El ratón y el pederasta
ALFONSO NACIANCENO
¿En qué se parece un
ratón a un pederasta?
Si usted le pone queso
al roedor en una trampa intentará comérselo sin ser descubierto y
mucho menos cazado. Cuando el pederasta pretende realizar sus
fantasías sexuales evita el riesgo de que lo denuncien. Él conoce
los ardides para seducir a un niño o a una niña sin despertar
sospechas en los adultos más cercanos (padres, hermanos, abuelos,
tíos), y como evitar que el pequeño lo denuncie. También sabe a
que se expone si es descubierto
La pena embarga a estas niñas obligadas a prostituirse.
Estos personajes, ante
la duda de que los familiares de los menores los sorprendan en el
brinco —si tienen abundante dinero— optarán por la segunda
opción, acudir a la prostitución infantil. Frecuentarán los
cinturones periféricos de las grandes ciudades industrializadas,
las zonas marginales de las encumbradas capitales, donde pululan los
clubes, las discotecas, los niños escapados de sus hogares y las
prostitutas-drogadictas especializadas en detectar a la posible
carne fresca para el negocio. En ese ambiente se les facilitará el
manjar anhelado a los agresores.
Es innegable la
relación entre la corrupción de menores y la pornografía. A una
gran mayoría de los pedófilos detenidos por sus reprobables actos
se les encuentran fotos y videos de infantes, realizados por ellos
mismos para su satisfacción o concebidos para la comercialización.
En los Estados Unidos más del 30% de los adictos llegan al clímax
de su depravación al practicar lo que han visto en revistas como
Playboy, Penthouse y en las sex-shops (tiendas de sexo), las salas
X, además de que muchas cadenas de televisión de países
capitalistas transmiten materiales fuertes en horarios de la
madrugada.
La desmedida carrera por
experimentar nuevas sensaciones en muchas ocasiones sobrepasa los
límites de la simple excitación para estimular las conductas
delictivas. Expresa un especialista que la pornografía seduce,
envuelve y lleva el sexo al plano de la obsesión. Adentrarse en ese
mundo supone un viaje sin regreso tanto para el vicioso como para el
niño o niña víctima, que mueren de SIDA, tuberculosis u otras
enfermedades contagiosas.
En la India cada año 3
000 niñas son obligadas a prostituirse, y en Tailandia pasan de 60
000 las infantes introducidas en el "negocio" que no alcanzan los 13
años de edad. En Indonesia el 20% de las mujeres sometidas a tal
degradación son menores de edad.
Estados Unidos
(especialmente Nueva York) figura entre los primeros países del
planeta donde la industria del sexo cobra auge y, junto a sus
vecinos de Europa Occidental, lleva la voz cantante en el juego de
buscar satisfacciones en el turismo sexual, con predilección para
practicarlo en Tailandia y Filipinas.
Tampoco ha de obviarse
cuánto ha avanzado la instalación de la pornografía en Internet.
Más de 25 millones de estadounidenses visitan entre una y 10 horas
por semana sitios de esta naturaleza. Populares dibujos animados
como Pokemon, My Little Pony y Action Man exhiben miles de enlaces
con zonas web porno, y se calcula que alrededor de un 30% de ellos
oferta materiales de sexo brutal.
La verdad es que
comparar al ratón y al pederasta fue una desconsideración y falta
de respeto mía... con el ratón. Y para retractarme, ofrezco
algunas razones:
-
Más de cuatro
millones de zonas de Internet contienen materiales de sexo con
menores. Cada día aparecen 500 sitios nuevos.
-
El típico pedófilo
puede abusar y molestar a más de 300 niños en toda su vida.
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El 86% de los
violadores convictos en los Estados Unidos han sido usuarios
frecuentes de pornografía.
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Se estima que los
norteamericanos gastan entre 8 000 y 10 000 millones de dólares
anuales en porno.
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La industria del
sexo infantil produce ganancias entre 2 000 y 3 000 millones de
dólares por año.
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Una película porno
se filma a un costo de 20 000-125 000 dólares y aporta hasta
dos millones de ganancias.
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La edad promedio a
la que los hombres ven por primera vez la revista Playboy u otra
similar es de 11 años.
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