Nuestras banderas no serán arriadas, no se plegarán

Intervención de Hassan Pérez Casabona, segundo secretario del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas. Tribuna Antimperialista José Martí, 24 de febrero de 2006

Compatriotas:

Foto: RICARDO LÓPEZ HEVIACon la fuerza indetenible de nuestras ideas se alza hoy, en esta explanada, impetuoso y viril "El Monte de las Banderas", espacio donde confluyen 138 mástiles con la enseña nacional, representando cada año de lucha incesante y ardorosa de nuestro pueblo, desde 1868 hasta hoy, convirtiéndose en la más contundente respuesta de la nación ante la ignominia del imperio decadente, arrogante y soberbio que nos agrede con descomunal orfandad e insuperable cinismo.

Y debemos reiterar con toda energía que la actitud desvergonzada y ultrajante de esa pérfida y provocadora oficina de intereses se estrellará contra la coraza moral, el honor y la dignidad de un país que con la elevada estatura política que le ha hecho ganar autoridad y prestigio en todo el planeta ante cada diluvio de calumnias y mentiras responderá con una avalancha de ideas y argumentos. Cada patraña que como afrenta a nuestra historia se engendre desde ese cubil naufragará ante el torrente que emana del decoro y los principios de esta tierra donde con voz propia fundamos una sociedad más humana, justa e invencible.

Conocemos muy bien que en su perenne enajenación, alimentada cada vez más por cabos y sargentos trasnochados y fanfarrones, diseñan nuevas fechorías que con su inefectividad confirman que no habrá fuerza humana sobre la faz de la Tierra capaz de derrotar a los que como gladiadores indomables con el Comandante en Jefe al frente le propinamos el fulminante golpe de pueblo que en marcha apretada e impresionante concentración desfiló el 24 de enero.

Y también sabemos cómo a lo largo de estas conmovedoras jornadas de homenaje a nuestros mártires hemos estremecido los endebles cimientos de esa construcción apócrifa y que más de una de las marionetas del amo prepotente ha permanecido desconcertada desandando presurosa recintos aisladores sin conciliar el sueño temerosas de nuestro ejemplo.

Y aquí está vibrante, magnánima, nuevamente desde lo más hondo de su alma y conciencia, la Patria grande y libre que echó su suerte con los pobres de la Tierra levantando al firmamento el más puro de nuestros símbolos.

Esa bandera, multiplicada en 138 lanzas protectoras de la honra y el decoro trasunta el espíritu de Baraguá y Girón, de Baire y el Moncada, de Las Guásimas y El Uvero, de Peralejo y La Plata, del Granma y Cuito Cuanavale. Fue la que marchó a la vanguardia en cada combate de las caballerías mambisas y de las tropas rebeldes, la que con esmero bordaron nuestras mujeres para entregar a los que desenfundando ideas y machetes, a torso descubierto, se inmolaron para que jamás cayera en manos enemigas.

La que a partir de ahora admiraremos en su vuelo libre y cadencioso no es un pabellón frágil y vulnerable, sus fibras y tejidos están impregnados del acero fraguado ininterrumpidamente por todas las generaciones de cubanos. Cada partícula de su estructura es depositaria de las más acendradas convicciones de lucha de los que nos hemos entregado con pasión a la causa de todos y para el bien de todos.

Por eso ante la infamia y el odio visceral de aquellos a los que el Apóstol definió como "necios que tenían en poco las cosas grandes" al mismo tiempo en que con su agudeza les decía que "hay debilidad en todo alarde innecesario de fortaleza", se empina al cielo este monte tupido de símbolos y esperanzas, de tradiciones y futuro en el que resplandece esa insignia que vio a los bravos batiéndose juntos, la que orgullosa lució en la pelea sin pueril ni romántico alarde, la que no ha sido jamás mercenaria, la que en el fondo de oscuras prisiones no escuchó ni la queja más leve, la que sus huellas en otras regiones son letreros de luz en la nieve.

