Rafael Trejo
Un estudiante de 1930
PEDRO ANTONIO GARCÍA
Desde
1927 la Universidad parecía adormecida, después que Machado, con
la complicidad de un infame grupo de profesores, había expulsado a
unos 100 estudiantes y dictado sanciones contra unos 600. Ni el
asesinato de Mella (10 de enero de 1929), se pensaba entonces,
había podido sacar a la casa de altos estudios de su letargo.
El 27 de noviembre de
ese año los muros del centro amanecieron embadurnados de consignas
contra el Gobierno. El acto oficial fue saboteado: un estudiante de
Derecho, Rafael Trejo, logró apagar las luces del teatro y una
lluvia de objetos no identificables arremetió contra el claustro
represor.
En el mayor de los
silencios, los estudiantes más combativos organizaron el Directorio
Estudiantil Universitario (DEU). Entre ellos, estaban Raúl Roa,
Trejo, el luego mártir Félix Alpízar, el luego tránsfuga Carlos
Prío, Mongo Miyar, José Lezama Lima. Pronto Pablo de la Torriente
Brau y el ya marxista Ladislao González Carvajal se les unieron.
Una mañana trágica y
gloriosa los estudiantes se lanzaron a la calle. Los encabezaba una
bandera cubana, los convocaba una corneta mambisa. La policía se
les abalanzó tolete en ristre. Contra ella el estudiantado solo
pudo oponerle los puños de Pablo de la Torriente y Pepelín Leyva,
las pedradas certeras de Rodolfo de Armas, Luis Orlando Rodríguez y
los muchachos del Instituto de La Habana.
Los policías a caballo
eludían mejor las trompadas de los manifestantes. Pablo cayó con
la cabeza ensangrentada. Juan Marinello, quien trató de auxiliarle,
fue detenido por los esbirros. Se oyó un disparo y Trejo se
desplomó, chorreando sangre. Era el 30 de septiembre de 1930.
UN JOVEN DE IZQUIERDA
Rafael Trejo González
había nacido el 9 de septiembre de 1910 en San Antonio de los
Baños. Según testimonio de su amigo Raúl Roa, su padre trabajaba
en el ayuntamiento de la localidad; su madre era maestra. Otra
compañera de luchas, María Luisa Laffita, lo recordaba de "pelo y
ojos negros, timbre de voz agradable, de barítono".
"Simpático,
varonil, atrayente —proseguía María Luisa—, se ganaba el
cariño fácil, tenía muchos amigos. Era todo un deportista, medía
seis pies, nadaba admirablemente y se destacó en remos. Practicaba
el ajedrez; sus lecturas preferidas: Martí y José Ingenieros.
Siempre fue un joven de izquierda, quería ser abogado para defender
a los pobres."
Sus compañeros solían
relatar una anécdota suya de la infancia. En su escuela primaria,
iba a vender dulces un señor que usaba como mantel una bandera
cubana. Ni las súplicas de la maestra convencieron al comerciante
del ultraje que cometía. Iba la educadora a buscar a la autoridad
cuando sus alumnos, encabezados por Trejo, rescataron la enseña.
Maestra —dijo el aún niño—, no necesitamos autoridades para
eso.
SU ÚLTIMA SONRISA
No más supo Roa que a
Trejo y a Pablo los habían trasladado para Emergencias, cogió un
fotingo y enrumbó hacia el hospital. "Este se salva si no tiene
fracturas —oyó decir de Pablo—, pero al otro no lo salva ni
Dios". Trejo intuía su gravedad y le dijo a su madre, en presencia
de María Luisa Laffita: No te muevas de aquí, mima, que esto dura
poco. Me voy y no regreso.
Pablo recuperó el
conocimiento en el hospital. Entre convulsiones violentas, comenzó
a vomitar. En la cama contigua, Trejo le sonrió "como dándome
ánimos para pasar ese momento tan doloroso. Los ojos se me nublaron
y cuando volví en mí, ya se lo habían llevado para operarlo (...
) A la mañana siguiente, el gran silencio del hospital me reveló
la verdad y solo pregunté: ¿A qué hora murió?"
VIGENCIA
"Tras
el cadáver de Trejo —solía decir Roa—, se movilizaría
después a pueblo entero hasta derrocar al machadato y presentarle
batalla a la reacción y al imperialismo en memorables acciones".
Incluso, con Guiteras, al pueblo fue poder pero la desunión llevó
al fracaso a aquella Revolución.
Después, durante años,
la Universidad pareció de nuevo adormilada. Los revolucionarios,
aunque eran minoría, tuvieron que luchar dentro de ella muy duro
contra el pandillerismo y el falso apoliticismo. Pero a partir del
golpe de Estado perpetrado por Batista, el 10 de marzo de 1952, una
nueva generación se lanzó a la lucha sin cuartel contra la
tiranía, como hizo aquella un 30 de septiembre.
Y Rafael Trejo fue para
ellos brújula y bandera, Y lo continúa siendo en la Universidad
revolucionaria de hoy. |