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Médicos cubanos en Venezuela
Katy la negra
MARIELA PÉREZ
VALENZUELA y RENÉ PÉREZ MASSOLA (fotos)
Enviados especiales
CARACAS,12
de febrero.— "Yo no quiero nada con cubanos", dijo Katy la negra,
cuando fueron a consultarle si estaba dispuesta a prestar su humilde
vivienda para instalar allí un consultorio.
De eso hace tres años y
Zenaida Hernández (Katy) tenía la cabeza llena de "cosas extrañas":
"Imagínense, si los periódicos y la televisión decían que los
cubanos venían a matar", confiesa ahora con la risa contagiosa, que
muchos conocen en el alto cerro Las Mayas.
—¿La
Negra? —había repetido un rato antes un niño para contestar a
nuestra pregunta acerca de dónde podíamos hallarla—. Seguro que
la van a encontrar en el ambulatorio (consultorio), con los médicos
cubanos.
No se equivocaba el
muchacho. Allí, junto a la doctora cubana Carmen María Rondón,
estaba "la negra", como le dicen en el empinado cerro de
improvisadas viviendas, en el municipio de Libertador.
Hace casi tres años,
cuando en abril del 2003 nació en Venezuela la misión Barrio
Adentro, y luego de sacudirse de su cabeza los fantasmas de una
biliosa propaganda, Katy brindó su casa para recibir a dos médicos
cubanos, los primeros en llegar a este olvidado lugar, donde nunca
antes había subido un galeno.
Katy recuerda que
aquella nueva puerta de entrada a su vida no fue tan fácil como
pareciera: "Un día yo iba bajando el cerro y veo aparecer dos
rostros que nunca antes había visto. ¿Y esos que vienen por ahí
quienes son?, me pregunté, porque aquí una siempre está atenta de
quién entra y quién sale".
Después de averiguar,
sabría que se trataba de los doctores Víctor y Randy. Ya en esos
días, Katy la negra estaba convencida de que los cubanos no iban a "matar
a nadie", muy bien, iban a curar, pero de ahí a verlos aparecer en
lo alto de los cerros, no señor.
Poco después la
llamaron para preguntarle que si tenía las condiciones creadas,
porque "el momento" había llegado. Ella mintió —lo confiesa
ahora— y se puso a arreglar todo lo que pudo su humilde rancho. "Yo
iba a traer un médico y regresé con dos, ¡Qué maravilla!
Katy conserva muchas
anécdotas de aquellos primeros días, como cuando de "un basurero
recogimos unas tablas porque no había materiales suficientes y con
unos ahorritos compramos unas planchas de zinc, cemento y pintura,
para levantar la consulta".
"Donde
estamos sentados —se pone en pie y señala con el dedo—, esto
era un terrenito, pero sin paredes, nosotros mismos lo levantamos y
aquí los médicos atendían a los pacientes, les pusimos un
banquito afuera a los enfermos... ¡ah, los primeros tiempos, cómo
olvidarlos!", dice, y sé que su mente viaja.
Pronto, los habitantes
del lugar se dieron cuenta de que "los médicos cubanos estaban
aquí para ayudarnos", y comenzaron a colaborar, hicimos otra
habitación, buscamos un tablón y lo convertimos en camilla; muchas
anécdotas pudiera contarle, porque esta se convirtió en la casa de
todos, a cualquier hora".
Hoy día, Katy labora en
horarios interminables como auxiliar de enfermera: "Estos cubanos,
ligados con los de aquí, no se cansan de preparar cursos y más
cursos —dice jovial, mientras extiende una taza de café— y yo
lo aprovecho todo, y pago con gratitud —se empina su último
buchito—, ¿y sabe por qué?, pues porque todos los días no llega
un mago a tocarte a la puerta y a decirte: arriba, Katy la negra,
espabílate, que vine a cambiarte la vida". |