Sergio Corrieri, Mario Balmaseda

Premiados por el pueblo

ANTONIO PANEQUE BRIZUELA
paneque.b@granma.cip.cu

Cualquier cubano sin que necesariamente sea un crítico de arte, podría escribir un artículo sobre Sergio Corrieri y Mario Balmaseda. Y esa sería otra manera de explicar por qué estos dos actores acaban de recibir el Premio Nacional de Teatro que se entrega cada año por toda una existencia sobre las tablas.

Balmaseda colabora con la lectura dramatizada de una obra de Fulleda León. 

Sergio Corrieri ("Yo no esperaba este premio ahora, pero sería muy mentiroso si no dijera que no había pensado en él: tuve la suerte de vivir años fundacionales. El destino me une a Mario otra vez") y Mario Balmaseda ("Con eso me pasa lo mismo que a Sergio, aunque sabía de la aureola con que surgió ese Premio. Estoy contento de estar junto a él en esta nueva aventura"), han sido cuerpo e intelecto artístico de buena parte de la historia cubana de estos tiempos. Historia que han actuado como intérpretes, liderado como directores y enseñado, a infinidad de discípulos tanto en las escuelas como en las distintas agrupaciones en que han trabajado, durante el montaje de diversas piezas y empresas teatrales.

Sergio Corrieri en medio de una función en el Escambray.

Durante ese decursar escénico que, no por casualidad, comenzó para ambos a finales de la década de los cincuenta, dada la relativa coetaniedad entre Sergio Corrieri (La Habana, 1938) y Mario Balmaseda (La Habana, 1941), los dos han revelado personalísimos estilos de actuación que, como suele ocurrir, traducen también sus respectivos temperamentos. Sergio en sus personajes adustos, intelectuales, de acción, bucólicos, de dobles caras, legítimos en su impenetrabilidad de rostros. Mario en los suyos folclóricos, galantes, histriónicos, sobrios, a veces marginales, otras sin escrúpulos, también conquistadores, heroicos. Ambos convincentes en su reflejo social o histórico, fieles a sus originales en la realidad.

Actores con afinidad profesional y amistosa, tuvieron papeles comunes en diversas obras teatrales, aunque haya sido a través del cine y la televisión como más se les reconozca juntos, especialmente en películas como El hombre de Maisinicú y, sobre todo en el serial En silencio ha tenido que ser. Sus actuaciones como David y Reinier constituyen una de las imágenes más perdurables y queridas para el público dentro de ese medio en sus 55 años de historia.

Pero Balmaseda y Corrieri también están conectados por conceptos, formas de concebir el teatro y acciones consecuentes con ello, como es el caso de haber rebasado en ciertas épocas las paredes de las salas teatrales para expandirse hacia ámbitos más abiertos y populares. Y ahí se entroncan dos momentos muy parecidos en la historia de cada uno de ellos.

Por un lado encontramos al Balmaseda que, habiendo comenzado su carrera profesional en 1959 como actor y asistente de dirección en el Teatro de la Escuela Normal, es miembro fundador del Teatro Político Bertolt Brecht y también de las Brigadas Populares de Teatro Covarrubias, además de trabajar en la Brigada Obrero-Campesina del Teatro Nacional de Cuba, mecanismos que llevaron la escena por apartados rincones del interior del país.

Por el otro, tenemos al Corrieri que comienza en el Teatro Universitario (1956), actúa en varias salas capitalinas, hace carrera, en un evolucionado Teatro Estudio ("la matriz principal —al decir del actor— del teatro moderno cubano"), y funda en 1968 el Teatro Escambray en una región virgen del país, para hacer "un teatro distinto, en el que el medio formara parte de la realización misma del espectáculo".

 

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