En sus mentes fantasiosas debe resonar con renovados bríos el concepto de que mientras exista un solo cubano estará de pie y combatiendo en defensa de esa bandera que constituye una acusación constante y universal a los que usurparon territorios, masacraron poblaciones autóctonas enviadas luego a reservaciones que, sin exagerar un ápice, fueron la génesis de los campos de concentración hitlerianos, a los que plagaron de miseria estas tierras, despreciaron la cultura e identidad de nuestros pueblos y las pisotearon con sus botas en el intento vano de borrarlas.

Cada estandarte que oscile con amplitud cardinal será un latigazo en la conciencia a los que lanzaron bombas atómicas, a los que incendiaron con napalm al pueblo vietnamita, a los que entrenaron a los torturadores asesinos de decenas de miles de hijos de este continente, los que empleando invariablemente algún pretexto arrojan sobre tierras sagradas y culturas milenarias sus proyectiles genocidas. El Maine lo confirma a la distancia de un siglo. A los que cien años después de la Guerra de Secesión apaleaban y apedreaban a los negros y les impedían subir a los automóviles y acceder a los espacios públicos. Ellos por el color de la piel asesinaron a Shaka Sankofa, Amadou Diallo y condenaron a Leonard Peltier y Mumia Abu Jamal.

Cuando hace apenas unos instantes en solemne ceremonia nuestros jóvenes Camilitos —herederos como todo el pueblo de aquel Señor de la Vanguardia al que primero le sería más fácil dejar de respirar que dejar de ser fiel a la confianza de Fidel— desplegaron para que contempláramos majestuosa la bandera, también derrotábamos a los halcones y aguiluchos que deliran con un pasado al que no regresaremos nunca. Ellos dejaron morir con escalofriante quietud a los olvidados de New Orleans. Martin Luther King y Malcom X representaron con hidalguía a quienes no solo son hermanos porque sus ancestros y los nuestros se remontan a la madre africana que vio cómo le eran arrancados del vientre los vástagos más fuertes sino porque siempre hemos estado en la misma trinchera para hospedar a Fidel en su corazón desde el seno de un Harlem impenetrable para los racistas y hospitalario incomparable para los amigos o para clamar con palabras emocionadas por la libertad de Ángela Davis.

El Katrina develó una vez más la deshumanización de quienes violaron los preceptos de Lincoln al no representar a toda una nación. Con el paso dantesco del huracán los pobladores del mítico Mississippi demostraron que no se pueden matar los sueños de los líderes que desafiaron a los bárbaros y a los encapuchados del Ku Kux Klan con su talento y ejemplo.

Su legado resurge hoy en millones de pobres y ciudadanos humildes que no se resignan a ser esclavizados. Palpita en quienes como Lucius Walker y Cindy Sheehan con su incansable peregrinar en la búsqueda de la paz siembran en el alma de miles de jóvenes el principio de que otro mundo mejor es posible. Esos que junto a las más diversas etnias obran desde nuestra Escuela Latinoamericana de Medicina y otras muchas universidades el milagro de amar y crear. Policromía virtuosa que no puede ser contemplada desde el espectro de los mercaderes imperiales.

Compañeros de lucha:

Hoy 24 de febrero, a 111 años del "Grito de todos los cubanos", late entre nosotros el espíritu inapagable de quienes se alzaron para conquistar toda la justicia. Juan Gualberto, Guillermón, Saturnino, Bartolomé, Quintín, Periquito y el resto de aquellos guerreros inmortales están también aquí, como los jóvenes que 50 años atrás dieron a conocer oficialmente la creación del Directorio Revolucionario, brazo armado de la FEU, que mediante la coordinación de esfuerzos y férrea cohesión ideológica sentó las bases en el movimiento estudiantil que condujeron a la firma por Fidel y José Antonio de la Carta de México, documento cimero de la unidad revolucionaria, y a las heroicas acciones del 13 de marzo.

Y es precisamente en esta fecha gloriosa que las más jóvenes generaciones de revolucionarios, herederas de ese legado inextinguible de lucha, proclamamos que ante la inmensidad de este bosque frondoso quedará derrotada cada tergiversación, cada mensaje manipulado y descontextualizado, cada injuria, cada provocación vulgar y oprobiosa.

