Piano y voz en las alturas

El ciclo integral de canciones de Harold Gramatges ha sido reunido en un álbum del sello Unicornio

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu 

Nada que envidiar a Schubert y Wolf. El lied cubano posee credenciales propias. Se nutre de un doble linaje: el de ascendencia universal y la juglaría insular de larga data. Y no es género menor, sino empinado escalón hacia una identidad que no se enquista. Un buen ejemplo, el de Harold Gramatges.

Foto: JOSÉ M. CORREARodeado de amigos y escoltado por Marita Rodríguez y Conchita Franqui, protagonistas del hecho cultural, el maestro Harold Gramatges celebra la salida del disco con sus canciones.

Su obra integral en ese campo, la de toda una vida, acaba de ser registrada y puesta a circular por el sello Unicornio, de Producciones Abdala, bajo un título elocuente, el mismo de un ciclo de canciones del maestro, En el huerto del cantar, a partir de los versos de Ángel Gaztelu, cofrade de ese bien llamado taller renacentista que fue el Grupo Orígenes.

El disco, por sí mismo, constituye un hito en la discografía cubana. Se admira, con solo tenerlo en la mano, una portentosa acuarela de Flora Fong en la cubierta. La nota analítica de María Elena Vinueza, escrita desde la emoción, aporta información imprescindible. La grabación de Jerzy Belc confirma su profesionalismo en el registro exacto de la música de cámara. El cuidado de Ana Lourdes Martínez en la producción no es noticia; se trata de una de las mejores en esas lides en el ámbito doméstico. Se hace notar la consagración de Gema Suárez, asistente de Harold, en la conjunción de tantas bellas voluntades.

Ello no quita el deber de señalar un vacío imperdonable: la ausencia de los textos poéticos musicalizados por el maestro. El propio Harold ha dicho que en poetas de probado aliento ha hallado inspiración y gozo. Ellos, algunos quizás sin saberlo, coprotagonizaron el acto creador. ¿Cómo no van a constar los versos en el cuadernillo que acompaña el disco? ¿Qué oyente no va a querer seguir la obra de Harold leyendo a Martí, Guillén, Machado, Lorca, Gaztelu, Ballagas, y Hedman?

El registro suple con creces ese defecto. De un lado, la obra de Harold, incólume y medular. No es solo oficio del autor que caza palabras y metáforas, sino de artista pleno que descubre qué acento le viene al cuerpo de los Versos sencillos, qué giro le asienta a la fluidez de Pablo Armando, cuál es la medida de la hispanidad que se acriolla en las décimas de Raúl Ferrer, cuánta contención vale para no desbordar morisquerías a la hora de las coplas de Lorca. Del otro, la plenitud de un ejercicio camerístico ejemplar, a cargo de la soprano Conchita Franqui, intérprete acuciosa y esmerada, atenta a la intención lírica de los versos y a la intensidad de la música; y de la pianista Marita Rodríguez, de fraseo impecable y acendrada visión integral en cuanto al modo de proyectar el entorno sonoro de cada canción.

 

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