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Julio Alberto Casanova
Más allá de su voz
ANTONIO PANEQUE
BRIZUELA
paneque.b@granma.cip.cu
Julio
Alberto Casanova no es ajeno a los atributos de su voz, pero, a la
altura de sus 60 años recién cumplidos —42 de ellos dedicados a la
actuación— tal vez le resulte difícil discernir si le ha
favorecido de igual modo en medios como la televisión y el cine, en
los que la singularización que algunos le conceden a esa virtud puede
que haya privado al público de apreciar otras cualidades suyas como
actor.
Actual locutor de Nocturno
e indispensable de emisoras emblemáticas como Progreso y Rebelde,
intérprete de infinidad de personajes de radionovelas, ganador de
premios en distintos certámenes y de distinciones de variado signo,
animador de espectáculos y de todo lo que englobe la palabra "actividad"
a lo largo del país, no hay duda de que él es lo que podríamos
llamar "un hombre de la radio".
Pero, aunque se justifica
que el público retenga en su memoria inmediata el último "papel", y
el protagonismo de espacios como el mencionado es altamente
identificativo, transcurridas épocas en las que su rostro habitó con
más frecuencia la pantalla chica, este actor parece haber sido
últimamente encasillado dentro de los privilegios de sus cuerdas
vocales: "Para muchos yo soy solo una voz".
Casanova aprecia todos los
medios y valora cada papel que interpreta, aunque no ignora el
magisterio difusor de la pantalla chica: "Un medio muy agradecido, por
el reconocimiento popular. Añoro quizás aquella etapa de mi vida".
De aquellas incursiones aprecia particularmente las dé-cadas de los
setenta y los ochenta en que hizo "muchísima televisión" y "muchas
cosas buenas" dentro de novelas, aventuras, teatros y cuentos, "especialmente,
los dirigidos por Antonio Vázquez Gallo y Ana Lasalle".
Añora igualmente su breve
paso por el cine de ficción en aquella película de principios de la
Revolución, Uvero, asalto al amanecer (dirigida por Miguel
Torres), aunque en el documental, sin embargo, su voz (otra vez su
voz) no ha dejado nunca de estar presente.
Casanova no es de los que
gusta hablar de obras en particular, pese a reconocimientos a
recientes protagónicos como el de Un grito en la noche, su
Enrique VIII en La gran aventura de la humanidad, sus
interpretaciones de Martí, Che, Mella, Pablo, José Maceo, incluida a
veces la voz de Fidel, o aquella vez en que fue Hemingway y su padre
al mismo tiempo.
Pero puede que su mejor
papel haya sido real, como combatiente internacionalista en
Angola, adonde viajó en 1975 entre las primeras tropas cubanas y
sobre cuya epopeya guarda vivencias como aquella incluida en un poema
escrito por él en plena campaña sobre un compatriota suyo llamado
Benjamín, quien solía estudiar a la sombra de la floresta:
"Estoy
sentado bajo el árbol donde te sentabas para leer la historia de la
Patria / y pienso en tu propia historia de hombre humilde / de
campesino pobre que aún sin espigar ese cuerpo de gigante negro /
emprendió el camino de la lucha."
Siguiendo el curso de
aquel camino, Benjamín había caído en combate en febrero de 1976.
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