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48 años después
Flores para vidas
truncadas
Alexis
Rojas Aguilera
Fue muy triste la salida
del sol el 9 de diciembre de 1957. En un cruce de caminos que
interceptan la Carretera Central vía Las Tunas, en las afueras de
la ciudad de Holguín, amanecieron tirados los cuerpos masacrados de
seis valiosos hijos de esta tierra heroica.
Manuel Angulo Farrán,
propietario de emisora radial, Atanagildo Cagigal, dueño de
imprenta, Mario Pozo, dentista, Ramón Flores Carballosa, chofer,
Rubén Bravo, maestro, y Pedro Rogena Camayd, dependiente de
comercio, se nombraban.
La noticia, regada como
pólvora prendida, estremeció profundamente al pueblo holguinero,
en tiempos de "democracia representativa" y fraternas
relaciones con los Estados Unidos, gobierno que armaba y sostenía a
la tiranía que enlutaba a los cubanos.
Tiempos en que a sangre
y fuego ese gobierno inmoral, servil y asesino pretendía doblegar
el espíritu de lucha de los cubanos, su decisión de acabar de una
vez y por todas, con tal sistema de explotación y horror.
Días terribles los de
aquel diciembre, con las calles llenas de uniformados, de manos
ensangrentadas y lanzados a la caza de revolucionarios como manada
de lobos hambrientos. Cada nueva salida de sol podía traer nuevos
espantos, mayores cuotas de sufrimientos e indignación.
Eran jornadas navideñas
de uso infinito del terror como herramienta de disuasión política
en contra de la lucha por un destino mejor para la Patria. Pero de
nada les valió a los opresores.
El último 9 de
diciembre, 48 años después del horrendo crimen, los holguineros
tributaron el homenaje, sencillo y diáfano, de un pueblo que no
olvida el sacrificio de esas vidas truncadas.
Allí, en el monumento
que los recuerda, justo en el sitio exacto donde aparecieron sus
cuerpos, el día llegó cargado de flores. Y el sol se mostró
radiante. |