Fuster en su espacio de Jaimanitas
Labor de aguja
MARTA ROJAS
Con toda seguridad en
Cuba no existe un espacio mural más amplio y diverso que el de
Fuster en Jaimanitas, al oeste de La Habana. Lo cierto es que no se
trata de un mural, sino de un conjunto que incluye mosaicos,
esculturas y exponentes volumétricos que se suceden orgánicamente
dentro del patio anterior de su propia casa, los muros colindantes y
salen a la calle en las formas más diversas. Una vieja máquina de
coser Singer, a la izquierda de la entrada del portón de su casa,
luce galas de mosaicos pintados con los caprichos de Fuster: es el
homenaje a una mujer. La forma y alegría de estas piezas de arte
representan la feminidad y tiene un nombre: Carilda Oliver Labra,
poetisa.
Cada artista invitado por Fuster hizo un mosaico de cerámica para integrarlo al mural colectivo.
Un volumen de pie, sobre
un pedestal elaborado con azulejos, y pintados en negro, blanco y
rojo, parece que se mueve y danza. No hay que preguntar qué
simboliza: es Alicia Alonso. Fuster, en su obra rinde homenaje una y
otra vez a intelectuales y artistas. Ahora, con motivo de la 9na.
Bienal de La Habana, invitó a un grupo de artistas relevantes, para
que compartieran con él los muros del entorno de la manzana donde
vive: su estudio-taller de Jaimanitas. Cada uno tuvo a su
disposición un mosaico de cerámica para pintar o estampar su
nombre y fueron plasmadas numerosas obras de arte. Al vuelo veremos
las huellas de Fabelo, Kcho, Flora Fong, Adigio Benítez, Alicia
Leal, Bejerano, Chocolate, Zaida del Río y tantos más que
cubrieron varios metros cuadrados con sus obras.
Le pregunté a Fuster: “¿Y
si vienen otros?”. “Ahí tengo el espacio entre una y otra
gloria de nuestra plástica para que lo asuma cuando venga a
Jaimanitas. Hay un lugar para Mendive, Nelson Domínguez, Cosme
Proenza, Pedro Pablo Oliva, Tomás Sánchez, para el santiaguero
Lescay, y algunos más”.
Este excepcional mural
comunitario es ya un patrimonio invaluable de Jaimanitas, el modesto
barrio marino, y por supuesto de Cuba. Las instituciones
comunitarias principales, comenzando por la casa del Médico de
Familia, están comprendidas en la obra artística de Fuster, labor
de aguja de un gran desprendimiento. Al principio tuvo grandes
dificultades porque “disposiciones urbanísticas” le planteaban,
so pena de multa —alguna tendría que pagar—, que su obra
ocupaba un espacio exterior que no le pertenecía, aunque tuviera la
anuencia de los vecinos. No se arredró, pensaba que era mucho más
hermoso levantar generosamente sus “murallas artísticas” que
estar viendo con frecuencia montones de basura en las esquinas, o
construcciones feas. La inauguración de una mesa de ajedrez y sus
sillas, en cerámica, y el hecho de que campeones del juego ciencia
dirimieran un partido sobre él, y que en un plan de la calle los
niños del barrio jugaran ajedrez con fichas gigantes, creadas por
Fuster, alivió la tensión.
Ganó el arte, ganó la
cultura y hoy después de la obra del catalán Gaudí, en Barcelona,
o de Brancusi en la ciudad rumana de Targu Jiu, famosas en el mundo
entero, es difícil apostar a otra en la isla de Cuba y quizás en
toda América siquiera semejante a esto que muestra Fuster en
Jaimanitas. Uno de los actos más generosos que pudiéramos
imaginar, ya que cada obra incrustada o elevada en ese entorno, no
se puede vender. ¿Y de qué arte fundamentalmente vive Fuster? Le
pregunto y él responde:
“Espiritualmente
vivo de este, del comunitario. Materialmente, porque hay que comer,
de mi pintura; que no siempre es comprendida porque algunas personas
dicen que uso en demasía los colores primarios y que tengo una
constante en los guajiros cubanos y las escenas cotidianas, como el
camello que transporta a los habaneros. Pero, en cuanto al camello,
a mí me gusta hacer crónica contemporánea aunque yo no sea
periodista. La hago con mis dibujos, con mi pintura en lienzo,
acrílico o acuarela. En cuanto a mis guajiros, a esos no los
abandonaré jamás; hay muchas formas de mostrarlos.”
¿Por qué guajiros, si
Fuster es un hombre que nació en Caibarién, a la orilla del mar y
vive en Jaimanitas a unas cuadras de la costa? “ Es muy simple. El
momento más extraordinario de mi vida fue aquel en que cumplí 15
años. Fue en lo alto de la Loma del Aura en la Sierra Maestra,
alfabetizando a los campesinos de la zona, hace ahora 45 años; la
bondad del campesino cubano de esa zona que conozco me hizo creer en
el ser humano. Dime, ¿cómo no voy a pintar guajiros? Si mi mente
se abrió en aquellas lomas y precisamente por los días de Playa
Girón, que en Oriente también se sintieron”.
¿Planes?: “Una torre
como la torre Eiffel; una escultura de cerámica en homenaje a todas
las revoluciones que han sido. Esto que ustedes ven también era un
sueño, una idea, y ya forma parte del catálogo de la Bienal
dedicada este año a la dinámica urbana”.
Más información: Especial
sobre la Novena Bienal de La Habana 2006
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