El próximo pueblo

Texto y Foto: ANETT RÍOS JÁUREGUI

De pronto terminó el polvo y comenzaron los adoquines de Corpus. Una hora de camino, o más, fue la distancia. En estas tierras no se cuentan los kilómetros, sino los minutos de viaje. Corpus, el pueblo, tenía la plaza adornada con guirnaldas bien altas, una trenza de banderitas desde los postes hasta los salientes de la iglesia. Quizás hubo fiesta o feria. Era temprano. Hora de los niños en la escuela; los adultos en el trabajo del campo, en la mina de oro (que da de comer a casi toda la zona), o en algún pequeño comercio de la plaza. Pero en el centro de salud había cola: las doctoras cubanas llegarían pronto “para revisar los ojitos”.

Mercedes (al frente) y Amarilis (atrás) han viajado por todo el país y asistido oftalmológicamente a miles de hondureños.

Recorrieron el país, durante meses, antes de llegar a este pueblo de Choluteca, al sur de Honduras. Estuvieron en Tegucigalpa, San Pedro Sula, El Progreso, Copán, Ceiba, Olancho, La Mosquitia... Padecieron todos los climas, las carreteras sinuosas, las costumbres más difíciles de asimilar. Viajaron en ómnibus, avioneta, “pipante” (la canoa hondureña para atravesar los ríos y lagos recónditos). Conocieron la Honduras profunda; la árida, la selvática, la moderna y la olvidada. Han atendido a miles de pacientes, a veces, más de 100 por día. ¿Su trabajo? Diagnosticar patologías oftalmológicas quirúrgicas que puedan curarse con la Operación Milagro.

La doctora Mercedes Cabrera Espinosa se pone la bata verde, saca el oftalmoscopio, los ungüentos, las hojas de cargo. Ya puede pasar el primero, anuncia. Entra una señora con un vestido floreado. “Me llamo Guadalupe Reyes y no veo bien.” Diagnóstico: catarata. “¿Y me tengo que operar, pues?”. Entonces Guadalupe pasa a la consulta de los clínicos cubanos, donde le explican qué hacer para operarse en la Isla.

En Honduras, a diferencia de otros países de la región beneficiados con la Operación Milagro, los pacientes tienen que pagar los trámites internos para salir del país. Más de mil lempiras (alrededor de 70 dólares), en total. Una fortuna para muchos. “Pues es que estoy bien pobrecito y estoy solo...”, se lamenta un señor. “Abuelo, ¿pero no tiene ningún familiar que lo pueda ayudar?”, pregunta Mercedes. No, no tiene. Este momento, no importa cuánto se repita, siempre es un trago amargo para las cubanas. Al terminar la consulta hay un equilibrio esperanzador: tres pacientes no irán a Cuba, pero casi una docena de casos podrán hacerlo.

Al lado de Mercedes, la doctora Amarilis García Rodríguez trata de convencer a una adolescente embarazada para que viaje a Choluteca y se haga los espejuelos que necesita. Esta mañana ha sido atípica, no han venido muchas personas y la habitación se ha quedado vacía. Será solo por un rato. Amarilis hace una lista con las patologías más comunes en Honduras (catarata, pterigiom, miopía...), y Mercedes ajusta las cortinas del ventanal. El centro de salud de Corpus les ha prestado un cuarto luminoso, pero lo que necesitan es oscuridad. Para ellas es una dificultad menor. Han tenido que trabajar en plena selva, con un traductor. ¿Qué podría impresionarlas ahora?

Las doctoras, especialistas en Medicina General Integral, asistieron a un curso intensivo de Oftalmología Clínica, impartido por especialistas cubanos en Honduras, durante el 2005. Su misión de dos años estaba por terminar cuando fueron elegidas para permanecer más tiempo por la Operación Milagro. El primer pensamiento fue para sus hijos. Amarilis estará otro año sin ver a Daniel y Daviel, sus niños en Artemisa; para Mercedes más nostalgia de Alejandro, su hijo de 18 años, que vive en Pinar del Río.

Toda tristeza se resiste cuando ocurren cosas como esta: Doña Flora ha regresado de Cuba y su operación resultó un éxito. “Ahora usted lo que necesita son lentes, doña Flora, pero su cirugía quedó perfecta”, la tranquiliza Mercedes. “Pues yo ni supe cómo me fui, pero no tengo quejas de nada. Fíjese, que ni miedo sentí”, platica la doña.

Ahí está, no hay mayor satisfacción que verlos llegar de Cuba agradecidos y alegres”, aseguran las cubanas.

El siguiente paciente está resentido porque su visión es casi perfecta y no podrá visitar el Malecón habanero. Conoce en detalle la Historia cubana: nombres, fechas, lugares. Después llega una mujer con extrañas lesiones en la piel. “Esta es una consulta de Oftalmología”, explica Amarilis. Pero igual se le atiende y receta. “Pase otro”, piden las doctoras, pero nadie responde. No hay más pacientes y se miran sorprendidas. Ha sido un día tranquilo. Las calles de Corpus están desoladas. Ha llegado el mediodía y, aún en esta montaña, el sol es despiadado. Recogen los instrumentos, colirios y planillas. Mañana irán a San Marcos, el próximo pueblo. Casi dos horas de viaje sin pavimento. Gente necesitada. Polvo y calor.

 

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