Las playas avizoras

ROGELIO RIVERÓN

En el prólogo a Por el camino de la mar. Los cubanos (Ediciones Boloña, 2005), Guillermo Rodríguez Rivera afirma que, en sus reflexiones sobre el ser nacional, se remitirá a quien la crítica literaria considera el creador del género ensayístico: Michel de Montaigne. Se propone así, no un estudio académico, sino un fluir del pensamiento más natural, sin que ello, por supuesto, implique que la academia es artificio.

Podemos recordar, a propósito, algunas frases de Montaigne sobre su propio método: "Reflexiono sobre las cosas, no con amplitud sino con toda la profundidad de que soy capaz... Varío cuando me place y me entrego a la duda y a la incertidumbre, y a mi manera habitual que es la ignorancia" (Obras completas, 1967). Pudiera haber, de mi parte, una intencionalidad a la hora de seleccionar estos fragmentos y no otros, pero estos son los que me llevaron a la idea que me formé sobre el derivar de Rodríguez Rivera en su nuevo libro. Porque saber que va sin prejuicios a ocuparse de un asunto tan serio, nos ofrece algunas garantías. La primera es que tendrá en cuenta una tradición, llamémosle copiosa, la que, por demás, consta de algunos conceptos de recurrencia obligada.

Una reflexión sobre el ser cubano es hoy —puntualicemos— un ejercicio que exige, casi en primer lugar, eludir la retórica y ciertos sitios gastados por la insistencia. Quien lo asume se empuja a un desdoblamiento: como si a un mismo tiempo observara, y actuara para el observador. Dispone, efectivamente, de un bagaje previo, pero a él, en todo caso, se va también con la intención de cuestionar.

Por el camino de la mar es un conjunto de diez ensayos, breves todos, que tienen la virtud de que no dan las cosas por sentadas. Moviéndose en sus circunstancias, ese arquetipo ilustre que llamamos el cubano, se nos explica de varias maneras a una vez, pero esa heterogeneidad parece tener una marca. Guillermo Rodríguez Rivera se vale de una perspicacia nada común para calar en actitudes que ya son un consenso, y asume que una unidad, una imagen, un ideal no se define solo por cómo se expresa, sino además por cómo ha conseguido ser. De entrada, aclaro que no estoy seguro de que algunos procederes que trata como exclusivos del cubano, lo sean verdaderamente, pero también sabemos que lo exclusivo se sustenta en alguna relatividad. Sin embargo, es indudable que el autor se ha situado en una perspectiva de gran calado la cual, por ejemplo, hace un uso admirable del concepto de cultura. En un texto que me parece básico en el libro, el titulado "Dios y el diablo en la tierra del sol", Rodríguez Rivera amplía la idea de la bienaventurada impureza de lo cubano a partir de conexiones de un prestigio primordial, pero ni en esta, ni en las demás piezas de Por el camino de la mar se deja sobrecoger por la solemnidad de forma exclusiva. La voz que dice estos razonamientos es a menudo sarcástica, puede apoyarse en lo subjetivo, y detecta con precisión los momentos de polemizar. "Breve pero intenso" es una frase de mal comentarista. Lo cubano es intenso; su percepción siempre nos parece fugaz.

 

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