Los caminos del virtuosismo

AMADO DEL PINO

A los cuarenta minutos de función, toqué a una amiga actriz que reía en el asiento de al lado y le dije: "Nos tiene en la palma de su mano". Sí, Álvaro Solar, cautiva, convence con la variedad y el encanto de sus recursos histriónicos. Sus actuaciones en el Museo Nacional de Bellas Artes, dentro del programa del XII Festival Internacional de Teatro de La Habana, rompen además el mito de la obligada brevedad que ronda nuestra escena. El chileno —radicado en Alemania— se permite casi dos horas de labor en solitario y el público, mayoritariamente joven, que colmó la sala, parece quedarse con deseos de seguir riendo y descubriendo matices o contrastes.

Álvaro Solar en Ibericus, una de las más sugerentes propuestas del XII Festival Internacional de Teatro de La Habana.

Solar nos había visitado en el 2001 y se convirtió en un acontecimiento con su Johan Padán descubre América, singular apropiación de un texto del Nobel Darío Fo. Ahora la obra fue escrita por Francesca de Martin y Ferruccio Cainero y el actor insiste en la vocación por la comedia histórica, la paradoja insistente y aguda; el culto por el desenfado que pone a convivir ligereza y gravedad. El espectáculo equilibra el plano narrativo con la continua representa-ción de circunstancias y personajes múltiples. El uso de la música resulta brillante. Como haciéndole un guiño a la tecnología, Solar coloca sobre las tablas un pequeño equipo que aporta grabaciones a la vez que él canta e interpreta varios instrumentos. Tal parece que le da cuerpo a la banda sonora y la convierte en otro de sus seres invitados.

Estamos ante una virtuosa labor de emisión de la voz, ante una cadena de acciones que llega a la extrema naturalidad, a través de la precisión hija del entrenamiento. Solo un desconsuelo me produjo Ibericus, todos los caminos no conducen a Roma. Cuando nos fuimos al intermedio, después de asistir al derroche de profesionalidad y gracia, sospeché que, de regreso, el espectáculo se permitiría una mayor densidad dramática, tal vez "apretar un poquito la mano" en lo metafórico. Hay aquí una bien hilvanada madeja conceptual que apunta a temas tan actuales y trascendentes como la identidad cultural, la arrogancia de los imperios y el destino del arte. Pero un intérprete tan capaz y una base textual muy bien estructurada pudieron —sin asomarse a lo obvio— emocionar un poco más, aunque fascinara un poco menos.

LA CRÍTICA, HUMBERTO Y SUS SEIS INVITADOS

Del encuentro entre los críticos e investigadores, lo más interesante resultó el replanteo del lugar del asesor teatral en nuestro ámbito. Muchos coincidieron en que la figura de alguien al frente de la reflexión y la existencia de una contrapartida conceptual resultan decisivas para que nuestro repertorio sea más amplio y para que las líneas estéticas se tornen singulares y hondas. La jornada sirvió, además, para dar a conocer —en su segunda edición— el Premio de Teatrología Rine Leal, que esta vez recayó en un libro de la destacada profesora y ensayista Elina Miranda. Este comentarista formó parte del jurado y puede afirmar que cuando ediciones Alarcos publique Calzar el coturno americano, contaremos con reflexiones esenciales para entender la influencia del mundo clásico en nuestra vida teatral.

Otro regalo libresco del Festival es la presentación de Seis dramaturgos ejemplares (Editorial Unión) del destacado escritor y teatrista Humberto Arenal. Sin grandes pretensiones ensayísticas, manejando con soltura un variado caudal de información, Humberto nos acerca a varios de los grandes autores dramáticos de la historia del teatro y lo hace en un tono aparentemente leve, que facilita la comprensión para estudiantes o aficionados, pero funciona también como referencia para los especialistas.

 

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