LONDRES, 25 de febrero
(PL). — El estreno de la versión fílmica
de El código da Vinci, el best-seller del norteamericano Dan
Brown, pende de un hilo en el Reino Unido, si el autor es incapaz de
convencer a un tribunal británico de su inocencia en un presunto
plagio.
El tema es abordado hoy aquí
profusamente, ante la inminencia del juicio en que Brown tendrá que
ser harto convincente la próxima semana cuando testimonie a favor
de la editorial Random House, la casa impresora que distribuye su
novela.
Los británicos Michel Baigent y
Richard Leigh sostienen que el autor de El código... plagió
la tesis central y la estructura del libro La santa sangre y el
santo Grial, que ambos publicaron hace 22 años.
En este volumen —argumentan—
desarrollaron la hipótesis del casamiento de Jesucristo y María
Magdalena, cuya descendencia se mantiene hasta hoy día, mezclada
con los círculos de poder.
Durante siglos esa "línea de
sangre", se encargó de proteger sociedades secretas como la de
los templarios, severos custodios, a su vez, de mantener la alianza
antes aludida en el anonimato.
Según el periódico The Times,
Baigent y Leig argumentan que El código... está saturado de
referencias a su texto e incluso el personaje de Leigh Teabin es un
homenaje a ellos mismos.
Leig —precisan— es el apellido de
Richard. En cuanto a Teabing, señalan que es un anagrama, un juego
con las palabras del apellido Baigent, dispuestas en orden distinto,
de lo cual resulta uno nuevo.
Brown, en la actualidad millonario
con cifras ascendentes a 76,5 millones de dólares, recaudados sólo
entre junio de 2004 y 2005, tendría que afrontar complejos
problemas legales de derechos de autor por el libro y la película,
si perdiera el pleito.
Desde junio de 2005, el volumen de
dinero ganado se incrementó considerablemente gracias a las ventas
de un libro traducido ya a más de 40 idiomas, aunque no se ha
divulgado aún la cuantía de tal ascenso.
Al defenderse Brown, podría argüir
a su favor recursos tan socorridos como la intertextualidad y la
metaliteratura, muy en boga en estos días. Todo podría resolverse
también mediante un arreglo monetario "honorable" entre
caballeros.
Mientras, la película de Ron Howard
corre el riesgo de verse afectada en Gran Bretaña —donde
transcurre la parte final de El código..., rebosante de
impacto—, al punto de que su estreno podría retrasarse o
suspenderse, especulan aquí medios de prensa.
En el resto del mundo, el reclamo
judicial podría traducirse, en cambio, según las reglas no
escritas de la publicidad de Hollywood, en cataratas de público a
la entrada de las salas donde se exhiba para regocijo de productores
y empresarios.
Por supuesto también para el actor
norteamericano Tom Hanks, en su papel de experto en simbología
religiosa de la Universidad de Harvard, quien conduce los hilos del
laberinto cuyas señales están ocultas nada menos que en los
cuadros de Leonardo da Vinci.