verdaderas contrapartidas de los
concurrentes y como defensores de los consumidores.
La responsabilidad de
controlar los centros de venta de productos agropecuarios no
requeriría de mucho personal administrativo para minimizar los
gastos de la comercialización.
PARA ABAJO Y NO PARA
ARRIBA
Otra recomendación
importante que señalan los encuestados es que actualmente existen
condiciones para que todos los productos agropecuarios estén
sujetos al sistema de precios topados aprobados mensualmente por los
Consejos de Administración Territorial del Poder Popular y que
solamente se excluyan de precios limitados, aquellos alimentos no
básicos en el consumo de la población y cuyas cosechas sean en
menor escala.
De igual manera, que en
el sistema de precios topados debieran incluirse las ventas de
hortalizas y condimentos frescos que se realizan en los
organopónicos y huertos intensivos de la Agricultura Urbana y en
puntos de venta de Comercio.
Para evitar revendedores
y no favorecer la especulación, las cantidades de venta de los
productos agropecuarios a precios topados deberían ser reguladas
por consumidor.
Coincidencias en las
opiniones ofrecidas a Granma apuntan a la necesidad de que se
examinen, además, los principios en los que se basan los Consejos
de la Administración Territorial del Poder Popular para aprobar los
precios máximos de los productos agropecuarios.
La práctica hasta ahora
revela que no se tienen en cuenta las fichas de costos ramales para
cada tipo de producción, ni los niveles salariales de la población
de cada provincia o municipio, elementos que son determinantes a la
hora de fijar un precio tope.
Y lo cierto es que todo
el mundo a la hora de topar el precio, como regla, se va para la
escala máxima.
CONSUMO SOCIAL Y
REDISTRIBUCION TERRITORIAL
Varios experimentados
agricultores concordaron en la apreciación de que las Direcciones
de Comercio podrían encargarse territorialmente de orientar a los
productores cuáles son los destinos de sus cosechas, tanto las
dirigidas para los mercados de precios topados como las destinadas
al consumo social, de acuerdo con el criterio de la Agricultura.
Se sugiere a las
instancias gubernamentales que se examine la conveniencia de que el
MINCIN pueda asumir las redistribuciones territoriales de productos
agropecuarios para hacer el balance nacional de acuerdo con lo
propuesto por la Agricultura, tarea que realiza actualmente la
Unión Nacional de Acopio.
Las funciones actuales
de Acopio pudieran ser asumidas por los restantes eslabones de la
cadena que parte del surco y llega a la tarima. Así dejaría de
existir el intermediario más cuestionado por los agricultores del
país.
CERRAR FISURAS EN EL
CONSUMO SOCIAL
Otro asunto en que se
expresan preocupaciones es en las concepciones actuales para asumir
el aporte al consumo social.
El consumo social se ha
elevado mucho en los dos últimos años, lo cual sería beneficioso
si los alimentos dedicados a ese fin cumplieran su real cometido en
todos los casos, pero lamentablemente una parte de esas asignaciones
se desvía para medrar con esos productos vendiéndolos en el
mercado subterráneo.
En los intercambios con
el periódico, se mencionó con preocupación la existencia de casos
de centros sociales (como no se realizan controles periódicos), que
inflan las plantillas de sus comensales para recibir más alimentos
que los necesarios. También ocurre que en la preparación de los
comestibles los mejores productos no llegan realmente a sus
destinatarios: enfermos, ancianos, niños y adolescentes. Las
sustracciones se encubren con adulteraciones que empobrecen la
calidad de los suministros dirigidos a los sectores sociales
priorizados o a segmentos de la población más necesitada.
De igual modo, se
propone examinar el estado actual de las fincas de
autoabastecimiento de organismos, organizaciones e instituciones.
Debería evaluarse nuevamente si resultan provechosas y si las
áreas dedicadas a la producción de alimentos cumplen su función.
¿OFERTA Y DEMANDA?
Cuando en 1994 surgieron
los mercados agropecuarios de oferta y demanda, Cuba transitaba por
la etapa más difícil del periodo especial, existían otras
condiciones en la liquidez financiera de la población. La escasez
de alimentos en aquella etapa era muy aguda y los precios en el
mercado subterráneo eran astronómicos.
Durante la
investigación, se nos planteó en varias oportunidades la
posibilidad de eliminar los principios de oferta y demanda de la
comercialización agropecuaria, en cuyo nombre tantos desmesura y
abuso se cometen con la población y que mayoritariamente han
permitido a los intermediarios enriquecerse a costa de las
necesidades.
En realidad, esos
mercados de libre formación de precios fueron aprobados por un
Decreto emitido por el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros en
1994.
Han pasado cerca de 12
años desde entonces y quizás sería conveniente reflexionar sobre
el asunto a la luz de las actuales condiciones económicas del país
para encontrar soluciones más adecuadas al complejo mundo de la
comercialización agropecuaria.
Por lo pronto, hay una
contradicción que resolver. Los que venden en estos mercados a
altísimos precios se refugian en el principio de oferta y demanda y
gravan considerablemente al ciudadano común, pero para esos mismos
vendedores no existe la relación oferta-demanda a la hora de
recibir los beneficios sociales de la Revolución.
Para aproximar el surco a la tarima (Primera Parte) |