Una canción de amor para Bobby Long

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

Proveniente del documental, la realizadora Shainee Gabel realizó en el 2004 su primer largometraje, visto en el último Festival del Nuevo Cine y ahora exhibiéndose en el Acapulco: Una canción de amor para Bobby Long, con locaciones en la parte menos brillante de un Nueva Orleans filmado antes del desastre.

La frustración a lo largo de la vida, protegida por la soledad, es el tema de esta cinta, que no obstante dejar ver las inseguridades de un primer intento —sobre todo en lo relacionado a la interacción de sus personajes en picada—, también concreta atractivos rubros, como son la atmósfera cultural y social que se teje en torno a ese sur pobre y apabullado y las actuaciones, en las que se destacan Scarlett Johansson, hoy por hoy entre lo mejor de la última generación de actrices norteamericanas, y junto a ella, un John Travolta envejecido acorde a los requerimientos del papel, y Gabriel Macht.

Ella es una adolescente solitaria, que regresa a la que fuera la casa de su madre fallecida con el ánimo de establecerse y rumiar el escepticismo que desde siempre la ha invadido. Pero ¡sorpresa! Dos hombres, amigos de la progenitora, a quién apenas conoció, están instalados allí desde hace tiempo y ya en un principio queda claro que no se irán. A vivir pues los tres bajo el mismo techo y, ¿en armonía?

El filme se mueve en las tonalidades de ir exponiendo conductas y distintivos mediante el destape de esas pequeñas cosas que conforman lo cotidiano, pero detrás de las cuales se revelan trascendencias mayores. El pasado como detonante dentro de un triángulo de personalidades regido por los sentimientos más encontrados, y cuyo núcleo es el profesor de literatura que interpreta Travolta, grande en lo intelectual y con una cita a mano ante cualquier encrucijada, pero perdedor y alcohólico frente a las pruebas de la vida.

Dominado por un ritmo calmoso, a la Gabel se le resiente el filme cuando en los finales trata de explicar situaciones que mejor hubiera dejado colgadas en las alturas de incógnitas que rigen cualquier existencia. Entonces sus personajes se le encartonan al asumir unos parlamentos que a más de uno parecerán forzados y hasta literarios. Y la atmósfera, que tan bien ha sabido captar, no será suficiente para que su historia corone el éxito. Lo que no quita para que esta canción sureña le resulte atractiva a más de un espectador, interesado en saber cómo desde la frustración y la derrota se puede patalear todavía en pos de un sueño.

 

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