
Celima
Bernal
• A veces
empezamos a hablar con alguien desconocido, y lo tratamos de usted.
Es lógico. De pronto —me ha sucedido— comenzamos a tutearlo,
quizá porque nos parece demasiado joven y pudiera ser nuestro
nieto. En la conversación no hace tan mal efecto; pero si se trata
de un escrito o si nos dirigimos al público, no debemos usar verbos
de segunda persona del singular y del plural indistintamente. Se
oye: "A ustedes les gustará este programa, sintonícelo..." Incluso
en las cartas familiares, si el saludo es: "Queridísima hija",
cuando queramos hacer un cambio de persona, introduzcamos algo que
lo permita, digamos, por ejemplo: "¿Qué me cuentas de Javier?,
¡ojalá sigan queriéndose siempre como hasta ahora!
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