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Salida al ruedo de Lissy Álvarez
Suavecito, como me gusta a mí
PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu
Música tranquila,
asumida con respeto y sensibilidad, evocadora de la tradición y al
mismo tiempo puesta al día. Tales son los presupuestos de la muy
seria aventura que se ha propuesto la joven pianista cubana Lissy
Álvarez en su afán de pasear su arte entre los suyos y en otros
lugares del mundo.
Lissy Álvarez: de la promesa a la realidad.
Por segunda vez escaló
hace pocos días al escenario del teatro Amadeo Roldán, en esta
oportunidad con una definición mucho más perfilada de una entrega
que ya había anticipado en Barcelona, una plaza en la que llamó la
atención por la autenticidad de su expresión.
Justo en este último
atributo radica la solvencia de un proyecto artístico que funciona
y cabe dentro del entorno jazzístico más amplio, aunque no se base
precisamente en la improvisación. Ella recorre diversas estancias
de la música cubana, comenzando por las clásicas y apropiándose
de las que pronto lo serán, como son los casos de las obras de
José María Vitier y Andrés Alén.
A los primeros, pulsados
con fidelidad, los arropa con un formato mínimo percusivo. El
pianismo del siglo XIX avanza con ella en medio de claves
sobriamente ejecutadas por jóvenes percusionistas (Eduardo Llibre,
Amaury Betancourt) y el fondo de un contrabajo en el que ejerce su
magisterio Jorge Reyes. Lo propio sucede con el deslumbrante Danzón
Legrand, de Alén, apertura que marca la intensidad de su
compromiso con la vinculación de la tradición con la
contemporaneidad. De ñapa, la contribución charanguera del violín
de su padre, Enrique Álvarez. Pero como este no siempre va a estar
a su lado en la escena para sazonar el repertorio —ni para lograr
un interludio de altísimos quilates con El manisero—,
conviene que Lissy salga a flote con sus propios enfoques. Para ello
cuenta también con la inestimable experiencia de Yanni Munujos, el
manejador barcelonés del conjunto chileno Quilapayún. Pienso que
lo logró, que el primer paso ha sido firme, y hasta en un momento
dado, gigante, como cuando dialogó con Jorge Reyes en una versión
antológica de la Habanera del ángel, de Vitier.
Para mayor fortuna de
esta presentación, Chucho Valdés y su cuarteto —ahora tiene al
baterista Juan Carlos Rojas (El Peje) junto al contrabajista Lázaro
Rivero (El Fino) y el conguero Yaroldi Abreu— celebraron la fiesta
musical de Lissy con un Lecuona de lujo: ella en el fiel de la
partitura y Chucho desatado en las sabias e ingeniosas
improvisaciones de siempre.
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