Tres meses después del huracán Dennis

La Plata, tal y como estaba 

ANETT RÍOS JÁUREGUI y GABRIEL DÁVALOS
annet.rj@granma.cip.cu 

Los Medina llevaban varios días viviendo en la finca de La Plata cuando escucharon rumores que hablaban de “bandidos” en la zona y de un “jefe” llamado Fidel Castro. Osvaldo Medina Parra, el patriarca de esta familia de campesinos y músicos, había adquirido esas tierras en abril de 1957. Un mes después de la mudada, las circunstancias de la vida y de la guerrilla llevaron al mismísimo Fidel hasta la sala de su casa. Conversaron largamente. Hablaron desde el buen clima para la cosecha hasta sus vínculos con el Partido Ortodoxo. Y de música. Los instrumentos de los Medina, como casi siempre, estaban en la sala.

Foto: WILFREDO RAMIREZ ESPINOSATodas las estructuras, columnas de madera y vigas fueron reconstruidas gracias al talento de los trabajadores de La Plata.

Cuentan los hijos de Osvaldo (quienes viven hoy en El Caney, Bartolomé Masó) que aquel día Fidel y el viejo se descubrieron. Lo cierto es que en esa conversación comenzaron a gestarse hechos importantes para ambos. Los músicos de la familia, Osvaldo, Eugenio, Alejandro, Alcides, Gerardo y Rubén, alcanzaron una fama histórica como integrantes del Quinteto Rebelde; sus canciones vapulearon la decadencia de la dictadura batistiana y contribuyeron en la guerra de un modo muy especial. Un año después del encuentro, las tierras de la familia Medina, incondicional a la lucha revolucionaria, pasarían a ser sede de la Comandancia de La Plata.

Desde allí se dirigió la lucha a partir de mayo de 1958. En sus montañas, al tiempo que el Ejército Rebelde vencía la última ofensiva de la tiranía, Celia y Fidel pensaban la nueva sociedad para Cuba.

Durante más de cuatro décadas, La Plata cumplió años junto a la Revolución, soportó climas adversos, recibió a miles de visitantes cubanos y de todo el mundo que fueron a admirar aquel lugar, testigo de la guerra y de una hazaña militar mundialmente conocida. Se hizo adulta.

Foto: WILFREDO RAMIREZ ESPINOSAPara la reconstrucción del Hospital Mario Muñoz se utilizaron los maderos y tablas de la edificación original que fueron encontrados y restaurados después del paso del huracán.

El 7 de julio del 2005, cuando el Dennis pasó, prácticamente se había concluido una necesaria reparación en la Comandancia. El meticuloso trabajo quedó arruinado en menos de una hora. Los 12 trabajadores de La Plata recorrieron con perplejidad las 608 hectáreas del sitio histórico y analizaron la gravedad de los daños.

Pedro Álvarez Tabío, director de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, visitó el lugar apenas horas después del embate del huracán, y sus declaraciones a la prensa en aquel momento resaltaron la dolorosa imagen de esos hombres llorando, “al presenciar la destrucción de algo a cuyo cuidado dedicaron 10 ó 15 años de sus vidas”. Ellos aseguran que ese tesoro renacerá de nuevo, dijo entonces Álvarez Tabío. “Aseguran que será reconstruido para las actuales y futuras generaciones. Y así será”.

EL SÍMBOLO RENACIÓ

René Castillo Rosabal escuchó durante toda la noche los lamentos del huracán en su encuentro con la montaña. Algunos trabajadores esperaron con él la aparición y retirada del Dennis, en la llamada casa de Medina, a la entrada de La Plata. “Fue un viento tormentoso y poca agua, a diferencia del Flora, según cuentan los que vivieron aquel”, comenta.

Dirigente sindical y del Partido, director del Parque Nacional Turquino durante nueve años, y ahora al frente de la Comandancia, Castillo es un perfecto guía para recorrer los vericuetos de la Sierra, un chofer confiable para subir la áspera carretera del Alto del Naranjo que lleva hasta La Plata, un trabajador más en este sitio histórico. “De todo esto, lo que más me gusta es la naturaleza y la historia que guarda”, confiesa. “Saber que fue un lugar decisivo para la guerra y que aquí vivió Fidel, es para nosotros un privilegio”.

