Calvario de la migración
JOAQUÍN RIVERY TUR
Cerca de dos millones de
ecuatorianos (el 15% de la población) han salido del país desde el
2001, la mayoría ayudados por traficantes que les cobran hasta 10
000 dólares por lanzarlos al mar en mortales travesías, como la
del barco que hace unos días naufragó con 113 ocupantes que nunca
llegaron a su destino.
Una de las sobrevivientes de un barco con 113 emigrantes ilegales ecuatorianos hacia EE.UU.
Se le llama coyotaje
al sistema ilegal de exprimir a los infelices que desean emigrar a
países del norte, a Estados Unidos o Europa, para buscar salida a
la miseria en que viven en su propia tierra situada, como dice el
sitio turístico acerca de Quito, en la Mitad del Mundo.
En Ecuador, México,
Centroamérica, el Magreb, África, o Europa oriental, las
experiencias de los que han sido engañados, timados, han perecido o
han vuelto con el cinturón más apretado, no detiene el ansia de
los ciudadanos desesperados que necesitan de todas formas una
mejoría en sus condiciones materiales de vida.
El Fondo de las Naciones
Unidas para la Población cita las siguientes causas que motivan la
migración internacional: la pobreza de los países
subdesarrollados, que impulsan a la búsqueda de una vida mejor para
uno mismo y su familia; el desempleo y las políticas laborales (la
llamada flexibilización laboral del neoliberalismo) y migratorias
de los países de origen y de destino; la degradación del entorno,
inclusive la pérdida de tierras de cultivo, bosques y pastizales
(los "refugiados del medio ambiente"); la falta de oportunidad para
los profesionales, que buscan vías para investigar y sueldos
mayores, y otros aspectos.
La experta Gabriela
Rodríguez Pizarro indica que no existe un registro confiable sobre
la cifra de ecuatorianos que sale ilegalmente del país, pero
advierte que solo este año unas 500 personas han sido interceptadas
cuando intentaban llegar a Centroamérica (para luego pasar
ilegalmente a Estados Unidos).
El fenómeno migratorio
es atribuido directamente al aumento de la miseria en el país
andino y las escasas oportunidades con las que cuenta la población
más vulnerable, en medio de la política neoliberal despiadada que
ha llevado a gobiernos a rechazar su propia moneda y adoptar el
dólar. Es decir, la política monetaria ecuatoriana no se dicta en
Quito, sino en Washington.
Si los fenómenos
migratorios no son nada nuevo en el planeta, en estos momentos se
están produciendo con una intensidad y generalidad sin parangón en
la historia. De 75 millones de personas que vivían fuera de sus
países en 1965, se pasó a 120 millones en 1990, según expuso la
Revista Asturiana de Economía en el 2004, por lo que, grosso modo,
actualmente la cifra anda volando por los 140 millones.
Desde las naciones
centroamericanas y México hay un flujo incesante de miles y miles
de personas que cruzan cada año la frontera hacia el norte, aunque
no siempre encuentran allí el paraíso, sino la muerte, porque la
vigilancia ha ido cerrando los parajes más fáciles y solamente
quedan para burlar a la patrulla fronteriza las mortales rutas de
los desiertos.
Con la firma del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte, México ha experimentado un
efecto desastroso sobre su economía, sobre todo en la agricultura,
donde ha aumentado la pobreza notablemente y, con ella, la corriente
de menesterosos que buscan el famoso paraíso norteamericano, a
pesar de que allá solamente reciben discriminación y malos tratos,
sirven de carne de cañón para las guerras como la de Iraq o
engrosan las filas del hampa por falta de otras oportunidades.
DEL ESTE AL OESTE
EUROPEO
La fundación española
Cidob publicó un estudio de Ruth Ferrero sobre las causas de la
migración desde los antiguos países socialistas a Europa
occidental, donde las causas parecen claras: además de los
profundos cambios geopolíticos de la región por la transformación
capitalista desde 1992, estos países afrontaron también la
destrucción de los sistemas de protección social y la rápida
transición a la llamada economía de mercado.
La primera consecuencia
provocó un crecimiento de las necesidades sociales, un fuerte
aumento del desempleo y una disminución de los salarios. Surgió la
indigencia, la prostitución infantil, el comercio de drogas y otros
motivos para que miles quisieran irse a donde pudieran conseguir
trabajo.
El resultado fue el
aumento de la pobreza: mientras en 1989 el número de personas que
vivía con menos de cuatro dólares en el conjunto de países
socialistas era de 14 millones (los cálculos son occidentales),
ahora el total estimado es de más de 140 millones de personas, diez
veces más.
El mayor costo lo sufren
los propios desplazados en cualquier continente, ya que supone
habitualmente un desgarro familiar y cultural muy doloroso. Aún
más grave es la migración ilegal en la que el individuo se ve
despojado de los derechos más elementales, sometido a la
explotación de mafias y delincuentes sin escrúpulos. La tragedia
alcanza su clímax en el caso de los que arriesgan y pierden su vida
al cruzar las fronteras. Cada año centenares de personas mueren
cruzando Río Grande a nado o el Estrecho de Gibraltar en pateras,
los desiertos de Arizona o el Paso de la Mona. Las víctimas siempre
vienen del sur. |