Los odus de Olazábal

ANDRÉS D. ABREU

Todavía Santiago Rodríguez Olazábal no había descolgado de las paredes del Museo Nacional de Bellas Artes su exposición Onilé cuando ya estaba ocupando el espacio de La Casona (Génesis Galerías) con otras obras para su actual muestra.

Foto: RICARDO RODRÍGUEZDos exposiciones, una justo al concluir la otra, y en dos importantes centros nacionales de arte no son un suceso habitual, mucho menos esperado si pensamos en un artista que mantiene una actitud sosegada en cuanto a promoción de su obra. Pero azares y coincidencias ajenos a su voluntad lo han llevado a esta situación en dos ocasiones.

En el año 2002, tras un gran periodo de ausencia que el propio artista atribuyó a su retraída personalidad pública y a una despreocupación institucional por su trabajo, Olazábal expuso de forma continua en Pequeño Espacio y Galería Habana. Luego de aquella dual reaparición y sin hacer mucho ruido, su obra ha mostrado una mayor constancia en los escenarios expositivos y ahora vuelve a presentarse en una segunda oportunidad múltiple.

Primero fue el Museo —donde ya había expuesto en 1992 y en cuya colección desde 1989 existen más de 20 obras suyas—, con un conjunto de instalaciones y piezas bidimensionales que tributaron al espíritu protector de la tierra y eje de este proyecto curatorial elaborado junto a Corina Matamoros.

Objetos, pinturas, mandalas y caligrafías estructuraron un culto que se apropió del espacio y desde allí mostró una nueva lectura del artista sobre el pensamiento y la sabiduría Ifá: filosofía que reconstruida por un creador de los ochenta como lo es Olazábal no puede estar ajena a la realidad circundante del ser social que la produce, ni a la ideoestética formacional sobre la que se erigió.

Actualmente es La Casona el lugar elegido para acercarse otra vez a sus caminos visuales y releer de esa inagotable fuente de juicios vinculados al ifismo. Ewé tete agrupa otro grupo de piezas que refrenda su capacidad de dibujar, pintar, crear objetos e instalar sin fronteras entre formatos y desacralizando géneros.

Obras como Para quien es el sacrificio, El ebó se lo llevó, Él vino desde ara onu y La eficacia de la palabra abren desde creaciones contemporáneas una confrontación entre la gnosis y los poderes de orígenes místicos y las circunstancias y dominios que rigen o determinan lo real, mientras aportan la fiel continuidad de Olazábal a ese altar de la historia del arte cubano que emerge de las profundidades de los cultos afrocubanos y presiden maestros como Lam, Roberto Diago y Mendive.

 

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