Según Castillo, los daños más severos los sufrió la vegetación. “Las instalaciones se recuperan, pero a la vegetación virgen, al bosque, les cuesta muchos años”, indica. Lo que no se puede hacer con la flora de la montaña, lo intentaron con las construcciones. La estrategia de recuperación siguió el principio de la minuciosidad. “Quisimos conservar el monumento, y fue reconstruido pensando en tal y cómo estaban las cosas —aclara Castillo— cuidando todos los detalles del entorno y respetando hasta el tipo de madera original de cada escalón”.

Las afectaciones alcanzaron a 15 de las 18 instalaciones que se conservan en la Comandancia. Solo quedaron en perfecto estado la casa de Fidel y el local donde radicó Radio Rebelde. La violencia del viento apilonó los troncos que sostenían al Hospital Mario Muñoz, a la Administración Central del Territorio Libre y a la Posta Uno. Fue necesario reconstruir también la casa de Las Marianas, la de los locutores, el museo, la casa de la Prensa, la cocina-comedor, el albergue, el área de autoconsumo y las plantaciones de café.

El sendero de La Plata, un camino ramificado de aproximadamente seis kilómetros que comunica las diferentes instalaciones, quedó obstruido en su totalidad. Los atajos para llegar de un lado a otro de la Comandancia dibujan un trillo sinuoso, a veces empinado y con pedregales, a veces recto, florido, verde, como un paseo. Los trabajadores de allí tuvieron que rescatar todos estos trechos. Alzaron árboles, cortaron ramas, limpiaron el paso hacia la loma de Radio Rebelde, hacia la Casa del Santaclarero, y tuvieron la atenta precaución de no abrir nuevas brechas en la montaña que cambiaran la histórica apariencia del monumento.

Otra afectación importante fue la del sistema fotovoltaico que da energía eléctrica al asentamiento. El Dennis tumbó la caseta que guarda el convertidor y la batería, y dañó los paneles. Todavía no se ha restaurado totalmente el sistema, y el alumbrado parcial, la televisión y el abasto de agua se han garantizado mediante una planta eléctrica.

La reconstrucción, difícil por “detallista”, según la califica Castillo, aún no ha concluido. Quedan por terminar algunos trabajos en la Casa del Santaclarero, y en las viviendas conocidas como casa de tránsito y de descanso. Si no entra el zinc que necesitamos, apunta, las vamos a arreglar con guano, antes de que termine el periodo de seca. La labor, agrega, se ha realizado con el mínimo de costo, con nuestros propios trabajadores y con la colaboración de un carpintero de la Construcción.

Tras breve tiempo y mucho trabajo”, como le gusta decir a Castillo, el 30 de septiembre del 2005 ya estaba restaurado lo fundamental. Al día siguiente, La Plata abrió otra vez sus puertas al turismo y los guías habituales volvieron a subir la montaña (alrededor de 900 metros sobre el nivel del mar) descubriendo a los visitantes los tesoros del paisaje y de la Historia.

En el 2005 visitaron este sitio histórico 4 853 personas. El recorrido no es fácil. El traslado a Santo Domingo, la subida por las empinadas curvas del Alto del Naranjo, el trayecto por kilómetros de montaña, obligan a cierta preparación para el viaje. Pero muchos se aventuran y hacen solos la travesía. El año pasado, 3 112 personas llegaron por su cuenta, mientras solo 1 741 solicitaron los servicios de la agencia que organiza el ascenso.

Llegar a La Plata tiene una connotación sentimental para los cubanos, pero de igual modo, para cualquier visitante, permite la comprensión y uno de los mejores acercamientos a la leyenda de la guerrilla y de la Revolución. Quizás por eso para René Castillo resulta poco comprensible que de los casi 5 000 visitantes del 2005, solo 314 hayan sido cubanos.

Es muy importante que vengan más cubanos y que vengan los jóvenes, destaca Castillo. Quienes tengan la responsabilidad de perpetuar estas visitas deberán hacerlo, insiste. La Comandancia se ha salvado, sus trabajadores la han hecho renacer, pero ahora hay que salvar el interés y la tradición de venir a conocerla.

 

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