Construcción de viviendas

Del piso al techo hay un buen trecho 

En Jobabo se unen el ímpetu popular, las condiciones materiales y el ingrediente subjetivo para mostrar cómo una provincia avanza o se estanca 

Texto y fotos: PASTOR BATISTA VALDÉS

JOBABO, Las Tunas.—Apoyada en su bastón, Hilda Pérez observa cómo Guillermo Téllez y tres hombres más baten mezcla, llenan la carretilla, colocan los primeros mosaicos en el piso de la sala y aceleran todo cuanto sea posible la terminación de la casa con la cual soñó durante años.

El traslado de materiales hacia otras naves se realiza en la Empresa azucarera de Jobabo.

A diferencia de otras, es una de las construcciones que más ha avanzado en pocos meses, en un programa de no buena arrancada en esta primera etapa del año, aun cuando Jobabo cerró el 2005 con una situación favorable.

Fue el municipio con mejores resultados —explica Rolando Naranjo Mayo, director de la Unidad Municipal de Inversiones de la Vivienda (UMIV)—, solo nos faltaron tres casas para cumplir el plan de las 201 fijadas para el año, e iniciamos enero con otras 1 335 en ejecución. Sin embargo, en estos dos primeros meses apenas han sido concluidas 19.

Tal ritmo no cubre las expectativas del municipio para el 2006. Terminar 1 059 viviendas antes del 31 de diciembre obliga a entregar más de 80 cada mes.

¿Por qué esa lentitud en enero y febrero?

Mientras no mejore el transporte habrá que usar del modo más eficiente los materiales que se tienen, y aprovechar la cooperación.

En opinión de Naranjo, junto a problemas subjetivos, que no niegan, está la situación del transporte.“Al finalizar febrero, por ejemplo, se disponía aquí de módulos de terminación suficientes para haber concluido 35 viviendas más, pero faltó el árido”.

Apunta que no es lo mismo traer desde un almacén los recursos industriales de terminación, que trasladar piedra, arena o gravilla. Para acabar una vivienda se emplean alrededor de 25 metros de arena; eso significa varios viajes si el carro es pequeño. Como se sabe, el transporte del Ministerio del Azúcar, decisivo para Jobabo, participa ahora en el tiro de caña. Cuando termine la zafra la situación debe mejorar.

Pero y... ¿mientras tanto?

No estamos con los brazos cruzados, subraya; en el 2005 la coordinación entre organismos nos dio gran resultado. Como los vecinos de un barrio se ayudan entre sí, pueden y deben tenderse la mano las empresas. En eso hay que seguir trabajando y lograr que se organice mejor el movimiento popular. A veces, agrega, se les entrega el recurso a personas que quizás son las más necesitadas, pero no las que más interés y empeño ponen para terminar su vivienda.

Un recorrido por áreas donde se ejecuta el programa mostró el ímpetu popular, con empeño familiar, así como el apoyo de los organismos.

A pleno sol de medio día, José Acosta Fundora, empleado de un Joven Club de Computación, cava las bases en el terreno donde se levantará su hogar. Lo ayuda Juan Carlos Xique, obrero del antiguo central azucarero, quien ahora estudia para alcanzar el duodécimo grado.

Cerca de ellos está la casa de Odalys Ruiz, inconclusa aún, después de varios años. Pero, optimista al fin, Acosta prefiere buscar inspiración en el hogar donde ahora viven Marta Murillo y su hijo Manuel Cabrera, uno de los jóvenes que se preparan en la Universidad de Ciencias Informáticas.

NO SOLO CUESTIÓN DE RUEDAS

Jobabo inició el año con 1 335 viviendas en ejecución. La provincia tiene unas 18 700 en distintas fases. 

La siempre evocada falta de transporte o de insumos (neumáticos, baterías, combustible...) para asegurar todo el trasiego de materiales y de recursos, es una grave dificultad para el programa.

En la Empresa Agropecuaria de Jobabo, donde Raúl Miranda, jefe de la Unidad de Abastecimiento Técnico Material de Construcción opina que el combinado para fabricar bloques, ladrillos, pintura,“tercios” y otros productos, pudiera entregar volúmenes superiores si tuviese en mejores condiciones los tractores, carretas, neumáticos y equipos que emplean en la búsqueda del barro y la leña, lejos de allí.

A pesar de ello, afirma, el año pasado aportamos 400 000 ladrillos de 240 000 planificados.

Vista así,“la cosa no anduvo mal”, pero... ni esa cifra es suficiente para satisfacer la demanda del municipio, ni se aprovechan debidamente las capacidades del Combinado: área bajo techo,“pizzas” para preparar el barro, horno para la quema...

Habría que preguntarse si en función de ese problema ha puesto su inteligencia todo el que puede y debe hacerlo, o si se ha tocado a la puerta de todos los que pueden cooperar, más allá de la Empresa.

Más complicado, y menos dependiente del componente objetivo (transporte), es la producción de materiales en la empresa azucarera Perú: básica para un territorio como Jobabo, cuya vida siempre giró en torno a la potente infraestructura del complejo agroindustrial.

La nave donde producíamos, desde hace años, cemento alternativo, ladrillos, bloques, pintura, celosías y otros —dice Gilberto Castro Acosta, jefe de construcción de la Empresa— fue desmantelada con el central. Hicimos otra y, cuando ya el horno había empezado“a quemar” ladrillos, la instalación fue destinada a otro uso, y tuvimos que emigrar a una tercera nave que todavía está llena de hierros. Ahora habrá que construir un nuevo horno, una pizza y crear más condiciones.”

Aunque, según Gilberto, en abril allí deben producir materiales y empezar a reducir el atraso en la construcción, ese zigzagueo enciende un bombillo rojo, no solo porque cada mes la Empresa deba terminar 21 viviendas y el grueso de las construcciones está en bateyes alejados del poblado cabecera, sino porque el apresuramiento para cerrar bien el año no debe abrirle puertas a la falta de calidad.

RESOLVER LA FALTA DE CALIDAD

Experiencias nada agradables tiene Jobabo, mediante unas 126 viviendas, entre las edificadas en los años noventa del siglo pasado con problemas de calidad en las estructuras, paredes agrietadas, deterioro de pisos, de carpintería en madera y otras deficiencias, resultado del mal empleo de técnicas y materiales alternativos o alteración deliberada de las dosis.

Frente a tales inconvenientes Jobabo no renuncia a ofrecer alegría a 1 059 familias este año, a rescatar tejares y hornos, a fomentar una decena de puntos constructivos (básicamente en áreas rurales y suburbanas), o a realizar más de 1 100 trabajos de conservación, rehabilitación de viviendas y erradicación de pisos de tierra.

La tarea es grande, demanda mucho trabajo, control sobre los recursos, previsión, inteligencia, integración. Exige, en fin, lo mismo que en los demás municipios, para que la provincia se sacuda de una vez, y lejos de entregar 297 casas (suma de enero-febrero), acabe de tomar el paso de 734 cada mes (unas 25 por día), como ritmo mínimo para cumplir su compromiso anual con el país y lograr lo más importante: que en 8 810 hogares el próximo 31 de diciembre la alegría sea total.

 

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