La precisión y locuacidad de Belli
JORGE FIALLO
Volvió
con toda elocuencia el maestro italiano Francesco Belli frente a la
Orquesta Sinfónica Nacional el pasado domingo en el Teatro Amadeo
Roldán con una interpretación señalada por sus diversas fuentes de
contrastes, sin abrir espacio ni a una frase que dejara indiferentes.
No la había ni en la Obertura
Egmont, de Beethoven, la Sinfonía no. 8 Inconclusa, de
Schubert, la Sinfonía no. 39, de Mozart o el Intermezzo
de Manon Lescault, de Puccini, regalo adicional por el
persistente aplauso: cada una en sí, o integrada a la estructura
dramatúrgica del programa, era un ejercicio consciente del poder para
sorprender y estremecer que de manera evidente se percibe en el
maestro Belli.
Nada sale de la simple
casualidad, y usted nota el modo lógico y claro de segmentar o
delimitar frases melódicas o, más allá, la personalidad de cada
motivo, su manera de contrastarlo y resaltarlo entre contrapartes
sucesivas o simultáneas —cada una con la presencia y audibilidad
necesarias, buenos músicos mediante— en imágenes precisas y de un
precioso pulido.
Pero su arte es más que
orfebrería sonora: lleva conocimiento y cultura del sonido para darle
cuerpo y brillo, pero también profundidad de pensamiento y gusto
artístico apoyados en el manejo consciente de la retórica del
discurso musical, en los ardides con que delimita y subraya el
carácter de una propuesta y su respuesta, apelando a un rico parque
gestual para dar entrada al "parlamento" de un "personaje" o al que se
le enfrenta, o para subrayar una u otra intención con gestos
mínimos, o ampulosos, cortantes o sostenidos que detienen el tiempo y
nos proyectan más allá de toda magnitud puramente física.
No describo solamente su
Mozart, el más evidente en segmentaciones de ese discurso, pues todo
el programa proyectaba similar elocuencia, bien que con otros
caracteres: a veces del jadeo al estertor, del susurro al grito, del
alegato incontenible y fluido al entrecortado y persistente, donde se
manifiestan detalles como el acento y el silencio, que con la
intención y la duración precisas devienen fuentes de impulso
expresivo (como al hablar, pues de eso se trata).
Seguimos la ruta de
Francesco Belli, que vuelve el domingo al Amadeo Roldán como
instrumentista en la Suite para clarinete y orquesta, de
Beatriz Corona, y con el oboísta italiano Paolo del Ciocio, los
cubanos Pedro Luis González y Francisco Sánchez en el trombón y
fagot respectivamente, en la Sinfonía concertante para
instrumentos de viento, de Mozart, y cierra el Divertimento
para cuerdas en Re mayor, todo dirigido por el maestro Enrique
Pérez Mesa.
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