Martí antimperialista bajo el prisma de Augier

ARMANDO HART DÁVALOS

La tesis antimperialista de José Martí en las raíces de la Revolución Cubana, de Ángel Augier, contiene la descripción de cómo nació el imperialismo tal como lo apreció José Martí. Analiza la génesis del antimperialismo y se extiende hasta la Revolución socialista de Cuba. Presenta, de forma sintetizada, la toma de conciencia del Apóstol sobre un fenómeno de suma actualidad.

Recuérdese cómo Martí, desde la década de 1880, tenía una visión clara acerca del "Norte revuelto y brutal que nos desprecia". Augier parte del contexto de la Conferencia Panamericana de Washington (1889-1890), que es el más remoto antecedente del ALCA, quizás pueda decirse algún día que este intento por absorber a los pueblos de la región comenzó en aquella Conferencia y tuvo el principio del fin en Mar del Plata en el 2005, cuando el presidente de Estados Unidos no pudo imponer su dictado a la totalidad de los gobernantes latinoamericanos, mientras los pueblos repudiaban esa pretensión.

El Maestro representó a Uruguay y Paraguay en la cita de Washington, en su condición de cónsul de ambas naciones en Nueva York. Alguien dijo que cómo iban a designar a un poeta —Martí— para estar presente en un evento de contenido esencialmente económico; sin embargo, fue el poeta el mejor comentarista del cónclave y quien con mayor calado penetró en la esencia de aquel desencuentro.

En el ensayo de Augier, se sigue, de manera actualizada, la línea de pensamiento iniciada por Julio Antonio Mella y que alcanzó su más alta expresión con Fidel Castro.

Hoy, cuando ha comenzado una nueva época marcada por la decadencia del imperio, este aporte de un hombre de la altura cultural de Augier, puede llegar a convertirse en texto meridiano sobre tan colosal problema histórico. Augier ha heredado la tradición de esa legión de grandes pensadores cubanos de dos siglos de historia, como Félix Varela, Luz y Caballero, José Martí, Enrique José Varona, Julio Antonio Mella, Fernando Ortiz, Alejo Carpentier, y otros tantos que supieron enlazar su talento a la defensa de una identidad y un destino.

Ello se evidencia en la comprensión, a partir de fundamentos culturales muy profundos, acerca de que el fenómeno imperial tuvo su expresión muy original y concreta en Cuba, porque fue precisamente en nuestro país donde el imperialismo mostró su naturaleza y somos nosotros, por tanto, quienes con toda pertinencia podemos analizarlo. Recuérdese, incluso, que Lenin situaba la intervención norteamericana en la guerra de Cuba como el primer eslabón de la fase imperialista.

Se observa en estas páginas la coherencia de la política revolucionaria cubana a partir del proceso que condujo al triunfo revolucionario de enero de 1959 y se nos muestra cómo y por qué se articuló el socialismo con la tradición patriótica y antimperialista presente en la historia de Cuba. Nuestro internacionalismo tiene fundamentos —compruébese leyendo este texto— en la identidad nacional de nuestro país. Esto es lo que olvidan quienes pretenden, desde fuera, darnos lecciones sobre cómo hacer —o, más bien, deshacer— la Revolución.

Recomiendo este texto de Augier a las escuelas y para que sirva de consulta para estudiosos, investigadores y especialistas en la materia. Resultará muy útil para entender los acontecimientos históricos y la política que promueve la Revolución cubana basada en la independencia nacional y la liberación universal del hombre. Esa misma revolución que surge en 1868 y que con Martí alcanzó una máxima fuerza espiritual de valor universal.

 

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