Por eso desde esta tribuna de combate en un año de especiales conmemoraciones históricas ante esa bandera, la de Martí, Céspedes, Agramonte, Gómez, Maceo; la de Mella, Villena, Guiteras, la de Abel, José Antonio, Camilo y el Che, la de los caídos en nuestras luchas, la que exige justicia por los que han perdido la vida o quedado incapacitados víctimas de atroces y criminales actos terroristas —a los que con emoción y firmeza, a lo largo de la luctuosa y conmovedora vigilia desarrollada por representantes de todo nuestro pueblo, les rendimos infinito homenaje con la certeza de que su ejemplo imperecedero nos compulsa desde la cotidianidad en cada faena—, la de los cientos de miles de compatriotas que han cumplido misiones internacionalistas, la de los que derramaron su sangre luchando contra la xenofobia y el Apartheid, la que nuestros campeones han paseado por todo el orbe, la que se eleva enhiesta cada mañana mirando el Himalaya a través de las manos de jóvenes doctores, la que flamea en una aldea mizquita, en los Andes o Amazonia venezolanos, en comunidades mapuches o aymaras, la que brota irreductible desde los pechos de René, Fernando, Ramón, Antonio y Gerardo, ante la de Fidel y Raúl juramos que la Revolución es invencible porque trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras y una causa justa desde el fondo de una cueva puede más que un ejército.

Y esas ideas, las de Guaicaipuro, Tupac Amaru, Miranda, las de Bolívar, Sucre, San Martín, las de Juárez, Alfaro, Morazán, Hostos, Sandino, las de Marx, Engels y Lenin, las de Ho Chi Minh, Gandhi, las de Amílkar, Lumumba, las de Mandela, Chávez y Evo, fulguran inexpugnables cada segundo en que se yergue desde este altar sagrado la bandera cuya estrella solitaria ilumina y mata.

Nada podrá quebrantar nuestro aliento y ella desde este cerro o cualquier otra espesura donde se agigante, proseguirá señalando que el arroyo de la Sierra con su sencillez y grandeza derrotará al océano revuelto, incapaz de contener los flujos que brotan cual savia nutricia desde el manantial límpido de la Patria.

Compatriotas:

Nuestra enseña nacional se izará cada vez que sea necesario en horas solemnes de la Patria o en las futuras batallas que libremos por Cuba y por el mundo. En este combate incesante la representará permanentemente la bandera negra de la estrella blanca que en nombre del pueblo enérgico y viril ha hecho temblar nuevamente la injusticia.

Al culminar este memorable acto se extenderá durante 24 horas una Guardia de Honor que se convertirá en testimonio extraordinario de la voluntad inquebrantable de los cubanos de defender a cualquier precio y frente a todos los imperios nuestra sagrada independencia.

De cualquier manera —escuchen bien— nuestras banderas no serán arriadas, no se plegarán, permanecerán señeras, altivas, vigilantes. Como centinelas insomnes de la Patria en amaneceres y crepúsculos, resistirán hermosas y puras vendavales y tempestades y podrán divisarse como las más bellas que existen, en el llano, en el mar y en la cumbre.

Ni amenazas, ni agresiones, ni acciones terroristas, ni bloqueos, ni leyes de ajuste, ni cabildeos, ni pistoleros de mente calenturienta, ni cipayos sietemesinos financiados por puestos de mando, ni imperios fascistas podrán doblegar al pueblo noble y culto que estará junto a Fidel y Raúl, junto al Partido y a la Revolución con su bandera en la primera línea para morir combatiendo en defensa de la Patria si fuera preciso, convencidos de que:

Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día
nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía

¡Viva nuestro invencible Comandanteen Jefe!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

 

| Portada  | Nacionales | Internacionales | Deportes | Cultura |
| Cartas | Comentarios | Ciencia y Tecnología | Lapizcopio| Especiales |

SubirSubir