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Medio siglo de graduada
La Medicina es una carrera de amor
JOSÉ A. DE LA OSA
delaosa@granma.cip.cu
En el familiar encuentro
que sostuvo ayer con el ministro de Salud Pública José Ramón
Balaguer, un grupo de médicos que ahora cumplen medio siglo de
graduados, la única mujer presente era la doctora Elsa Gutiérrez
Baró, Profesora de Mérito de la Universidad de La Habana y
directora de la Clínica del Adolescente desde su fundación hace 30
años.
Profesora Elsa Gutiérrez.
En su enunciado de lo
que es un médico para ella, los que la conocen bien encontrarán
las huellas de lo que ha sido (es) esta humana profesión para la
científica cubana: "Es una persona que entrega todas sus energías,
su vida, a ayudar a los demás; y, a su vez, recibe un invalorable
reconocimiento. La Medicina constituye una carrera de amor y ese
amor es el que debemos entregar cada día a nuestros pacientes".
Cuando alcanzó su
título en 1955, recuerda que las mujeres que se graduaron no
rebasaban la veintena, en una época que no dudó en calificar de "sombría,
sin oportunidades", en la cual no podían encontrar trabajo, y
muchos de los egresados se vieron obligados a emigrar.
A veces —evoca ahora—
hacía alguna guardia médica de 12 horas en clínicas privadas, y
recibía dos pesos como pago. Eran tiempos difíciles, política y
económicamente.
En aquellas
circunstancias, haciendo acopio de sus fuerzas y tratando de
sobrevivir en aquella dura situación, se vincula con la lucha
clandestina contra la tiranía batistiana, ilusionada con un cambio
en las condiciones sociales del país.
Triunfa la Revolución
en 1959 y su vida da un giro entonces de 90 grados. Sucesivamente,
fue médico del Hospital de la Policía Nacional Revolucionaria, la
primera vicepresidenta de la Federación de Mujeres Cubanas,
directora de la Escuela Ana Betancourt (que trajo a la Ciudad de La
Habana a miles de jóvenes desde los rincones más apartados del
país para estudiar corte y costura), primera directora de la
revista Mujeres, "porque a mí me gusta escribir".
En esa ocasión, dice
Elsa, tuve que resolver la disyuntiva que se me presentaba: ¿o me
dedico por entero al periodismo, o asumo mis funciones como
médica?... La balanza se inclinó por la Medicina, porque, razonó,
así podré ejercer mis funciones asistenciales y, al mismo tiempo,
escribir. Nos encontramos ya a mediados de 1960 cuando paso a ocupar
la plaza de médico responsable de los círculos infantiles.
Diez años habían
transcurrido desde su graduación, cuando Elsa hace su residencia en
Psiquiatría Infanto-Juvenil, y se incorpora después a dirigir la
Sala de Psiquiatría del Hospital Pediátrico del Cerro, cargo que
desempeñó hasta 1975 cuando funda y dirige desde entonces la
Clínica del Adolescente, enclavada en el capitalino barrio de
Miramar.
A su labor asistencial,
docente e investigativa, añade la autoría de varios libros
destinados a la familia, entre los que se destacan Los niños
enseñan (diez historias de niños y adolescentes), Muy en
serio y algo en broma, Mensaje a los padres, y dice que está
terminando de escribir Hacer de la vida un arte, dirigido
fundamentalmente a las personas de la Tercera Edad.
Al preguntarle por qué
ese cambio de óptica en su quehacer literario dirigido siempre a la
infancia, indica: Cuba eleva cada vez más la expectativa de vida de
sus ciudadanos, cercana ya a los 80 años, y considero que debemos
trabajar incansablemente por incrementar la calidad de vida en la
Tercera Edad. Para ello es esencial cultivar, desde la infancia,
nuestro enriquecimiento espiritual y generar cada día nuevas
motivaciones, para mantener como adultos mayores esperanzas, sueños
e ilusiones.
En cuanto a mí, dice,
no pienso jubilarme mientras tenga salud, y confiesa sentirse
pletórica de proyectos: escribir, atender a mis pacientes,
desarrollar la docencia... ¿Puede alcanzarse mayor plenitud medio
siglo después de nuestra graduación?... |